Caracas, Venezuela.– Si bien los motivos de la actuación del sector más extremista de la oposición venezolana tienen raíces expansionistas, lo que no se puede negar es su persistencia. Tanto representa el control de esta nación para su poderío que, cada vez que fracasan en el intento de dominarla, buscan nuevas formas.
La guerra convencional no les ha dado resultado. La batalla en las calles la perdieron desde que el mismo pueblo salió a la contraofensiva. Entonces, mudaron su embestida al campo digital.
«Lo que estamos viviendo en Venezuela es un intento de ocupación, no militar, sino digital, cognitiva, cultural e informativa», asegura Tania Díaz, rectora de la Universidad Internacional de las Comunicaciones, en Caracas.
«En 2022, la OTAN habló de aplicar sobre la humanidad una nueva forma de dominación cultural llamada guerra cognitiva. Decían que no se conformaban con modificar la apreciación de las personas sobre determinados temas, sino que su pretensión era reconfigurar la manera de pensar y de ver el mundo, alterar la percepción hasta convertirlos en esclavos baratos de su modelo político-económico».
De acuerdo con la también diputada a la Asamblea Nacional, tras un estudio multidisciplinario con sicólogos y otros especialistas, la conclusión es que «lo que ha ocurrido sobre Venezuela es la primera operación de ciberterrorismo sicológico. Algunos lo llaman fascismo cibernético», apunta. Es, en definitiva, la materialización de aquella «dominación cultural» de la que hablaba la OTAN.
Desde su punto de vista, «es una operación de propaganda de guerra desplegada a través de la poderosa herramienta comunicacional que son las redes sociales». Sobre su connotación y la forma en que la han ejecutado, remarca que se orquestó mediante ataques selectivos a través del algoritmo, dirigidos a los sectores: juventud más temprana, señoras del clap y mujeres partidistas.
«Es una estrategia de terror. El registro electoral tiene nombre, número de cédula, dirección de los electores y dónde votan. A partir de ello, creemos que programaron mensajes personalizados que llegaban a través de WhatsApp al liderazgo de la juventud.
«Lo hicieron desde el 28 de julio. Es una operación de guerra muy bien pensada, pues el pueblo entre los 14 y los 24 años es el que mueve las redes sociales en Venezuela. En el registro electoral ese segmento no alcanza el 6 %, entonces uno se preguntó por qué la extrema derecha se dedicó a ese sector».
La respuesta la obtuvieron cuando, entre los detenidos de los comanditos terroristas, buena parte eran jóvenes, que se montaron en esa ola del odio sin siquiera haber ido al sufragio. «Su actuación tiene que ver con una serie de factores sicológicos. Algunas de esas claves emocionales tienen su origen en frustraciones con las dificultades de tipo familiar y económico». Ahí está el toque cognitivo.
El segmento mujer, fundamental para el sostenimiento de la Revolución, también fue atacado. «Montados en una agenda de ciberacoso, los mensajes tenían el objetivo de desmoralizar». También hubo agresiones físicas a las líderes y a las señoras que distribuyen el clap.
«Esas respuestas sicológicas tienen que ver no solo con el acceso social, sino con el consumo casi adictivo de las redes sociales, donde los referentes son inalcanzables para la mayoría, en una sociedad cercada por el capitalismo, que está inoculando modelos y metas orientadas a exacerbar la insatisfacción al no poder alcanzarlas. La comunicación digital le ha ganado terreno a la escuela y a la familia. Entonces, tienen un caldo de cultivo para canalizar frustraciones».
«Esa operación de propaganda busca separar a la sociedad, despegarte de la familia, de tu identidad, porque detrás de ello están las corporaciones que necesitan ver a Venezuela, el país con la reserva petrolera más grande del mundo, como tierra de nadie. Sin conciencia, sin instituciones y sin nadie que lo defienda».
Entonces, «creemos que el valor de la colectividad es fundamental, así como de la identidad nacional, la familia. El presidente Maduro repite una frase a la que no le hemos dado la connotación que tiene: Calles, redes, medios y paredes, porque si nos quedamos solos, somos presa fácil de todo este despliegue propagandístico».
Ante este escenario, reitera que es «una operación de dominación neocolonial, neoliberal y neofascista, diseñada para someter a los pueblos del sur global, mediante recursos estratégicos encaminados a volvernos a la esclavitud, a través de la incomunicación, que se disfraza de comunicación masiva».
La contraofensiva ante este nuevo tipo de guerra es, para la rectora, «encontrarnos en lo que somos como país, en la identidad, en lo que aprendimos de las abuelas, en la heroica historia».
Se trata de «no dejar que las generaciones jóvenes se pierdan en ese mundo digital de antivalores». Según explica, tanto las redes sociales como la inteligencia artificial son herramientas poderosas que debemos aprender a usar y, sobre todo, a entender, para a partir de ese conocimiento, crear una comunicación popular propia.
