El Che de los cubanos, el Comandante Ernesto Guevara de la Serna, el Guerrillero Heroico fue asesinado el 9 de octubre de 1967. Moría el humano excepcional, surgía el símbolo, el ícono de las nuevas generaciones.
Recordarlo vivo en el aniversario 56 de su asesinato en Bolivia (Foto: Tomada de Internet)
Narciso Fernández Ramírez
@narfernandez
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09 Octubre 2023
09 Octubre 2023
hace 1 año
«Se acabaron los cantos de sirena y los combates interiores; se levanta la cinta para mi última carrera. Se acabó el pasado; soy un futuro en camino»
Fragmentos de una carta del Che a su esposa Aleida March
Un hombre muere, no sus ideas. La inmortalidad física no existe, pero sí las huellas que las grandes personalidades dejan en la historia. Su figura se ha convertido en un símbolo de lucha, resistencia y revolución.
El Che de los cubanos, el Comandante Ernesto Guevara de la Serna, el Guerrillero Heroico fue asesinado el 9 de octubre de 1967. Moría el humano excepcional, surgía el símbolo, el ícono de las nuevas generaciones. El ser que quiso acercarse a la perfección y en muchos sentidos lo logró, sin dejar de tener, como todos, virtudes y defectos.
Un día antes, el fatídico 8 de octubre, en la Quebrada del Yuro, había caído prisionero en manos de la soldadesca del entonces presidente boliviano René Barrientos. La inutilización de su pistola, le impidió seguir combatiendo.
Llevado a la escuelita de la Higuera, la orden de asesinarlo llegó desde la sede central de la CIA, en Langley, Estados Unidos, y fue ejecutada por un soldadito borracho: «Dispare, va a matar a un hombre», le conminó el Che, al temeroso instrumento de la historia.
Sus manos fueron cortadas, como evidencia macabra para sus asesinos, pero su Diario llegó a Cuba a través de amigos y reveló al mundo su odisea, su hombría y su incansable fe en la victoria.
La velada solemne del 18 de octubre de 1967 en la Plaza de la Revolución José Martí quedó marcada en el corazón de cada cubano. La terrible noticia era cierta y Fidel la dio a conocer al mundo. El pueblo se vio sumido en la tristeza y el dolor, pero también en la determinación de mantener viva la memoria del Che y continuar su lucha por un mundo más justo.
Durante 30 años, los restos del Che y de otros guerrilleros, permanecieron en paradero desconocido. Sin embargo, gracias a la perseverancia y la voluntad política de la dirección de la Revolución, sus restos fueron encontrados, y desde el 17 de octubre de 1997, reposan en el Mausoleo de la Plaza de la Revolución, un lugar que se enorgullece de su nombre.
El Che está presente en el corazón de Cuba, especialmente en Santa Clara, la ciudad que ayudó a liberar y que lo considera suyo por vínculos indestructibles. En toda la Isla se le rinden honores y se recuerda su legado a las nuevas generaciones.
Fidel admiraba sus dotes de guerrillero y hombre de pensamiento. Che resultó el primer expedicionario del Granma y el primero en ser ascendido a Comandante del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.
Su genio militar y político lo llevó a liderar la Columna Invasora 8 «Ciro Redondo» y cumplir con éxito la misión de llevar la revolución a Las Villas, como también cumplió a cabalidad cualquiera de las otras tareas que le fueron asignadas después del 1.o de enero de 1959.
Al sentir en sus talones el costillar de Rocinante y al llamado de otras tierras del mundo, partió primero al Congo y luego a Bolivia, primer escalón de su lucha por la liberación del continente americano, incluida su Argentina natal, y allí ofrendó su vida por el mismo ideal conque luchó en Cuba; el mismo ideal que tuvieron los grandes próceres de la independencia latinoamericana, como Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardo O’Higgins, José Antonio Sucre y nuestro José Martí.
Che vive. Sus ideas y ejemplo de revolucionario consecuente están presentes en millones de hombres en todo el mundo. Cuba le venera y Santa Clara, como Villa Clara toda, lo honra cada día con «surcos de fuego y cañas cortadas», como reclamó el quemadense Enrique Núñez Rodríguez en su poema El Memorial.
Che sigue siendo ese gigante moral, como lo calificó Fidel, ese hombre montaña, cuyo ejemplo mueve multitudes, aún en los tiempos duros que vivimos en este convulso planeta y en esta Isla irredenta.
Hace 56 años perdimos a ese hombre excepcional, pero su pensamiento y su acción siguen marcando el ritmo hacia ese futuro que preconizara en carta a su amada Aleida, la madre de sus cuatro hijos, a quienes no les dejó nada material, a sabiendas que la Revolución se encargaría de ellos y los educaría como hombres y mujeres de bien.
«No me llames, no te oiría; solo puedo rumiarte en los días de sol, bajo la renovada caricia de las balas (…) Si sientes algún día la violencia impositiva de una mirada, no te vuelvas, no rompas el conjuro, continúa colando mi café y déjame vivirte para siempre en el perenne instante».