La última etapa de nuestras luchas por la liberación nacional (1956-1958) tuvo, en el Segundo Frente Frank País García, fundado el 11 de marzo de 1958, uno de los mejores ejemplos de cómo la Revolución transformaría, desde la base, la vida nacional. El Segundo Frente fue «un pequeño Estado revolucionario dentro de otro», afirmó el entonces Comandante Raúl Castro Ruz, su jefe y fundador.
Las jornadas previas fueron de una larga y angosta marcha desde Pata de la Mesa, pasando por San Lorenzo, lugar donde cayó Carlos Manuel de Céspedes, hasta Piloto del Medio. Allí Raúl, con algo más de 50 combatientes, ejecutó la orden del Comandante en Jefe de constituir el Frente que devino, en los 12 000 kilómetros cuadrados que abarcó, «modelo de organización, administración y orden».
No solo trascendió por las acciones combativas o por los Congresos Campesino y Obrero en Armas, sino por haber establecido departamentos para atender la educación, sanidad, finanzas, propaganda, justicia, construcción y comunicaciones, en coherencia con el Programa del Moncada y de la República «con todos y para el bien de todos», que se edificaría tras el triunfo del 1ro. de enero de 1959.
Los servicios de educación y salud no distinguieron entre los guerrilleros y la población, que se sumó activamente a las tareas del Frank País García, y vio al Ejército Rebelde como su propio ejército.
Veinte hospitales y puestos médicos de campaña, unas 400 escuelas, cientos de kilómetros de caminos y líneas telefónicas dan fe de lo realizado en pocos meses. Por medio del impuesto de guerra se recaudaron más de dos millones de pesos, que fueron destinados para la compra de armas en el exterior y el sostenimiento del Frente.
En el mes de octubre, por la Orden 49 del Comandante Raúl Castro, fue promulgada la Ley Orgánica del Frente, que incluyó las seis columnas que operaban, la Fuerza Aérea Rebelde, los mencionados departamentos, así como la Comandancia Central y los Buroes Agrario y Obrero.
La valiosa experiencia del Segundo Frente demostró cómo, en medio de la adversidad, y con unidad monolítica, se pudo enfrentar a un ejército superior en armas y recursos, concebir políticas socioeconómicas que respondían a las necesidades de las masas populares, y llevarlas a la práctica.
Hoy el contexto es diferente, pero los principios y los ideales que nos mueven son los mismos: apostar por la plena justicia social, y que siga estando el pueblo en el centro de la obra de la Revolución. (Luis Alberto Portuondo)