Trump afirmó en la ONU que mantendrá bloqueo contra Cuba

En su primer discurso en Naciones Unidas, Donald Trump mantuvo una posición agresiva contra Cuba y Venezuela y Corea del Norte.

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Donald Trump pronuncia discurso en Naciones Unidas.
Donald Trump pronuncia su primer discurso en la ONU. (Foto: Tomada de Internet)
Donald Trump
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20 Septiembre 2017

Discurso í­ntegro del presidente de Estados Unidos, Donal Trump en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Naciones Unidas

Nueva York, Nueva York

Presidente Trump: Sr. Secretario General, Señor Presidente, lí­deres mundiales y distinguidos delegados: Bienvenidos a Nueva York. Es un honor profundo estar aquí­ en mi ciudad natal como representante del pueblo estadounidense para dirigirme a los pueblos del mundo.

Mientras millones de nuestros ciudadanos continúan sufriendo los efectos de los devastadores huracanes que han azotado nuestro paí­s, quiero comenzar expresando mi agradecimiento a todos los lí­deres que se encuentran en esta sala que han ofrecido asistencia y ayuda. El pueblo estadounidense es fuerte y resistente, y saldrá de estas dificultades más decidido que nunca.

Afortunadamente, Estados Unidos ha tenido muy buen desempeño desde el dí­a de las elecciones el pasado 8 de noviembre. El mercado de valores se encuentra en los niveles más altos de todos los tiempos –un récord. El desempleo está en su nivel más bajo en 16 años, y debido a nuestras reformas regulatorias, entre otras, hoy tenemos más personas trabajando en los Estados Unidos que nunca antes. Las empresas están regresando, lo que ha generado un crecimiento del empleo como el que no habí­a visto nuestro paí­s en mucho tiempo. Y acaba de anunciarse que gastaremos casi $700 mil millones en temas militares y de defensa.

Nuestro ejército pronto será el más fuerte que haya existido. Durante más de 70 años, en tiempos de guerra y paz, los lí­deres de naciones, movimientos y religiones se han presentado ante esta asamblea. Al igual que ellos, tengo la intención de abordar algunas de las serias amenazas que tenemos ante nosotros hoy dí­a, pero también el enorme potencial que espera ser desatado.

Vivimos en tiempos de extraordinarias oportunidades. Los avances en la ciencia, la tecnologí­a y la medicina están curando enfermedades y resolviendo problemas que las generaciones anteriores creí­an imposibles de resolver.

Pero cada dí­a también trae noticias de peligros crecientes que amenazan todo lo que apreciamos y valoramos. Terroristas y extremistas han aunado fuerzas y se han propagado por todas las regiones del planeta. Los regí­menes canallas representados en este organismo no solo apoyan a los terroristas, sino que amenazan a otras naciones y a su propio pueblo con las armas más destructivas que la humanidad haya conocido.

La autoridad y los poderes autoritarios pretenden colapsar los valores, los sistemas y las alianzas que evitaron los conflictos e inclinaron al mundo hacia la libertad desde la Segunda Guerra Mundial.

Las redes criminales internacionales trafican drogas, armas, personas; obligan a la dislocación y a la migración masiva; amenazan nuestras fronteras; y las nuevas formas de agresión explotan la tecnologí­a para amenazar a nuestros ciudadanos.

Dicho de manera simplificada, nos encontramos en un momento de inmensas promesas y grandes riesgos. Depende totalmente de nosotros si llevamos al mundo a nuevos niveles, o lo dejamos caer en un valle de deterioro.

Está en nuestras manos, si así­ lo decidimos, sacar a millones de la pobreza, ayudar a nuestros ciudadanos a realizar sus sueños y garantizar que las nuevas generaciones de niños crezcan libres de violencia, odio y miedo.

Esta institución fue fundada luego de las dos guerras mundiales para ayudar a conformar este futuro mejor. Se basó en la visión de que diversas naciones podrí­an cooperar para proteger su soberaní­a, preservar su seguridad y promover su prosperidad.

