La carrera deportiva de Yudileyvis Castillo Tumbarell se parece mucho a la especialidad que ahora mismo domina como ninguna otra mujer en Cuba, la maratón. Nació en Santiago de Cuba y vive en Villa Clara desde hace más de diez años. Dice sentirse bien aquí, donde tiene muchos amigos, su esposo y el cariño del municipio de Cifuentes, específicamente el poblado de Mata. Allí se recupera por estos días de una lesión. Esta entrevista con Vanguardia debió girar en torno a su segunda victoria consecutiva en Marabana, pero su historia mucho más compleja que cualquier carrera de fondo obligó a que se extendiera más allá de su reciente éxito.
No, es una lesión en el menisco de la rodilla derecha que vengo arrastrando desde hace un tiempo. Me infiltraron y seguí entrenando. A causa de los medicamentos sentía un alivio, pero luego volvió la lesión. Por distintos motivos no pudieron operarme en el verano y tuve que empezar la preparación para el Marabana de este año y buscar el pase a los Panamericanos de Lima 2019.
¿Entonces corriste lesionada?
Así es. Desde el primer kilómetro sentí que la rodilla me traqueó duro, porque como hay tantos corredores, uno debe salir con un paso fuerte para luego ubicarse bien y encontrar un ritmo ideal.
«Eran tantos este año que, llegado el primer kilómetro, todavía no me había ubicado bien, así que tuve que esforzarme más de lo que pensaba. Además, tenía la preocupación de que Misleidys Vargas, que es una gran corredora, venía detrás de mí. Cuando entré al Malecón ya me pude posicionar y de ahí en adelante me animé. Pero terminé con mucho dolor ».
Aunque parezca exagerado, la experiencia de este Marabana es una más en la tormentosa carrera de Masita, como es conocida Yudileyvis en el mundo del atletismo dentro y fuera de Cuba. Desde su ingreso en 2004 a la extinta Base Nacional de Fondo de Villa Clara, fue una corredora de pista especializada en 5000 y 10 000 metros planos. En estas disciplinas alcanzó dos medallas de bronce en los Juegos Centroamericanos de Veracruz en 2014, y el cuarto puesto en los cinco kilómetros de los Panamericanos de Toronto en 2015, actuación que incluyó el récord nacional (15:54:44). Sin embargo, desde el cierre de la Base en 2011, Castillo entrena por su cuenta en Villa Clara junto a su entrenador y esposo Nelson Millares.
«Muchas personas piensan que yo formo parte de la preselección nacional y no es así », comenta la corredora de 34 años. Sin embargo, desde el cierre de la Base en 2011, Castillo entrena por su cuenta en Villa Clara junto a su entrenador y esposo Nelson Millares.
«Nunca me han aceptado otra vez, aunque mis resultados estén a la par. Participo en las competencias porque logro las marcas, pero no formo parte del equipo. Incluso, cuando hice el récord nacional en los 5000 metros planos en Toronto, no tuvieron en cuenta ese resultado. Menospreciaron mis marcas y no me aceptaron en la preselección nacional ».
Con la música de su voz alzándose entre el inmenso silencio del mediodía en Mata, Castillo relata con asombroso aplomo las tribulaciones de su larga carrera en las pistas de Cuba. «Los que fuimos atletas de la Base Nacional de Fondo vivimos en aquel entonces una vida deportiva sin preocupaciones », recuerda. «Solamente tenías que esforzarte por lo que querías porque todo dependía de tus resultados ».
¿Qué pasó después del cierre de la base?
En 2011 cuando se desintegra la Base, todos los atletas teníamos buenos resultados, incluso hicimos un campeonato en La Habana en el que se rompieron récords nacionales. Antes de irnos a los Panamericanos de Guadalajara, nos dijeron que los entrenadores de más resultados pasarían para La Habana, pero al regreso no fue de esa manera. Y muchos entrenadores y deportistas, entre los que estaba yo, causamos baja del equipo nacional.
