Duaba, en el camino de Cuba

A 130 años del desembarco por Duaba, el deber convoca desde el ejemplo, frente a dificultades que solo la virtud puede vencer.

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Monumento al desembarco en Duaba
(Foto: Escalona Furones, Leonel)
Tomado de la edición digital del periódico Granma
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01 Abril 2025

Nuestro triunfo es un hecho» proclamaba erguido «el gallardo Flor», desde la arena húmeda de la Patria, donde las olas rabiosas del Atlántico acababan de arrojarlos a él y a sus compañeros, casi a punto de naufragar.

Flor Crombet lo proclamó cuando todavía él, ni los hermanos Antonio y José Maceo, ni ninguno de los valientes que integraban la expedición, conocían el lugar exacto al que habían arribado. Que aquella era la desembocadura del Duaba se lo diría poco después un labriego. 

Mas, desde el principio se supieron en suelo patrio, y eso explica la certeza de la proclama. ¡Cuánta luz emergiendo de unas palabras dichas y asumidas por 23 hombres que, en la madrugada, parecían siluetas en la oscuridad inmisericorde de aquel 1ro. de abril!

A un lado quedaron las personales querellas y diferencias. Por encima de ellas, la razón sagrada, mayúscula: el compromiso con Cuba; una empresa mayor: la libertad, la independencia, la dignidad plena de un pueblo merecedor que se disponía a conquistarla. 

Por delante, la guerra, Necesaria pero dura, como todas las guerras, persecución, sufrimientos, penurias, sacrificios, cercos, fatigas, emboscadas, muertes…, un camino «lleno de abrojos y espinas», anunciado por el Titán de Bronce semanas antes.

En la carta plena de amor, dirigida a su esposa, en la que le vaticinada tal realidad, junto al nombre de María Cabrales, bien pudiera aparecer como destinataria también el de Cuba, e igual, como remitentes en este último caso, los demás patriotas y el pueblo de la Isla amada.

Ciento treinta años han transcurrido. La libertad y la independencia que entonces eran deseos, son ahora conquistas. Pero hostigadas, calumniadas, amenazadas. Y eso plantea una pelea igual, Necesaria, aunque en circunstancias distintas. 

El mismo deber que mandó a «sacudir el yugo», ahora manda a impedir que las cadenas del pasado regresen. El compromiso convoca desde el ejemplo frente a dificultades que la virtud solo podrá vencer. «¡Cuánto importa el deber de los hombres honrados!», parece repetir el Titán de Bronce.

Lo más probable es que ahora, con el aval de la historia, José Martí hubiera enarbolado el mismo mensaje: «lo bello es que llegamos a donde estamos sin una sola reserva, ocultación ni doblez».

Y quién duda que también «el gallardo Flor», desde Duaba, en el camino de Cuba, con la dignidad llameante en el pecho que es de su pueblo, repetiría la certeza: «nuestro triunfo es un hecho». (José Llanos Camejo)

 

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