Fue en el mismo perí­odo, hace exactamente 70 años, que los Estados Unidos desarrollaron el Plan Marshall para ayudar a restablecer Europa. Esos tres bellos pilares -son pilares de paz, soberaní­a, seguridad y prosperidad.

El Plan Marshall fue construido a partir de la noble idea de que el mundo entero es más seguro cuando las naciones son fuertes, independientes y libres. Como dijera el Presidente Truman en su mensaje al Congreso en ese momento: «Nuestro apoyo a la recuperación europea está totalmente en consonancia con nuestro apoyo a las Naciones Unidas. El éxito de las Naciones Unidas depende de la fuerza independiente de sus miembros ».

En aras de afrontar los peligros del presente y hacer realidad la promesa del futuro, debemos comenzar con la sabidurí­a del pasado. Nuestro éxito depende de una coalición de naciones fuertes e independientes que abracen su soberaní­a para promover la seguridad, la prosperidad y la paz para sí­ mismos y para el mundo.

No esperamos que los diversos paí­ses compartan las mismas culturas, tradiciones o incluso sistemas de gobierno. Pero sí­ esperamos que todas las naciones defiendan estos dos deberes soberanos fundamentales: respetar los intereses de su propio pueblo y los derechos de cualquier otra nación soberana. Esta es la hermosa visión de esta institución, y estos son los cimientos para la cooperación y el éxito.

Las naciones fuertes y soberanas permiten que diversos paí­ses con distintos valores, distintas culturas y distintos sueños no solo coexistan, sino que trabajen juntos sobre la base del respeto mutuo.

Las naciones fuertes y soberanas permiten a su pueblo tomar posesión del futuro y controlar su propio destino. Y las naciones fuertes y soberanas permiten que los individuos florezcan en la plenitud de la vida deseada por Dios.

En los Estados Unidos no buscamos imponer nuestro estilo de vida a nadie, sino dejarlo brillar como un ejemplo para que todos lo vean. Esta semana brinda a nuestro paí­s una razón especial para estar orgullosos de ese ejemplo. Estamos celebrando el 230 aniversario de nuestra amada Constitución, la constitución más antigua que aún se encuentra vigente en el mundo de hoy.

Este documento imperecedero ha sido el fundamento de la paz, la prosperidad y la libertad para los estadounidenses y para incontables millones de personas en todo el mundo cuyos paí­ses han encontrado inspiración en su respeto a la naturaleza humana, la dignidad humana y el imperio de la ley.

Lo más grande en la Constitución de los Estados Unidos son sus tres primeras hermosas palabras, que son: «Nosotros el pueblo ».

Generaciones de estadounidenses se han sacrificado para mantener la promesa de esas palabras, la promesa de nuestro paí­s, y de nuestra gran historia. En los Estados Unidos, el pueblo gobierna, el pueblo manda, y el pueblo es soberano. Yo fui elegido no para tomar el poder, sino para dar poder al pueblo estadounidense, a quien pertenece.

En asuntos exteriores, estamos renovando este principio fundacional de soberaní­a. El primer deber de nuestro gobierno es para con su pueblo, nuestros ciudadanos, para servir a sus necesidades, garantizar su seguridad, preservar sus derechos y defender sus valores.

Como Presidente de los Estados Unidos, siempre pondré a Estados Unidos en primer lugar, al igual que ustedes, como lí­deres de sus paí­ses siempre pondrán y siempre deberán poner a sus paí­ses en primer lugar. (Aplausos.)

Todos los lí­deres responsables tienen la obligación de servir a sus propios ciudadanos, y el estado-nación sigue siendo el mejor medio para elevar la condición humana.

Sin embargo, lograr una vida mejor para nuestro pueblo también requiere que trabajemos juntos en estrecha armoní­a y unidad para crear un futuro más seguro y pací­fico para todas las personas.

