Contra el vandalismo, la fuerza moral

Cuando una masa revolucionaria, entre ellos el Comandante en Jefe ,salió a enfrentar la violencia desatada el 5 de agosto de 1994, los instigadores desaparecieron y un gigantesco coro de Fidel, Fide, anunció, sin la menor duda, la victoria.

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Comandante en Jefe en sucesos de agosto 1994
La fuerza moral de Fidel y el pueblo aplastó la contrarrevolución sin disparar un tiro ( Foto: Archivo Granma)
Tomado de la edición digital del periódico Granma
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05 Agosto 2024

La lista de los planes de la Casa Blanca para poner punto final a la Revolución Cubana y recuperar su paraíso privado en el Caribe ya pudiera cubrir las 90 millas de distancia entre ambas naciones, pero el caimán resiste.

Desde la comodidad de la otra orilla, varias personas con complejo –aunque sin alma– de médicos han diagnosticado, en innumerables ocasiones, el deceso prematuro del proyecto de justicia social que comenzó el 1ro. de enero de 1959; pero sus análisis excluyen la conciencia y la capacidad de sacrificio del pueblo y la autoridad moral de sus líderes.

Así ocurrió el 5 de agosto de 1994, ante los disturbios calificados por la prensa anticubana como «El Maleconazo», en medio del periodo especial provocado por el aislamiento político y económico tras el derrumbe del campo socialista, sumado al oportunista y criminal recrudecimiento del bloqueo estadounidense.

Tras la disolución de la Unión Soviética, en Washington rebosaba el entusiasmo con el fin de la rebeldía y la eternización del orden unilateral del imperialismo. Allí creyeron asistir al momento justo para agitar el árbol y apresurar la caída de la fruta madura.

El Congreso de ese país aprobó, en 1992 la Ley Torricelli, que dotaba al bloqueo de carácter extraterritorial y, a su vez, la ultraderecha de la Florida incentivó, con una campaña mediática, la migración ilegal a través del secuestro de embarcaciones, sustentada en las ventajas de la Ley de Ajuste Cubano.

Mientras la política estadounidense aumentaba la asfixia sobre la Mayor de las Antillas y generaba grandes carencias, al mismo tiempo, por intermedio de la entonces Oficina de Intereses del Gobierno de Estados Unidos en La Habana, intentó oponer a los habitantes de esa ciudad a su propia dirección, como si resultara la principal culpable de sus penas.

En esta urbe, aquel día de agosto, una multitud de elementos antisociales arremetió con violencia contra la policía, apedreó vidrieras, saqueó comercios, volteó contenedores de basura...

Con un cuidadoso montaje de la escena, varias cámaras posicionadas en el Malecón de la capital filmaron el desorden, para construir el relato de unas protestas espontáneas y la represión de un régimen tiránico contra el sacrosanto derecho occidental de la libertad de expresión.

El objetivo consistía en crear un caos y un enfrentamiento civil para quebrar la imprescindible unidad en torno al proyecto de nación, y justificar un envío de ayuda humanitaria, como disfraz a la intervención militar. 

Pero las intenciones desestabilizadoras encontraron el puño popular en lugares como la esquina de Prado y Malecón, adonde acudieron decenas de integrantes del contingente de la construcción Blas Roca, uno de los cuales perdió un ojo por el lanzamiento de objetos desde un edificio aledaño. Muchos jóvenes y residentes del Vedado se sumaron a la movilización.

Cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz conoció de los disturbios, una vez más predicó con el ejemplo. Con una gran fe y respeto hacia sus compatriotas, ordenó a sus escoltas no efectuar ni un solo disparo.

Fidel y sus acompañantes llegaron al centro de la agitación, con el chaleco de la enorme fuerza moral como escudo. Los instigadores desaparecieron, y un gigantesco coro de «Fidel, Fidel» anunció, sin la menor duda, la victoria.

El líder señalaría, 12 meses después: «Todos los años tendremos el deber de recordar la gran victoria del 5 de agosto de 1994, en que el pueblo aplastó la contrarrevolución sin disparar un tiro, porque dice mucho esta fecha, enseña mucho y alienta mucho».

Entre las lecciones emanadas de aquellos acontecimientos, y como recordara el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, durante la secuela del 11 de julio de 2021, estamos llamados a conquistar las calles ante eventos extremos y, además, con el esfuerzo cotidiano.       

También quedó demostrado, hace 30 años, que el arma más importante de la administración revolucionaria es el apoyo de su gente, en las malas y en las buenas.

Pero ese respaldo requiere la renovación del crédito de la confianza popular, heredado por los continuadores de la generación histórica, solo posible gracias al trabajo infatigable, codo a codo, con el fin de superar las dificultades. Para derrotar los planes enemigos, únicamente vale una fórmula: andar unidos en la realización de los sueños de justicia y progreso, y defenderlos a cualquier precio.  (Jorge Ernesto Angulo Leiva)

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