«Después de eso yo no quería correr más. Gracias al apoyo de mi mamá, regresé. Ella contactó al profesor Nelson Millares, y él le dijo que estaba dispuesto a entrenarme, que sería una buena manera de demostrar que se equivocaron en desintegrar la base, y en octubre de 2013 vuelvo a Villa Clara.
¿Dónde vivías?
Primero Osmery Prado Sosa, el entonces decano, me ubicó en la residencia de estudiantes. Como las rutinas de los jóvenes son diferentes a las de un atleta mayor, no podía descansar bien allí. Entonces Osmery me pasó a la residencia de profesores, y desde entonces he estado allí, con todo el apoyo que he necesitado. También, como padezco de hemoglobina baja, los entrenamientos me estaban afectando mucho y entonces en el «Fajardo » (Facultad de Cultura Física Manuel Fajardo) me ayudaron reforzando mi dieta. Gracias a la ayuda de estas y otras muchas personas en Villa Clara yo logré integrar el equipo para los Juegos de Veracruz.
¿Cómo enfrentaste el reto de volver al máximo rendimiento luego de dos años de retiro?
Empecé de cero. Hasta las niñas de la EIDE (Escuela de Iniciación Deportiva Escolar «Héctor Ruiz) que compartían entrenamiento conmigo me ganaban. Cuando le dije al profesor que lograríamos la clasificación para Veracruz, él me dijo que era bien difícil, pero que confiaba en mí. Poco a poco fui subiendo el nivel, con la ayuda de la preparación diseñada por él, en la que compartía entrenamiento con distintas competencias. Corrí en todos los municipios y provincias, cosa que antes yo no hacía.
«Luego, cuando ya pude lograr una marca respetable, el profesor pidió a los directivos del equipo nacional que me dejaran entrenar, porque con las irregularidades en el calendario de pruebas nunca podría hacer la marca adecuada. Clasifiqué, pero la Comisión Nacional no contaba conmigo en el medallero, y eso me motivó más. »
¿Alguna otra motivación especial entonces?
Me ayudó tener a dos amigos en la misma situación: Richer Pérez y Liván Luque. Los tres habíamos pasado por la base y ahora intentábamos volver. Logré los dos bronces (5000 y 10 000 metros), y al regreso de Veracruz todos me estaban esperando aquí en Villa Clara: el personal del «Fajardo », el de Medicina Deportiva, en el municipio Cifuentes, y eso me motivó mucho a seguir.
En el transcurso de esos años, su relación con el profesor Millares adquirió un tono especial, y ahora forman una pareja bien singular: «Siempre tenemos en cuenta que cuando estamos entrenando yo soy la atleta y él es entrenador. Eso ha funcionado bien durante los cuatro años que llevamos como pareja. De hecho, me siento muy bien aquí en Cifuentes. He pasado tiempo entrenando acá y posiblemente ha sido cuando en mejor forma me he sentido.
¿Si siempre corriste la pista durante toda tu carrera, ¿cómo llegas a la maratón?
Esa es una historia bastante difícil. El año pasado mi compañera Milena Pérez y yo fuimos invitadas a correr en Colorado, Estados Unidos. El viaje largo, la alimentación diferente a la que yo estoy acostumbrada y la propia carrera me agotaron bastante. Al regreso, dos días antes del Marabana 2017, salí en la mañana y cuando llego en la tarde me encontré con que me habían robado todo en mi residencia del «Fajardo » en Santa Clara. Perdí toda mi ropa y mis zapatos de entrenar y competir.
¿Qué pasó entonces?
El profesor me dijo que a los ganadores del maratón le entregaban un par de zapatillas como parte del premio. Yo nunca había corrido la carrera completa (42 km), sino la media-maratón (21 km) y solo como preparación. Así que me lancé a correr el Marabana 2017 con unas zapatillas que no usaba y estaban en casa del profesor, y la gané. Cuando subo a la premiación con mil dolores y veo que no había zapatillas en el premio ese año, me eché a llorar. Pero enseguida me aclararon que, como ganadora, estaba invitada a correr la maratón de París con todos los gastos pagos, incluido una vestimenta completa. Eso me tranquilizó un poco y así fue como me inicié en este evento.