Estados Unidos será por siempre un gran amigo del mundo, y especialmente de sus aliados. Pero ya no se puede tomar ventaja o entrar en un acuerdo unilateral donde Estados Unidos no obtenga nada a cambio. En tanto me mantenga en este puesto, defenderé los intereses de Estados Unidos por encima de todo lo demás.

Sin embargo, en el cumplimiento de nuestras obligaciones con nuestras propias naciones, también nos percatamos de que resulta de interés para todos buscar un futuro donde todas las naciones puedan ser soberanas, prósperas y seguras.

Estados Unidos hace más que hablar por los valores expresados en la Carta de las Naciones Unidas. Nuestros ciudadanos han pagado el precio más alto para defender nuestra libertad y la libertad de muchas naciones representadas en esta gran sala. La devoción de Estados Unidos se mide en los campos de batalla donde nuestros jóvenes, hombres y mujeres, han luchado y se han sacrificado junto a nuestros aliados, desde las playas de Europa hasta los desiertos de Oriente Medio y las selvas de Asia.

Resulta un eterno motivo de orgullo para el carácter estadounidense que incluso después de que nosotros y nuestros aliados salimos victoriosos de la guerra más sangrienta de la historia, no buscamos la expansión territorial ni intentamos oponernos e imponer nuestro modo de vida a los demás. En cambio, ayudamos a construir instituciones como ésta para defender la soberaní­a, la seguridad y la prosperidad de todos.

Para las diversas naciones del mundo, esta es nuestra esperanza. Queremos armoní­a y amistad, no conflictos ni luchas. Nos guiamos por los resultados, no por la ideologí­a. Tenemos una polí­tica de realismo de principios, arraigada en objetivos, intereses y valores compartidos.

Ese realismo nos obliga a enfrentar esta pregunta frente a todos los lí­deres y naciones en esta sala. Es una pregunta que no podemos evadir ni evitar. ¿Caeremos en el camino de la complacencia, insensibles ante los retos, las amenazas e incluso las guerras que enfrentamos, o contamos con suficiente fuerza y orgullo para enfrentar esos peligros hoy para que nuestros ciudadanos puedan disfrutar de paz y prosperidad mañana?

Si deseamos levantar a nuestros ciudadanos, si aspiramos a la aprobación de la historia, entonces debemos cumplir con nuestros deberes soberanos para con el pueblo que fielmente representamos. Debemos proteger a nuestras naciones, sus intereses y su futuro. Debemos rechazar las amenazas a la soberaní­a desde Ucrania hasta el Mar de China Meridional. Debemos defender el respeto de la ley, el respeto de las fronteras y el respeto a la cultura, y el compromiso pací­fico que estos posibilitan. Y así­ como pretendieron los fundadores de este organismo, debemos trabajar juntos y enfrentar juntos a aquellos que nos amenazan con el caos, la confusión y el terror.

El flagelo de nuestro planeta hoy dí­a es un pequeño grupo de regí­menes canallas que violan todos los principios en los que se basan las Naciones Unidas. No respetan a sus propios ciudadanos ni los derechos soberanos de sus paí­ses.

Si los muchos justos no se enfrentan a los pocos perversos, entonces el mal triunfará. Cuando las personas decentes y las naciones se convierten en espectadores de la historia, las fuerzas de la destrucción solo acumulan poder y fuerza.

Nadie ha mostrado más desprecio por otras naciones y por el bienestar de su propio pueblo que el depravado régimen de Corea del Norte. Es responsable de las muertes por hambre de millones de norcoreanos, y por el encarcelamiento, la tortura, el asesinato y la opresión de muchos más.

Todos fuimos testigos del abuso mortal del régimen cuando Otto Warmbier, un estudiante universitario estadounidense inocente, fue devuelto a los Estados Unidos solo para morir unos dí­as después. Lo vimos en el asesinato del hermano del dictador usando agentes neurotóxicos prohibidos en un aeropuerto internacional. Sabemos que secuestró a una dulce niña japonesa de 13 años en una playa de su propio paí­s para esclavizarla como tutora de idiomas para los espí­as de Corea del Norte.

