Los cigarrillos electrónicos resultan dañinos para la salud. (Foto: Tomada de internet)
Liliet Barreto Hernández, Leslie Díaz Monserrat; y Darline Shenandra Carbó Díaz, Roxana Martínez Abreu y Betsabé Torres Marrero (estudiantes de Periodismo)
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02 Abril 2019
02 Abril 2019
hace 5 años
A los doce años probó la primera bocanada. Desde entonces lleva una caja en el bolsillo. Los días malos necesita por lo menos dos. Incluso, a pesar de la tos persistente y de lo poco que le dura el salario, no ha podido desprenderse de ese cilindro blanco de pocos centímetros que lo domina.
Su hijo no soporta el olor que desprende. Juró que jamás fumaría. Sin embargo, ahora le regalaron un aparato con mucho swing, que lo hace ser parte del selecto club de los que tienen cigarrillos electrónicos.
El padre escuchó en las noticias que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), anualmente el tabaquismo mata a más de 7 millones de personas, pero no cree que un día le toque a él. El joven con quien vive solo sabe que los artistas de moda usan cigarrillos electrónicos. Ambos, a su forma, tienen una especie de verdugo que los controla y del que no se pueden desprender.
Moda y modelos a imitar
Poco a poco aparecen en nuestra cotidianidad los cigarrillos electrónicos. Según Luis Alberto López Rodríguez, estudiante de quinto año de Ingeniería Automática, tiene amigos que lo usan.
«Creo que lo hacen para lucir o para, como se dice en la calle “inflarâ€, pues ahora la gente joven está detrás de todo lo que hagan los cantantes de trap ».
Anay Camila Echemendía Castro cursa el primer año de Comunicación Social y piensa igual.
«Se ha vuelto una moda, como las gafas con forma de gato o cualquier otra cosa. Hay personas que ni siquiera fuman y lo utilizan para pertenecer a un grupo. Creo que los traen de otros países y los revenden aquí ».
Por ejemplo, Mario Reyes González se compró uno en Guyana:
«Me costó 14 dólares. A veces contienen nicotina. Vienen con diferentes sabores, y en algunos el humo les cambia de color, el mío es de fresa ».
Algunas personas los usan para dejar de fumar. Ese es el caso de María Santana Cruz.
«Los he visto de todas las formas, existen unos que no son electrónicos, sino que se les cambia un pequeño recipiente que contiene la sustancia de diferentes sabores ».
Todavía escasea el conocimiento sobre ellos. A Odaisy Becerra Molina, quien cursa el tercer año de Comunicación Social, le han dicho que no crean adicción y no le hacen daño al organismo, «por lo que creo que es una mejor opción ».
Quizá por ello, Carlos Jesús García Pérez los utiliza, «y todos mis amigos también. Me encanta el sabor, los hay de fresa, de menta, de tutti frutti. Tengo que decir que entre mis amistades es muy popular y te hace marcar la diferencia con respecto al resto de los jóvenes. Comencé esta práctica porque muchos de mis artistas favoritos los usan. Me encanta el olor del humo que desprenden y me relaja al mismo tiempo ».
Con estudios sobre el consumo del tabaco, Reinier Martín González, profesor de Psicología y responsable del programa de prevención del hábito tabáquico en el contexto universitario, asegura que entre los estudiantes de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas hay dos tipos de consumo: el social (la gran mayoría según las encuestas aplicadas) y los jóvenes con un nivel de adicción, que representan del 5 al 10 % de la comunidad estudiantil.
El primero ocurre cuando la persona fuma por embullo, y lo hace solo para socializar. La adicción viene ligada a la necesidad porque ya se ha construido un hábito.
Según Reinier, en la Universidad se aprecia el gusto por el H. Upmann como la marca más barata. El consumo social está asociado a los cigarros Hollywood sobre todo el que tiene el click, el último que salió, y lo hacen por «especular ».
En el caso de los electrónicos todavía no son mayoría. Al referirse a la adicción, explicó que los tradicionales tienen sustancias tóxicas como la nicotina y el alquitrán, que generan un efecto nocivo en el organismo y una adicción biológica. Pero estos modernos artilugios sí desarrollan mecanismos de habituación, que es el componente psicológico del hábito.