Caracas, Venezuela.– Si bien los motivos de la actuación del sector más extremista de la oposición venezolana tienen raíces expansionistas, lo que no se puede negar es su persistencia. Tanto representa el control de esta nación para su poderío que, cada vez que fracasan en el intento de dominarla, buscan nuevas formas.
La guerra convencional no les ha dado resultado. La batalla en las calles la perdieron desde que el mismo pueblo salió a la contraofensiva. Entonces, mudaron su embestida al campo digital.
«Lo que estamos viviendo en Venezuela es un intento de ocupación, no militar, sino digital, cognitiva, cultural e informativa», asegura Tania Díaz, rectora de la Universidad Internacional de las Comunicaciones, en Caracas.
«En 2022, la OTAN habló de aplicar sobre la humanidad una nueva forma de dominación cultural llamada guerra cognitiva. Decían que no se conformaban con modificar la apreciación de las personas sobre determinados temas, sino que su pretensión era reconfigurar la manera de pensar y de ver el mundo, alterar la percepción hasta convertirlos en esclavos baratos de su modelo político-económico».
De acuerdo con la también diputada a la Asamblea Nacional, tras un estudio multidisciplinario con sicólogos y otros especialistas, la conclusión es que «lo que ha ocurrido sobre Venezuela es la primera operación de ciberterrorismo sicológico. Algunos lo llaman fascismo cibernético», apunta. Es, en definitiva, la materialización de aquella «dominación cultural» de la que hablaba la OTAN.
Desde su punto de vista, «es una operación de propaganda de guerra desplegada a través de la poderosa herramienta comunicacional que son las redes sociales». Sobre su connotación y la forma en que la han ejecutado, remarca que se orquestó mediante ataques selectivos a través del algoritmo, dirigidos a los sectores: juventud más temprana, señoras del clap y mujeres partidistas.
«Es una estrategia de terror. El registro electoral tiene nombre, número de cédula, dirección de los electores y dónde votan. A partir de ello, creemos que programaron mensajes personalizados que llegaban a través de WhatsApp al liderazgo de la juventud.
«Lo hicieron desde el 28 de julio. Es una operación de guerra muy bien pensada, pues el pueblo entre los 14 y los 24 años es el que mueve las redes sociales en Venezuela. En el registro electoral ese segmento no alcanza el 6 %, entonces uno se preguntó por qué la extrema derecha se dedicó a ese sector».
La respuesta la obtuvieron cuando, entre los detenidos de los comanditos terroristas, buena parte eran jóvenes, que se montaron en esa ola del odio sin siquiera haber ido al sufragio. «Su actuación tiene que ver con una serie de factores sicológicos. Algunas de esas claves emocionales tienen su origen en frustraciones con las dificultades de tipo familiar y económico». Ahí está el toque cognitivo.
El segmento mujer, fundamental para el sostenimiento de la Revolución, también fue atacado. «Montados en una agenda de ciberacoso, los mensajes tenían el objetivo de desmoralizar». También hubo agresiones físicas a las líderes y a las señoras que distribuyen el clap.
«Esas respuestas sicológicas tienen que ver no solo con el acceso social, sino con el consumo casi adictivo de las redes sociales, donde los referentes son inalcanzables para la mayoría, en una sociedad cercada por el capitalismo, que está inoculando modelos y metas orientadas a exacerbar la insatisfacción al no poder alcanzarlas. La comunicación digital le ha ganado terreno a la escuela y a la familia. Entonces, tienen un caldo de cultivo para canalizar frustraciones».
«Esa operación de propaganda busca separar a la sociedad, despegarte de la familia, de tu identidad, porque detrás de ello están las corporaciones que necesitan ver a Venezuela, el país con la reserva petrolera más grande del mundo, como tierra de nadie. Sin conciencia, sin instituciones y sin nadie que lo defienda».
Entonces, «creemos que el valor de la colectividad es fundamental, así como de la identidad nacional, la familia. El presidente Maduro repite una frase a la que no le hemos dado la connotación que tiene: Calles, redes, medios y paredes, porque si nos quedamos solos, somos presa fácil de todo este despliegue propagandístico».
Ante este escenario, reitera que es «una operación de dominación neocolonial, neoliberal y neofascista, diseñada para someter a los pueblos del sur global, mediante recursos estratégicos encaminados a volvernos a la esclavitud, a través de la incomunicación, que se disfraza de comunicación masiva».
La contraofensiva ante este nuevo tipo de guerra es, para la rectora, «encontrarnos en lo que somos como país, en la identidad, en lo que aprendimos de las abuelas, en la heroica historia».
Se trata de «no dejar que las generaciones jóvenes se pierdan en ese mundo digital de antivalores». Según explica, tanto las redes sociales como la inteligencia artificial son herramientas poderosas que debemos aprender a usar y, sobre todo, a entender, para a partir de ese conocimiento, crear una comunicación popular propia. (Laura Mercedes Giráldez, enviada especial)