En el arsenal de agresiones contra Cuba, el Gobierno de EE.UU. ha puesto en práctica un centenar de variables de terrorismo que van desde el sabotaje a aviones civiles hasta la guerra biológica y el bloqueo económico.
Desde ese país se llegó a crear una de las redes terroristas más grandes y peligrosas del mundo, integrada por organizaciones que trazaron un triste corolario de crímenes.
Entre ellas destacó Omega 7, fundada en Estados Unidos el 11 de septiembre de 1974, organización que perpetró, entre 1963 y 1981, más de 60 ataques terroristas contra instalaciones cubanas e instituciones comerciales.
El 11 de septiembre de 1980, Omega 7 se adjudicó el asesinato, en el barrio de Queens, en Nueva York, del diplomático cubano Félix García Rodríguez.
A lo largo de más de seis décadas, 3 478 víctimas mortales y 2 099 discapacitados ponen nombres a las estadísticas de esta guerra contra Cuba.
Recordemos los ataques a embarcaciones pesqueras y mercantes, como el ocurrido contra el buque español Sierra Aránzazu, que causó la muerte al capitán y a dos de los oficiales
Por otro lado, no podemos olvidar la guerra biológica, dirigida a destruir la agricultura y dañar la salud de los cubanos.
Con el objetivo de enfrentar las acciones violentas organizadas desde Washington, hombres y mujeres nacidos de las entrañas del pueblo, corren todos los riesgos y hacen todos los sacrificios.
El 12 de septiembre de 1998 fueron detenidos en EE.UU. cinco cubanos que decidieron dedicar sus vidas a la lucha contra el terrorismo en la ciudad de Miami.
Por esa razón, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González cumplieron severas e injustas sanciones por más de 16 años.
Sin embargo, a pesar del alto precio en vidas y recursos materiales que esta política homicida ha costado al pueblo cubano, Washington diseñó, desde los primeros años de la Revolución, una estrategia de descrédito, con el objetivo de justificar el sitio permanente y presentar a la Mayor de las Antillas como país terrorista.
La inclusión de la Isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo del Departamento de Estado de EE.UU. se trata de una medida que va mucho más allá de aislar a un adversario de la Casa Blanca.
Tal medida forma parte del flagelo que dicen combatir. No se puede ver por separado del bloqueo ni de las acciones violentas o de la guerra cognitiva, forma parte de un todo concebido para poner de rodillas a un pueblo.
A pesar de todo, la Mayor de las Antillas, que es signataria de 19 convenios internacionales relacionados con el enfrentamiento al terrorismo, condena este azote, y continuará honrando los compromisos asumidos en esta materia, una responsabilidad que elevó a rango constitucional en 2019. (Raúl Antonio Capote)