Si esto no resulta lo suficientemente torcido, ahora el imprudente desarrollo de armas nucleares y misiles balí­sticos por parte de Corea del Norte amenaza al mundo entero con inconcebibles pérdidas de vidas humanas.

Es indignante que algunas naciones no solo comercien con ese régimen, sino que armen, suministren y apoyen financieramente a un paí­s que pone en peligro al mundo con conflictos nucleares. Ninguna nación en la tierra tiene interés en ver a esta banda de criminales armarse con armas nucleares y misiles.

Estados Unidos tiene gran fuerza y paciencia, pero si se ve obligado a defenderse a sí­ mismo o a sus aliados, no tendremos más remedio que destruir totalmente a Corea del Norte. Rocket Man está en una misión suicida para sí­ y para su régimen. Estados Unidos está listo, dispuesto y capaz, pero espero que esto no sea necesario. De eso se tratan las Naciones Unidas; para eso están las Naciones Unidas. Veamos cómo lo hacen.

Es hora de que Corea del Norte se percate de que la desnuclearización es su único futuro aceptable. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró recientemente dos votaciones unánimes de 15 votos a 0, aprobando resoluciones enérgicas contra Corea del Norte, y quiero agradecer a China y a Rusia por unirse a la votación para imponer sanciones, junto con todos los demás miembros del Consejo de Seguridad. Gracias a todos los involucrados.

No obstante, debemos hacer mucho más. Es hora de que todas las naciones trabajen de conjunto para aislar al régimen de Kim hasta que cese su comportamiento hostil.
Nos enfrentamos a esta decisión no solo en Corea del Norte. Ya es hora de que las naciones del mundo se enfrenten a otro régimen imprudente –que habla abiertamente de asesinatos en masa, promete la muerte a Estados Unidos, la destrucción de Israel y la ruina de muchos lí­deres y naciones en esta sala.

El gobierno iraní­ enmascara una dictadura corrupta tras la falsa apariencia de una democracia. Ha convertido a un paí­s acaudalado, con una rica historia y cultura, en un paí­s canalla agotado económicamente, cuyas principales exportaciones son la violencia, el derramamiento de sangre y el caos. Las ví­ctimas de los lí­deres de Irán con un sufrimiento más prolongado son, de hecho, su propio pueblo.

En lugar de utilizar sus recursos para mejorar las vidas de los iraní­es, sus ganancias petroleras son destinadas a financiar a Hezbollah y a otros terroristas que matan a musulmanes inocentes y atacan a sus pací­ficos vecinos árabes e israelí­es. Esta riqueza, que justamente corresponde al pueblo iraní­, también fortalece a la dictadura de Bashar al-Assad, alimenta la guerra civil de Yemen y socava la paz en todo Oriente Medio.

No podemos permitir que un régimen asesino continúe con tales actividades desestabilizadoras mientras construyen misiles peligrosos, y no podemos cumplir un acuerdo si éste ofrece cobertura para la posterior construcción de un programa nuclear. (Aplausos.) El acuerdo con Irán fue una de las peores transacciones y más unilaterales que los Estados Unidos hayan hecho. Francamente, ese trato es una vergí¼enza para los Estados Unidos, y no creo que hayan escuchado la última parte,   créanme.

Es hora de que el mundo entero se una a nosotros para exigir al gobierno de Irán que termine su búsqueda de muerte y destrucción. Es hora de que el régimen libere a todos los estadounidenses y ciudadanos de otras naciones que han detenido injustamente. Y sobre todo, el gobierno de Irán debe dejar de apoyar a los terroristas, comenzar a servir a su propio pueblo y respetar los derechos soberanos de sus vecinos.

