Un gigante visionario

Fue un iluminado en todo, y de todo supo. Vio en la ciencia el camino a seguir, y hacia allí­ condujo los pasos de la nación. 

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Fidel Castro Ruz en la inauguración del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba.
Productos formulados con el interferón leucocitario (ungüento, colirio, inyectable) entregados al Comandante en Jefe en la inauguración del CIGB, el primero de julio de 1986. (Foto: Archivo de Bohemia)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
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12 Agosto 2021

«Cursará la carrera de Derecho, y no dudamos de que llenará con páginas brillantes el libro de su vida. Fidel tiene madera y no faltará el artista », así­ calificaron los jesuitas al joven de 18 años, Fidel Alejandro Castro Ruz, en una premonición que la vida se encargarí­a de confirmar.

Vendrí­an luego los sucesos de Cayo Confites, para liberar a República Dominicana, la reivindicación de la campana de la Demajagua, convenciendo a los veteranos manzanilleros para dejarla exhibir en la Universidad de La Habana en acto patriótico, su participación en los sucesos del Bogotazo, en Colombia en 1948, la primera autodefensa en Santa Clara, aquel 14 de diciembre de 1950.

Antecedentes gloriosos de un hombre visionario que vio en las dificultades una manera de crecerse y en la lucha popular el camino hacia una Revolución.

Moncada, prisión, exilio, lucha en la Sierra, victoria del 1.o de enero de 1959. Siempre con la confianza del triunfo. Siempre con la vista fija hacia adelante, con esa cualidad tan suya de ir al futuro, para luego regresar   y contárnoslo, como dijera el mandatario argelino Abdelaziz Bouteflika.

Fue un iluminado en todo, y de todo supo. Vio en la ciencia el camino a seguir, y hacia allí­ condujo los pasos de la nación: “El futuro de Cuba tiene que ser necesariamente de hombres de ciencia”

Hoy, cuando nos acercamos al aniversario 95 de su nacimiento, próximo a celebrarse el venidero 13 de agosto, el paí­s recoge los frutos de esa inteligencia preclara y de ese raciocinio tenaz, capaz de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias más remotas, incluso, cuando nadie más apostaba por esa idea.

Abdala, Soberana 02, Soberana Plus, Mambisa son hijas de su empeño por desarrollar la Biotecnologí­a en Cuba. Una ciencia que apenas daba sus primeros pasos en el mundo, cuando en 1981, gracias a esa visión fidelista de futuro, era fundado el Centro de Investigaciones Biológicas, institución cientí­fica donde se creó el Interferón, y en 1986, el Centro de Ingenierí­a Genética y Biotecnologí­a (CIGB).

Luego, también resultado de ese adelantarse y mirar más allá de lo visible, nació en la década de los 90 del pasado siglo el Centro de Inmunologí­a Molecular.

Las vacunas que ahora nos inmunizan contra la terrible pandemia de la Covid-19 son hermanas menores del Heberprot-P, para   la cicatrización de las úlceras complejas del pie diabético; de la única vacuna efectiva contra la meningitis B; y del CIMAVAX EGF, primera vacuna terapéutica de su tipo contra el cáncer avanzado de pulmón.

En todos estos resultados está presente el pensamiento de Fidel, su concepción de futuro, su optimismo y convicción de hacer de Cuba un paí­s de ciencia: «La ciencia y las producciones de la ciencia deben ocupar algún dí­a el primer lugar de la economí­a nacional […] tenemos que desarrollar las producciones de la inteligencia, ese es nuestro lugar en el mundo, no habrá otro; todas estas que se derivan del esfuerzo que estamos haciendo en las investigaciones y en los productos de las investigaciones »

Nada de lo de ahora serí­a posible sin Fidel. Tampoco serí­a posible sin una Revolución que le ha dado continuidad a sus ideas. El renuevo generacional es también parte importante de su legado.

En Dí­az-Canel está Fidel. En los rostros jóvenes de nuestros cientí­ficos está Fidel. En el pueblo cubano está Fidel. En cada pinchazo que nos protege de la pandemia está Fidel, pues Fidel, parafraseando la canción de Buena Fe, es también la fuerza de un paí­s.

Fidel es Fidel.

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