Los tiempos cambian, sí. Y de qué modo. Cuatro décadas atrás, por estos días, rumbo al 8 de marzo, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) hubiera estado inmersa en un programa con amplia presencia del tema en medios de comunicación, entrega de diplomas o de reconocimientos, homenaje a las federadas más destacadas, encuentros o intercambios con organismos, embellecimiento de bloques en el vientre de barrios, arenga en matutinos…
Sin subestimar la efectividad de tales actividades, es curioso cómo el contexto actual suma otras alternativas, más a tono con el universo femenino al que se convoca: las posibilidades que ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación para llegar a muchas más mujeres y con mayor rapidez.
Ojalá en los años 70 u 80 del pasado siglo, las federadas hubieran podido asaltar redes sociales para poner en el éter, para nuestro archipiélago y el mundo entero, mensajes de cubanísima reafirmación o para convocarse entre sí a visitar la familia de colaboradoras que integran el contingente médico internacionalista Henry Reeve, o para poner cascabel en gato acerca de un programa vital: el del Adelanto de las Mujeres, en defensa de sus muy sagrados derechos…
Mis dedos no teclean en abstracto. Sería imperdonable o al menos muy lamentable que por problemas de funcionamiento no se aterrice, donde se ha concebido, ese encuentro con mujeres productoras que tanta falta les hace y tanto agradecen quienes sudan blusa, con un pañuelo o sombrero a la cabeza, a la par de hombres, para sacarle a la tierra el alimento que todos necesitamos, o que quede en la intención escrita el tope cordial, sensible con las que viven en comunidades costeras, empeñadas en ordeñar el mar con igual propósito alimentario.
El XI Congreso de la FMC está ahí mismo. Es decir: las sesiones finales están ahí, porque en su órbita hace rato que hay mujeres girando en toda Cuba.
Si no fue un programa para cumplir tareas o proyectar apariencias, espirituanas, tuneras, pinareñas, avileñas, guantanameras... tendrán la preciada posibilidad no de sentarse en el Palacio de Convenciones a escuchar y nada más; sino de intervenir, transmitir o asimilar experiencias, sin tener que exprimirse el cerebro buscando ejemplos acerca de lo que han hecho, o la referencia honesta, madura, en torno a lo que se ha dejado de hacer y urge retomar, actualizar, perfeccionar y meterle el brazo, con todo. (Pastor Batista Valdés)