El mundo entero entiende que la buena gente de Irán quiere el cambio, y que, además del vasto poder militar de los Estados Unidos, al pueblo de Irán es a lo que más temen sus lí­deres. Esto es lo que hace que el régimen restrinja el acceso a Internet, destruya las antenas parabólicas, dispare a estudiantes manifestantes desarmados y encarcele a reformistas polí­ticos.

Los regí­menes opresores no pueden perdurar para siempre, y llegará el dí­a en que el pueblo iraní­ tendrá que elegir. ¿Seguirán por el camino de la pobreza, el derramamiento de sangre y el terror? ¿O el pueblo iraní­ volverá a las raí­ces orgullosas de la nación como un centro de civilización, cultura y riqueza donde su pueblo pueda volver a ser feliz y próspero?

El apoyo del régimen iraní­ al terrorismo constituye un marcado contraste con los recientes compromisos de muchos de sus vecinos para combatir el terrorismo y detener su financiamiento.

En Arabia Saudita a principios del año pasado, tuve el gran honor de dirigirme a los lí­deres de más de 50 naciones árabes y musulmanas. Acordamos que todas las naciones responsables deben trabajar de conjunto para enfrentar a los terroristas y al extremismo islamista que los inspira.

Detendremos el terrorismo radical islámico porque no podemos permitir que destruya nuestra nación y, de hecho, destruya el mundo entero.

Debemos negar a los terroristas refugio seguro, tránsito, financiamiento y cualquier forma de apoyo a su vil y siniestra ideologí­a. Debemos expulsarlos de nuestras naciones. Es hora de poner al descubierto y responsabilizar a los paí­ses que apoyan y financian a grupos terroristas como Al Qaeda, Hezbollah, los talibanes y otros que asesinan a personas inocentes.

Estados Unidos y nuestros aliados estamos trabajando juntos en todo Oriente Medio para aplastar a los terroristas perdedores y detener el resurgimiento de refugios seguros que usan para lanzar ataques contra toda nuestra gente.

El mes pasado, anuncié una nueva estrategia en aras de lograr la victoria en la lucha contra este mal en Afganistán. A partir de ahora, nuestros intereses de seguridad dictarán la duración y el alcance de las operaciones militares, y no los puntos de referencia arbitrarios y los calendarios establecidos por los polí­ticos.

También he cambiado totalmente las normas de participación en nuestra lucha contra los talibanes y otros grupos terroristas. En Siria e Irak, hemos experimentado grandes avances con respecto a la permanente derrota de ISIS. De hecho, nuestro paí­s ha logrado más contra ISIS en los últimos ocho meses que en muchí­simos años juntos.

Buscamos frenar la escalada del conflicto sirio y una solución polí­tica que honre la voluntad del pueblo de Siria. Las acciones del régimen criminal de Bashar al-Assad, incluyendo el uso de armas quí­micas contra sus propios ciudadanos, incluyendo a niños inocentes, sacuden la conciencia de toda persona decente. Ninguna sociedad puede estar a salvo si se permite la propagación de armas quí­micas prohibidas. Es por eso que Estados Unidos realizó un ataque con misiles en la base aérea que ejecutó el ataque.

Apreciamos los esfuerzos de los organismos de las Naciones Unidas que prestan asistencia humanitaria vital en las zonas liberadas del ISIS, y agradecemos en particular a Jordania, Turquí­a y el Lí­bano por su desempeño en la acogida de refugiados del conflicto sirio.

Estados Unidos es una nación compasiva y ha gastado miles y miles de millones de dólares para apoyar este esfuerzo. Buscamos un enfoque para el reasentamiento de refugiados que esté diseñado para ayudar a estas personas terriblemente tratadas, y que permita su eventual retorno a sus paí­ses de origen, para ser parte del proceso de reconstrucción.

Por el costo de reasentar a un refugiado en los Estados Unidos, podemos ayudar a más de 10 en su región de origen. Por la bondad de nuestros corazones, ofrecemos asistencia financiera a los paí­ses de acogida de la región, y apoyamos los recientes acuerdos de las naciones del G20 que tratarán de acoger a refugiados lo más cerca posible de sus paí­ses de origen. Este es el enfoque seguro, responsable y humanitario.

