Entre tantas otras virtudes que posee, La Colmenita es, también, un proyecto visionario. Hace 35 años oteó el horizonte de la humanidad y percibió las carencias más notorias de estos tiempos grises, cuando algunos escarnecen la dignidad, son quemadas las etapas infantiles y la frivolidad más vacua gana impensable espacio.
Entonces, desde aquel mismo momento, Carlos Alberto Cremata Malberti, los integrantes de su valioso equipo de trabajo y sus niños se dedicaron a suplir esas ausencias.
Lo han hecho por medio de una obra de fe que rellenó los grises de color, mediada por un amor mayúsculo de raigambre martiana y luz de futuro. Una obra que cree y defiende el bien, desde el cual se instituye y gesta.
Mucho de cuanto estamos urgidos hoy se desperdiga en el tejido afectivo–educativo de esta Compañía de Teatro Infantil; a saber, concordia, solidaridad, humanismo, ternura, identidad, fidelidad, patriotismo, ética, civilidad, inclusión, pasión por el conocimiento…
Escuela y cátedra que es la estructura, no en balde el líder de la Revolución Cubana, General de Ejército Raúl Castro Ruz, en carta de felicitación por el aniversario 30, escribió: «Enseñan tanto como el maestro y al igual que el mejor de los libros convencen de la importancia de estudiar, de comportarse adecuadamente, de ser educado y respetuoso, y de llegar siempre a la esencia más profunda de las cosas».
Como una muestra de la fuerza de la cultura en defensa de la Patria y como el más valiente de los soldados, calificó Raúl, en la ocasión, el quehacer de La Colmenita.
Abrazado al precepto del Apóstol de la independencia, de que la enseñanza debe ser sabrosa y útil, el director teatral y pedagogo Tin Cremata ha enseñado a muchas generaciones de niños y adolescentes a entretenerse formándose, a disfrutar comprendiendo y legitimando nuestros valores.
También ha enseñado a crecer sin dejar de tener la infancia en el pecho, a querer a su compañero por el simple hecho de serlo y sin que medie otra razón, a amar con toda intensidad a todos.
Justo un Día del Amor y la Amistad, el 14 de febrero de 1990, fue fundada una institución escénica cubana que, al paso de los años, se convirtió en referente del trabajo comunitario y de expansión de su obra a otras provincias del país y a otras naciones del mundo.
A través de tres décadas y media, el arte del colectivo fue trasladado a múltiples comunidades, en un trabajo de extensión que permitió presentar la creación de este laboratorio de ideas que es el proyecto, a un público geográficamente lejano de las ciudades y plazas teatrales.
Lo han hecho en localidades nacionales muy intrincadas, pero, además, en hospitales, en demarcaciones afectadas por fenómenos naturales, en los cerros venezolanos o en espacios en los que imperaban las pandillas de El Salvador, por ejemplo.
En ese país centroamericano, como parte de los talleres de La Colmenita, estuvieron inscritos hijos de personas pertenecientes a tales grupos, lo cual habla también de la vocación integradora de un colectivo que no desdeña ni clausura.
Aquí se abren puertas, sin creer en ningún tipo de limitaciones. La palabra, de hecho, no forma parte del vocabulario colmenero, caracterizado por recibir, aunar y asegurar esa igualdad esencial de los seres humanos. Esa que no distingue de extracción social, razas, condición intelectual u otras circunstancias que en latitudes diferentes suponen barreras, pero acá no significan nada.
La Colmenita edificada por el Héroe del Trabajo de la República de Cuba y premio nacional de Cultura Comunitaria, Carlos Alberto Cremata Malberti, es interacción y participación, creatividad e impulso improvisador siempre tenido en cuenta, tormenta de ideas, aula de gestación colectiva, forja de aspiraciones.
Embajadora de buena voluntad de Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), la Compañía de Teatro Infantil representa una auténtica emisaria de la voluntad de hacer y creer.
La aseveración se expresa en un repertorio escénico tan distendido como aportador, entre cuyas piezas se recuerdan con agrado a La cucarachita Martina, Elpidio Valdés y Los Van Van, Meñique, Travesía mágica, Bululú y medio, Pedro y el lobo, Abracadabra, Fábula de un país de cera, Ajiaco de sueños o Los cuentos cubanos de Andersen, entre muchas otras, igual de presentes en el imaginario del receptor infantil y general.
Con coproducciones meritorias junto a relevantes agrupaciones escénicas del planeta, e intervenciones en el cine, la televisión y la música a través de varios proyectos, La Colmenita ha de verse, igualmente, como una plataforma cultural de dimensión múltiple.
Al cumplir, ayer sus primeros 35 años, vaya implícita en estas líneas la gratitud de un pueblo por su contribución a convertirlo en más humano, generoso, sensible, cordial y patriota. (Julio Martínez Molina)