Y en esa carrera ¿qué pensaste cuando llegaste al kilómetro 21?
Me dije, ahora es cuando empieza la carrera. Pero cuando llegué al kilómetro 30, que era la mayor distancia que yo había logrado, no sabía cómo seguir. El profesor me dijo que me relajara y en eso llegaron las cámaras. Eso fue lo que me ayudó a pasar la parte más difícil, jugar con las cámaras. Luego, llegando a la meta estaban mis compañeros animándome, y eso sí lo disfruté. Logré una marca de 2 horas y 46 minutos que me dio la clasificación directa a los Juegos Panamericanos, gracias a una maratón que corrí buscando unas zapatillas.
¿Y cómo te fue en Francia?
Peor. Antes del viaje, entrenando en la Ciudad Deportiva, aparece la lesión del menisco. Todo iba perfecto. Esa mañana, cuando calentaba para que no me afectara tanto el largo vuelo, no podía correr. Me deprimí mucho y no quería ir a París, pero el profesor, mis compañeros y mi mamá insistieron en que debía participar porque aquello me lo había ganado con mucho esfuerzo. Para no hacer largo el cuento, corrí con la rodilla llena de mentol y sin calentar. No me explico a dónde fue a dar el dolor, solo sé que no lo sentí hasta casi el final de la carrera. Llegué a la meta cojeando y aun así la marca fue de dos horas y 49 minutos.
¿Te quedas entonces en la maratón?
Yo decía que no. Pero tantas cosas que me han sucedido me han enseñado que debo correr lo que sea.
Me llama la atención que mencionas siempre a tu mamá…
Mi mamá es el gran apoyo mío. Nunca me dio la espalda y, trabajando en la agricultura, se esforzó siempre porque yo tuviera lo necesario para formarme como atleta. Además, siempre se interesó por mi formación académica, porque creía que, a la par del deporte, debía hacerme de un título. No le gustaba el atletismo para mí, pero mientras todo marchara bien en la escuela ella se conformaba.
¿Te ha visto correr?
Ahora, después de mucho tiempo, es que ella puede ver mis carreras. Porque se pone muy nerviosa y hasta le sube la presión. Cuando le dicen que estoy corriendo enseguida busca un televisor para verme y si ve que voy perdiendo se echa a llorar y se va hasta que termine la carrera.
¿Piensas en ella cuando corres?
Sí. Y cuando voy para una competencia tengo que hablar antes con ella, porque si no, lloro mucho y me parece que las cosas no van a salir bien.
¿Próximo objetivo?
Recuperarme de esta lesión que ha llegado en mi mejor momento deportivo. Aun con la molestia y sin poder entrenar bien, estoy terminando todas las carreras. Por eso quiero llegar a los Panamericanos de Lima a ganar el oro que tan esquivo me ha sido. No me conformo con ese bronce.
¿Qué significa Villa Clara para ti?
Yo siempre dije que mis últimos momentos deportivos se lo dedicaría a esta provincia. Yo llegué aquí en 2004 a la Base y desde entonces, aunque compito por Santiago de Cuba, nunca han dejado de atenderme como una de las mejores atletas de aquí. El curso pasado ya debí haber comenzado a competir por Villa Clara. El comisionado de Santiago me autorizó oficialmente a hacerlo, pero la Comisión Nacional no me lo permitió. No sé cuál es la razón todavía.
¿Crees necesario que regrese la Base Nacional de Fondo a la provincia?
No sé decir si en este momento sea vital, pero sí es necesario al menos una academia. Porque eso agruparía a los mejores fondistas de cada provincia que estamos dispersos por todo el país. Las especialidades de fondo llevan una preparación específica y recursos que los atletas por sí solos no pueden gestionarse. Además, en mi opinión, aquí en Villa Clara es donde están los mejores entrenadores del país.