Mirar hacia calles, callejuelas, portales y aceras conmueve tanto como el rostro de los días y de las personas aquí. Haberlo visto más de una vez en jornadas recientes no se libera de la sacudida a quien recorre esta cabecera municipal.
Es una galería al aire libre, la más inmensa y desoladora que por acá se recuerde; muebles, colchones, camas, equipos electrodomésticos, medios de cocción, enseres y pertenencias, objetos de todo tipo expuestos al sol por sus dueños.
Resulta hosco el testimonio del desastre en que amaneciera San Antonio del Sur el lunes pasado, después de que el escurrimiento de las lluvias del huracán Oscar sobre las montañas al norte del municipio provocara la mayor y más brusca crecida del río Sabanalamar, la cual sorprendió dormida a esta demarcación en la madrugada.
Inmersas en recuperar sus pertenencias todo lo posible, subyace en la gente una callada resistencia a la rendición. O prefieren no hablar, o no aciertan con las palabras, y le echan mano al silencio: hay miradas tristes, ojos que miran a ningún lugar, que buscan puntos indefinidos, como en un intento de descubrir el final de esta pesadilla.
Hay elocuencia de esa expresión en las pupilas de Carlos Luis García, perplejo aún por la sorpresa de la madrugada fatal, cuando despertó acorralado junto a la familia, y dirigió su voz en solicitud de auxilio a la acera de enfrente, donde radica una estación de la pnr.
Temor «por mis hijas y nietos, por mi esposa, por mí», sintió al despertar entrampados por todos los flancos, «una trampa mortal,dice, De inmediato los compañeros de la Policía acudieron en nuestro auxilio, pero ya la calle era como un río, como un monstruo».
A esa hora el trabajador bancario sintió «miedo de entregarle los niños a los combatientes del Minint que ya estaban en el portal, me pareció que en el cruce la corriente podía zafárselos de los brazos; se lo dije, le di las gracias y opté por otra variante».
El hombre ayudó a que Sonia Lianet, su hija, anclara arriba, en la viga del cerramento, punto más alto a su alcance en el interior del hogar. A ella les entregó a Carlos Yunior, de tres años, y a Carlos Alejandro, de 10.
Las otra hija y la esposa de Carlos Luis García, al lado de él, parados sobre un mueble, y hasta el amanecer resistieron los embates de la crecida. «Todavía me parece increíble haber podido escapar ,cuenta ahora, aún no entiendo lo que ocurrió; en 42 años de residencia en este lugar, nunca antes vi nada parecido».
«Mire esto», invita Carlos, tras resumir los destrozos que dejó el río en su hogar: «Esa ropa tal vez podamos recuperarlas», dice, señalando a unas piezas de vestir que, con las huellas del desastre, penden de un cordel en la sala; «¡pero estamos vivos!», concluye. Hay un matiz de alivio en la frase.
Esa sensación de suerte, el hecho de no haber amanecido en «el otro mundo» arrastrados por la avalancha del Sabanalamar, es común entre tanta angustia.
«Tranquilo, no te pongas así, ¡estamos vivos!, ¿no te das cuenta?», persuadía desde su celular una joven descalza, desde la calle principal del poblado. Con disimulo caminé junto ella, al término de la plática la pregunta no se hizo esperar: «¿Parece que acabas de hablar con algún familiar que está lejos?».
–Sí, era mi papá desde La Habana, está desesperado, no sabía de nosotros; ahora Etecsa nos facilitó un tiempito de conexión con la electricidad de un grupo electrógeno, y aproveché para comunicarme.
A Yainqueline Sosa Tamayo, así se llama la joven, se une su esposo Yoelkis Mesón, y narran entre los dos el drama en el que se vieron en Pan de Azúcar, su barrio. Pasaron trabajo para salir, pues la corriente intentó impedírselo. «Perdimos todo, es verdad, remarca Yoelkis, pero estamos aquí para hacer el cuento, y salvamos a Isel Vanesa y a Kian Alberto, nuestros hijitos; en ese momento tuvimos ayuda de los vecinos».
Guantánamo en el abrazo de todo el caimán
Estimuladas por un elemental sentido humanitario, las provincias cubanas se organizan para apoyar, en todo lo posible, a los damnificados por el fenómeno meteorológico.
Por ejemplo, en los nueve municipios de Santiago de Cuba se desarrolla un amplio movimiento de donaciones de sangre, para suplir las demandas de las instituciones de Salud guantanameras
Se destacan los donativos de trabajadores por cuenta propia destinados a niños con enfermedades crónicas y otras personas y familias en situación de vulnerabilidad de los territorios afectados.
Asimismo, una brigada con 20 artistas, promotores culturales e instructores de arte de la Brigada José Martí, se alista para salir el sábado hacia Guantánamo, y llevar el arte hasta las comunidades del Alto Oriente.
A ellos se unirán 15 constructores de la entidad constructiva de Cultura en Santiago, para sumarse a los trabajos de recuperación.
Los sindicatos han respondido también, con rapidez, al llamado de ayudar a liquidar las secuelas de Oscar. Idalmis Serrano Gómez, secretaria general del Comité Provincial de la Central de Trabajadores de Cuba (ctc) de Holguín, dijo que el Sindicato de la Construcción ha sido muy activo en la organización de las fuerzas del ramo en la provincia, que ya están en varios municipios guantanameros, representadas hoy por personal y medios técnicos de cuatro empresas que realizan labores complejas, entre ellas, la reparación de vías.
Mientras, en Matanzas, las 13 sedes municipales de la ctc reciben donativos, en tanto en la dirección cabecera clasifican los artículos para su definitivo envío, hoy viernes.
Otra vez a flote lo solidario, esa fuerza que casi desde el inicio desborda a la vecindad y se expresa en caravanas crecientes, de batas blancas, de verde olivo, de las tonalidades que identifican a constructores, linieros, a operarios de Etecsa,, corazones y brazos que arriban a San Antonio del Sur, Imías, Baracoa y Maisí para, juntos, cicatrizar la herida. Es todo un monumento a la hermandad solidaria. (José Llamos Camejo)