Los orígenes
En los últimos años algunos fumadores optan por las nuevas tendencias relacionadas con la tecnología y prefieren sustituir el tabaco por los cigarrillos electrónicos, conocidos también como e-cig, e-cigarro, e-cigarrillo, e-cigar o vaporizadores (vaping). Este nuevo tipo de cigarrillo fue introducido en el mercado por el farmacéutico chino Hon Lik, en el 2003.
Su diseño generalmente imita un cigarrillo o una pipa. El aparato, impulsado por una batería, contiene un cartucho recambiable o recargable, pero también existen e-cigarrillos desechables. A diferencia de los convencionales, que queman tabaco para generar humo, estos vaporizan un líquido que algunos llaman e-líquido, el cual se adquiere por separado en frascos pequeños (llamados recargas), y ya existen en el mercado más de 7000 variaciones de sabores.
El e-líquido está compuesto por: propilenglicol (generalmente alrededor del 70 %) o glicerina vegetal (generalmente alrededor del 20 %), nicotina en diferentes dosis (entre 0 mg y 54 mg/ml), sabores y aromas. Diversos estudios muestran que la dosis de nicotina que «dicen tener » los cartuchos muchas veces no coincide con la que «realmente » poseen.
«Vapear », ¿sinónimo de salud?
La venta de los vaporizadores se ha convertido en un gran negocio. Muchos justifican su uso como una alternativa para dejar de fumar y eliminar el olor, mal aliento, las quemaduras y cenizas… que provocan los tabacos reales.
Cuando no contienen nicotina ni tabaco, pasan a llamarse vaporizadores. Vapear es el acto de inhalar vapor.
Los expertos especulan que pudiera producir menos toxicidad que el cigarro convencional, pero no hay estudios que lo demuestren. No se conocen los efectos a largo plazo del uso del cigarro electrónico. A altas temperaturas el propilenglicol se descompone y puede ocasionar óxido de propileno, probable carcinogenético. El glicerol produce acroleína, aunque en menor proporción que el pitillo tradicional. También se han hallado trazas de carcinógenos propios del tabaco clásico, como nitrosaminas, metales, compuestos fenólicos y orgánicos volátiles. Los niveles de níquel detectados son mayores que los hallados en el tabaco clásico.
Por otra parte, los cigarros electrónicos que incluyen nicotina aumentan la frecuencia cardíaca y los niveles de cotinina en sangre. Esto varía en función de la experiencia del fumador y la técnica de inhalación o vapeo.
Un estudio estadounidense publicado en Frontiers in Physiology sugiere que los e-líquidos, especialmente con sabores a vainilla o canela, podrían dañar los pulmones, incluso cuando no contienen nada de nicotina.
En este sentido, Yaimara Suárez Castillo, especialista de Primer Grado en Neumotisiología, aseveró que en el mundo se aconseja no adquirir estos artefactos porque no son tan inocuos como se presentan; además, se han reportado casos de explosión de las baterías, con quemaduras y otro tipo de afectaciones.
En cuanto al cigarro convencional, la doctora insistió en la toxicidad del humo, el cual contiene una serie de componentes como la nicotina, las aminas aromáticas, sustancias muy tóxicas para el organismo, fundamentalmente para el árbol bronquial y, de manera general, para el pulmón.
«El tabaquismo constituye causa fundamental de la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) y uno de los principales factores de riesgo para el cáncer de pulmón, el cual ocupa la primera causa de muerte por cáncer en Cuba.
«Por ejemplo continúa la especialista, Villa Clara posee el mayor índice de cáncer del país y dentro de ellos, el cáncer de pulmón lidera en el primer lugar ».
Existe una relación proporcional entre el humo del cigarro y esta enfermedad.
Para Yaimara Suárez Castillo no existe opción: ni el tradicional ni el electrónico. Fumar no trae buenas consecuencias para el organismo, pues también influye en la aparición del cáncer de mama, vejiga, estómago y el de cabeza y cuello.
¿Piense usted cuál de estos estaría dispuesto a padecer?