Durante décadas, Estados Unidos ha enfrentado desafí­os migratorios aquí­ en el Hemisferio Occidental. Hemos aprendido que a largo plazo la migración incontrolada es profundamente injusta tanto para los paí­ses emisores como para los receptores.

Para los paí­ses emisores, reduce la presión interna para llevar a cabo la necesaria reforma polí­tica y económica, y los drena del capital humano necesario para motivar e implementar dichas reformas.

Para los paí­ses receptores, los costos sustanciales de la migración no controlada son asumidos mayoritariamente por ciudadanos de bajos ingresos cuyas preocupaciones son a menudo ignoradas tanto por los medios de comunicación como por el gobierno.

Quiero reconocer la labor de las Naciones Unidas al procurar abordar los problemas que conllevan a las personas a huir de sus hogares. Las Naciones Unidas y la Unión Africana dirigieron misiones de mantenimiento de la paz en el aporte de contribuciones invaluables para estabilizar los conflictos en ífrica. Estados Unidos continúa liderando al mundo en asistencia humanitaria, incluida la prevención y el alivio de hambrunas en Sudán del Sur, Somalia, el norte de Nigeria y Yemen.

Hemos invertido en mejores condiciones de salud y oportunidades en todo el mundo a través de programas como Pepfar, que financia el alivio del SIDA; la Iniciativa Presidencial contra la Malaria; la Agenda de Seguridad Sanitaria Mundial; el Fondo Mundial para poner fin a la esclavitud moderna; y la Iniciativa de Financiamiento para Mujeres Emprendedoras, como parte de nuestro compromiso de empoderar a las mujeres en todo el mundo.

Agradecemos también –(aplausos)– agradecemos también al Secretario General por reconocer que las Naciones Unidas deben reformarse si quieren colaborar de manera eficaz en el enfrentamiento a las amenazas a la soberaní­a, la seguridad y la prosperidad. Con demasiada frecuencia, esta organización no se ha concentrado en los resultados, sino en la burocracia y en los procesos.

En algunos casos, los estados que buscan subvertir los nobles objetivos de esta institución se han apoderado de los mismos sistemas que supuestamente los promueven. Por ejemplo, constituye un motivo masivo de vergí¼enza para las Naciones Unidas que algunos gobiernos con registros de derechos humanos atroces se encuentran en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

Estados Unidos es uno de los 193 paí­ses de las Naciones Unidas, y sin embargo, pagamos el 22 por ciento de todo el presupuesto y más. De hecho, pagamos mucho más de lo que cualquiera pudiera notar. Los Estados Unidos tienen una carga injusta de costos, pero, en honor a la verdad, si realmente pudiera lograr todos sus objetivos declarados, especialmente el objetivo de la paz, esta inversión fácilmente valdrí­a la pena.

Una parte importante del mundo se encuentra en conflicto y algunos, de hecho, van camino al infierno. Pero las personas poderosas que se encuentran en esta sala, bajo la dirección y los auspicios de las Naciones Unidas, pueden resolver muchos de estos atroces y complejos problemas.

El pueblo estadounidense espera que un dí­a no muy lejano las Naciones Unidas puedan ser un defensor mucho más responsable y efectivo de la dignidad humana y la libertad en todo el mundo. Mientras tanto, creemos que ninguna nación deberí­a soportar una parte desproporcionada de la carga en términos militares o financieros. Las naciones del mundo deben asumir un papel más importante en la promoción de sociedades seguras y prósperas en sus propias regiones.

Es por eso que en el Hemisferio Occidental los Estados Unidos se han opuesto al corrupto régimen desestabilizador en Cuba y ha abrazado el sueño perdurable del pueblo cubano de vivir en libertad. Mi Administración anunció recientemente que no levantaremos sanciones al gobierno cubano hasta tanto no haga reformas sustanciales.

