La búsqueda de tratamientos más efectivos contra la enfermedad de Alzheimer (EA) representa, en la actualidad, un asunto de máxima prioridad en la ciencia médica mundial, por sus crecientes impactos en materia de salud y el altísimo costo en el orden social, económico y familiar.
Descrita en 1906 por el neurólogo alemán Alois Alzheimer –de ahí su nombre–, constituye un tipo de demencia que, de manera progresiva, daña la memoria del paciente y lo hace perder la capacidad de pensar, hablar, escribir, decidir y moverse por sí mismo, hasta dejarlo postrado y totalmente desvalido.
Considerada la más frecuente de las demencias, esa enfermedad neurodegenerativa afecta en el presente a más de 50 000 000 personas en todo el orbe. La cifra, de acuerdo con las proyecciones recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aumentará a 80 000 000, en 2030, y a 152 000 000, en 2050.
La dolencia suele aparecer después de los 65 años, pero alrededor del 5 % de los casos puede tener un origen precoz, mucho antes de esa edad.
Aunque la ciencia no conoce todavía con certeza las causas que la originan, los signos distintivos para la detección del Alzheimer son, principalmente, la presencia –en los estudios imagenológicos del cerebro– de las denominadas placas neuríticas beta amiloides, conformadas por el péptido beta amiloide y las marañas neurofibrilares, formadas por la proteína Tau hiperfosforilada.
Estudios realizados en Cuba, bajo la guía del doctor en Ciencias Médicas Juan de Jesús Llibre Rodríguez, permitieron estimar en 10,2 %, la prevalencia de la demencia en la población cubana de 65 años y más, siendo la enfermedad de Alzheimer la principal causa.
Hasta la fecha, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos, ha aprobado siete medicamentos para ser utilizados en la terapia del Alzheimer (rivastigmina, galantamina, donepezilo, memantina, memantina más donepezilo, aducanumab y lecanemab), pero el efecto clínico no ha sido el esperado, incluso, para mejorar determinados síntomas.
Ventana al futuro.
Tomando en cuenta el acelerado proceso de envejecimiento de la población cubana, observado a lo largo de los últimos cinco lustros, y que en la prevalencia del síndrome demencial en los adultos mayores, el Alzheimer ocupa una posición prominente, científicos cubanos trabajan en la obtención de fármacos que abran un camino esperanzador en la terapia de la devastadora dolencia.
Uno de los proyectos investigativos más promisorios consistió en el desarrollo de una formulación novedosa de eritropoyetina humana recombinante (NeuroEPO), un resultado del Centro de Inmunología Molecular (CIM), en colaboración con el Centro de Investigación y Desarrollo de Medicamentos (Cidem)y otras instituciones, pertenecientes al Grupo Empresarial BioCubaFarma.
Como refiere a Granma la doctora en Ciencias Teresita de Jesús Rodríguez Obaya, gerente del producto NeuroEpo en el CIM, a finales del pasado siglo la comunidad médica internacional notó que los pacientes con anemia asociada a la insuficiencia renal, tratados con la eritropoyetina (EPO), y que, además, padecían Alzheimer, Parkinson u otras enfermedades neurodegenerativas, mejoraban la función cognitiva.
«Ello condujo a que instituciones científicas de diferentes países comenzaran a estudiar los posibles efectos neuroprotectores de esa molécula. Sin embargo, los resultados pusieron de manifiesto los efectos adversos que causaba, lo cual ponía en riesgo la vida de los pacientes.
«Al valorar lo anterior, los especialistas cubanos se dieron a la tarea de tratar de modificar la molécula, y con la labor conjunta de las entidades mencionadas y la colaboración del Centro para la Producción de Animales de Laboratorio (Cenpalab), pudo obtenerse un nuevo tipo de EPO con un contenido bajo en ácido siálico y de uso por vía intranasal, lo cual favorece su rápida eliminación en el organismo reduciendo al mínimo los efectos secundarios adversos. Se le denominó Eritropoyetina básica».
Según precisó la doctora Teresita Rodríguez, el producto fue mejorado posteriormente en el CIM, hasta lograr una EPO que se asemeja, en sus características, a la producida por el cerebro.
Esta ha sido estudiada de manera profusa y multidisciplinaria en investigaciones emprendidas con diferentes modelos animales y enfermedades, realizados en Cuba y en universidades extranjeras, recalcó.
¿Qué muestran los ensayos clínicos?
Consultadas por este rotativo, las doctoras en Ciencias Tania Crombet Ramos, directora de Investigaciones Clínicas del CIM, y Leslie Pérez Ruiz, a cargo de los ensayos clínicos con la Neuroepo, señalaron que el primer ensayo en la enfermedad de Alzheimer comenzó en diciembre de 2016, e incluyó a 174 pacientes.
«Las entidades participantes fueron el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INN) y el hospital Iván Portuondo, de San Antonio de los Baños. Los resultados observados, en cuanto a eficacia y seguridad, permitieron que el Centro para el Control Estatal de Equipos, Medicamentos y Dispositivos Médicos (Cecmed), la agencia reguladora cubana, otorgara, en marzo de 2022, el registro condicionado del fármaco para la enfermedad de Alzheimer leve y moderada.
«También evidenciaron una mejoría, o estabilización, del deterioro cognitivo más del 80 % de los pacientes que recibieron el producto en investigación, con relación a los que recibieron placebo, algo reflejado, igualmente, en el aspecto psiconductual».
Al tratarse de una formulación intranasal, su aplicación es muy cómoda para el paciente, la enfermera o el cuidador.
De acuerdo con lo expresado por las dos científicas, el estudio fue publicado en diciembre de 2023, en la revista Alzheimer & Research Therapy, con un alto impacto.
«En estos momentos hay otros dos en ejecución, bajo la conducción y monitoreo del Centro Nacional Coordinador de Ensayos Clínicos».
Recientemente, el trabajo Neuroepo Plus en el síndrome clínico Alzheimer leve moderado, mereció Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba 2023.
Con la Neuroepo, resaltó la doctora Tania Crombet, hemos realizado, asimismo, estudios en Ataxia espinocerebelosa tipo 2 y en Parkinson, publicados en la revista Movement disorders, cuyas conclusiones son alentadoras en la mejora de la sintomatología motora y cognitiva, corroborando así sus efectos neuroprotectores. (Orfilio Pelaez)