Luque, el abre caminos de los lanzadores cubanos en Grandes Ligas.
Este viernes se cumplen 63 años de la muerte de Adolfo Luque, el primer lanzador latinoamericano que ganó un juego en las series mundiales de Grandes Ligas.
Hoy viernes 3 de julio se cumplen 63 años del deceso de Adolfo Luque Guzmán, uno de los mejores lanzadores latinos que se han trepado en la colina de los martirios en las Grandes Ligas.
Nacido el 4 de agosto de 1890, el apodado Habana Perfecto fue una especie de abre caminos para los lanzadores latinoamericanos en las Grandes Ligas, pues resultó el primero de la región que debutó en el Big Show y, entre otras cosas, el primero en apuntarse una victoria, propinar un ponche, rubricar una lechada, liderar los casilleros de ganados y perdidos, y promedio de carreras limpias en una temporada, y ganar un juego en una serie mundial.
Esto último ocurrió el sábado 7 de octubre de 1933, cuando Luque, ya con 43 años, vivió posiblemente el momento más emocionante que experimentó dentro de un terreno de béisbol.
Los Gigantes de Nueva York solo necesitaban un éxito frente a los Senadores de Washington para coronarse campeones. A la altura del sexto inning los representantes de la capital estadounidense igualaron el marcador a tres carreras gracias a un bambinazo del patrullero central Fred Schulte con dos a bordo, que obligó a coger el camino de las duchas al abridor Hal Schumacher.
El manager de los Gigantes, Bill Terry, envió a la lomita del Griffith Stadium a Adolfo Luque, quien redondeó tres escones sin mayores complicaciones.
En la parte alta del décimo episodio, Melvin Ott adelantó en la pizarra a los Gigantes con un cuadrangular que parecía suficiente para Luque. Sin embargo, en el cierre de la entrada los Senadores dieron señales de vida, y colocaron dos hombres sobre las almohadillas con un par de outs. En la caja de bateo, listo para empuñar, se encontraba el zurdo Joe Kuhel, y entonces Bill Terry salió de la cueva dispuesto a sustituir al corajudo monticulista.
Sin darle prácticamente tiempo a que hablara, Luque le dijo más o menos así a su mentor: «No me quites Bill, yo poncho a ese hombre y la Serie va a terminar ».
Luque no hizo quedar mal a su mentor Bill Terry. Con tres lanzamientos liquidó por la vía de los strikes a Kuhel. Los Gigantes conquistaron la corona y el famoso Papá Montero se convirtió en el primer pelotero cubano y latinoamericano en hacerse de dos anillos de series mundiales, pues en 1919 había logrado uno con los Rojos de Cincinnati en el clásico otoñal, en el cual varios peloteros de los Medias Blancas de Chicago fueron sancionados de por vida al haber apostado y vendido juegos de su equipo.
Adolfo Luque debutó con la franela de los Bravos de Boston en la Liga Nacional en 1914, y se mantuvo durante 20 temporadas, hasta que en 1935 tiró sus últimas pelotas en ese béisbol con los Gigantes de Nueva York, después de haber vestido también el uniforme de los Rojos de Cincinnati y los Dodgers de Brooklyn.
En su amplia trayectoria en la Gran Carpa dejó un saldo de 194 salidas victoriosas hay fuentes que señalan 193 y sucumbió en 179, con un formidable promedio de carreras de 3.24 y 26 blanqueadas.
Su cantidad de triunfos lo ubican en el sexto lugar entre los monticulistas latinos más ganadores en Grandes Ligas, y segundo entre los cubanos, detrás de Luis Tiant Jr., que archivó 229 sonrisas en ese béisbol.
Muchos consideran que ambos tiradores debían tener un lugar reservado en el Salón de la Fama en Cooperstown. Alrededor de ocho ocasiones Luque fue incluido en las boletas para entrar en ese sitio, pero siempre le cerraron las puertas, cosa que no sucedió en Cuba y México, donde sí lo elevaron a la inmortalidad.
Otro dato importante en la carrera de Luque es que con los Rojos de Cincinnati llegó a tener la temporada más exitosa de un lanzador cubano en las Ligas Mayores, con 27 triunfos, después de haber sucumbido 23 veces en la campaña anterior. En su gran contienda en la Gran Carpa exhibió un promedio de efectividad de 1.93.
En 1925, con promedio de 2.63, obtuvo por segunda vez el liderato de carreras limpias.
Adolfo Luque fue rebelde dentro y fuera del terreno, de ahí que un cronista escribiera: «Posee el brazo de Hércules y el corazón de una fiera ».