También hemos impuesto sanciones duras y calibradas al régimen socialista de Maduro en Venezuela, que ha llevado a la que fuera una nación próspera al borde del colapso total.

La dictadura socialista de Nicolás Maduro ha infligido un terrible dolor y sufrimiento al buen pueblo de ese paí­s. Este régimen corrupto destruyó una nación próspera al imponer una ideologí­a fallida que ha traí­do consigo pobreza y miseria en todas partes donde se ha probado. Para empeorar aún más la situación, Maduro ha desafiado a su propio pueblo, al robar el poder a sus representantes elegidos para preservar su desastroso mandato.

El pueblo venezolano está muriendo de hambre, y su paí­s está colapsando. Sus instituciones democráticas están siendo destruidas. Esta situación es completamente inaceptable, y no podemos permanecer pasivos y observar.

Como vecino y amigo responsable, nosotros y todos los demás, tenemos un objetivo: ayudarlos a reconquistar su libertad, recuperar su paí­s y restaurar su democracia. Quisiera agradecer a los lí­deres en esta sala por condenar al régimen y brindar un apoyo vital al pueblo venezolano.

Los Estados Unidos han tomado medidas importantes para exigir responsabilidades al régimen. Estamos preparados para tomar nuevas medidas si el Gobierno de Venezuela persiste en su camino hacia la imposición de un gobierno autoritario al pueblo venezolano.

Tenemos la suerte de contar con relaciones comerciales increí­blemente fuertes y saludables con muchos de los paí­ses latinoamericanos reunidos aquí­ hoy. Nuestro ví­nculo económico constituye una base fundamental para hacer avanzar la paz y la prosperidad de todos nuestros pueblos y todos nuestros vecinos.

Pido a todos los paí­ses hoy aquí­ representados que se preparen para hacer frente a esta verdadera crisis. Hacemos un llamado a la restauración plena de la democracia y las libertades polí­ticas en Venezuela. (Aplausos)

El problema en Venezuela no es que el socialismo haya sido mal implementado sino que el socialismo ha sido implementado fielmente. Desde la Unión Soviética hasta Cuba y Venezuela, donde quiera que se ha adoptado el verdadero socialismo o comunismo, se ha generado angustia, devastación y fracaso. Aquellos que predican los principios de estas ideologí­as desacreditadas solo contribuyen al sufrimiento continuo de las personas que viven bajo estos crueles sistemas.

Los Estados Unidos apoyan a toda persona que viva bajo un régimen brutal. Nuestro respeto a la soberaní­a es también un llamado a la acción. Todos los pueblos merecen un gobierno que vele por su seguridad, intereses y  bienestar, incluyendo su prosperidad.

En los Estados Unidos, buscamos lazos más fuertes de negocios y comercio con todas las naciones de buena voluntad, pero este comercio debe ser justo y debe ser recí­proco.

Durante demasiado tiempo, se dijo al pueblo estadounidense que los grandes acuerdos comerciales multinacionales, los tribunales internacionales irresponsables y las poderosas burocracias mundiales eran la mejor manera de promover su éxito. Sin embargo, a medida que esas promesas fluí­an, millones de empleos se desvanecieron y miles de fábricas desaparecieron. Otros trucaban el sistema y rompí­an las reglas. Y nuestra gran clase media, que alguna vez fuera la base de la prosperidad estadounidense, fue olvidada y abandonada; pero ya no se les olvida ni se les olvidará nunca más.

Mientras Estados Unidos busca la cooperación y el comercio con otras naciones, renovamos nuestro compromiso con el primer deber de cada gobierno: el deber para con nuestros ciudadanos. Este ví­nculo es la fuente de la fortaleza de los Estados Unidos y la de cada nación responsable representada aquí­ hoy.

