Dos amigos en la gloria del tiempo

El astro del fútbol Diego Armando Maradona y el Comandante en Jefe Fidel Castro edificaron una amistad a prueba de fuego, contra todos los vientos y todos los huracanes. Una amistad que dignifica lo más puro del ser humano.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Diego Armando Maradona y Fidel Castro, una amistad a prueba de fuego. (Foto: Ismael Francisco/AP)
Francisnet Dí­az Rondón
Francisnet Dí­az Rondón
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26 Noviembre 2020

A quién puede sorprender que ambos amigos partieran el mismo dí­a (25 de noviembre) hacia la eternidad. Es la señal inequí­voca de que no fue una amistad pasajera, efí­mera, falsa, insulsa; sino profunda, indestructible, eterna, magní­fica.

Fidel y Diego fueron únicos, como ese cariño que se profesaron, por encima de odios y rabias, calumnias e incomprensiones, amenazas y traiciones, y enemigos personales y en común. Una amistad a prueba de fuego, contra todos los vientos y todos los huracanes. Una amistad que dignifica lo más puro del ser humano.

No fueron amigos de palabras, lo fueron de ideas y acción. Ambos siempre al lado de sus pueblos, de los desposeí­dos, de Latinoamérica, del tercer mundo, de los olvidados, de los que nada tienen.

Ambos enfrentando mil batallas, mil demonios, mil peligros, en la Sierra Maestra y en la cancha de fútbol, con el fusil y el balón, con el traje verde olivo y la camiseta albiceleste, contra soldados y jugadores contrarios, con el dedo acusador y la Mano de Dios.

Maradona muestra a su amigo Fidel el tatuaje que se hizo en homenaje al lí­der de la Revolución.  (Foto: Reuters)

Fidel pidió a los más ricos que compartieran la riqueza, Diego le pidió al Papa compartir el oro del Vaticano; Fidel cumplió su promesa de no dejársela fácil a los yankis, Diego reivindicó a Argentina con sus dos humillantes goles a Inglaterra.

Nunca se dejaron de lado, nunca se olvidaron ni en las buenas ni en las malas. Cuando muchos le viraron el rostro al argentino, el viejo rebelde le tendió la mano; cuando el cubano enfermó de muerte, el Pibe estuvo cada minuto al tanto de su salud.

Diego se tatuó a Fidel en el cuerpo, Fidel se tatuó a Diego en el corazón.

Sus pueblos lloraron y lloran por ellos, millones de almas dolidas por dos grandes del mundo que vivieron unidos, en la amistad y en el alma, para partir juntos hacia la inmensidad.

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