Si esta organización abriga la esperanza de enfrentar con éxito los desafí­os que tenemos ante nosotros, dependerá, como dijera el Presidente Truman hace unos 70 años, de la «fuerza independiente de sus miembros ». Si queremos aprovechar las oportunidades del futuro y superar juntos los peligros presentes, no puede haber sustituto para las naciones fuertes, soberanas e independientes, naciones que están arraigadas en sus historias y comprometidas con su destino; naciones que buscan aliados para establecer lazos de amistad, no enemigos para conquistar; y lo más importante de todo, las naciones que son el hogar de los patriotas, de los hombres y mujeres que están dispuestos a sacrificarse por sus paí­ses, por sus conciudadanos, y por todo lo mejor del espí­ritu humano.

Al recordar la gran victoria que condujo a la fundación de este organismo, nunca debemos olvidar que los héroes que lucharon contra el mal también lucharon por las naciones que amaban.

El patriotismo llevó a los polacos a morir para salvar a Polonia, a los franceses a luchar por una Francia libre y a los británicos a mantenerse fuertes por Gran Bretaña.
Hoy, si no nos entregamos, con nuestros corazones y nuestras mentes en nuestras naciones, si no construimos familias fuertes, comunidades seguras y sociedades saludables para nosotros, nadie puede hacerlo por nosotros.

No podemos esperar por alguien más, por paí­ses distantes o por burócratas lejanos –no podemos hacerlo. Debemos resolver nuestros problemas–, construir nuestra prosperidad, asegurar nuestro futuro, o seremos vulnerables a la decadencia, la dominación y la derrota.

La verdadera pregunta para las Naciones Unidas hoy dí­a, para las personas de todo el mundo que esperan una vida mejor para ellos y para sus hijos, es fundamental: ¿Seguimos siendo patriotas? ¿Amamos a nuestras naciones lo suficiente como para proteger su soberaní­a y asumir el control de su futuro? ¿Los veneramos lo suficiente como para defender sus intereses, preservar sus culturas y asegurar un mundo pací­fico para sus ciudadanos?

Uno de los más grandes patriotas estadounidenses, John Adams, escribió que la Revolución estadounidense fue «efectuada antes que la guerra comenzara. La Revolución estaba en las mentes y los corazones de las personas ».

Ese fue el momento en que Estados Unidos despertó, cuando miramos alrededor y entendimos que éramos una nación. Nos dimos cuenta de quiénes éramos, qué valorábamos y en defensa de qué darí­amos nuestras vidas. Desde sus primeros momentos, la historia de Estados Unidos es la historia de lo que es posible cuando las personas toman el control de su futuro.

Los Estados Unidos de América han sido una de las mayores fuerzas del bien en la historia del mundo y los más grandes defensores de la soberaní­a, la seguridad y la prosperidad para todos.

Ahora llamamos a un gran despertar de naciones, al renacer de sus espí­ritus, su orgullo, su pueblo y su patriotismo.

La historia nos pregunta si estamos a la altura de la tarea. Nuestra respuesta será una renovación de la voluntad, un redescubrimiento de la resolución y un renacimiento de la devoción. Tenemos que derrotar a los enemigos de la humanidad y liberar el potencial de la vida misma.

Nuestra esperanza es una palabra y un mundo de naciones orgullosas e independientes que abracen sus deberes, busquen la amistad, respetan a los demás y hagan causa común en el mayor interés compartido de todos: un futuro de dignidad y paz para los pueblos de esta maravillosa Tierra.

Esta es la verdadera visión de las Naciones Unidas, el antiguo deseo de cada pueblo y el anhelo más profundo que vive dentro de cada alma sagrada.

Así­ que hagamos de esta nuestra misión, y que este sea nuestro mensaje al mundo: Lucharemos juntos, nos sacrificaremos juntos, y estaremos juntos por la paz, por la libertad, por la justicia, por la familia, por la humanidad y por el Dios todopoderoso que nos creó a todos nosotros.

Gracias. Dios los bendiga. Dios bendiga a las naciones del mundo. Y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América. Muchas gracias. (Aplausos)

(Tomado de la edición digital del periódico Granma)  

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