El fútbol cubano ha cambiado. Su transformación no ha llegado a partir de una revolución en la tan mencionada «base ». Ni siquiera tiene que ver con el campeonato nacional, para colmo, suspendido en los últimos dos años por cuestiones epidemiológicas. Ha cambiado porque en su cúpula ya no se piensa igual.
Después de más de una década de análisis para intentar revitalizar este deporte en el país, la Asociación Cubana de Fútbol (ACF) decidió seguir a disciplinas como el balonmano y el voleibol en una senda que nunca debió dejar de existir: la firma de jugadores en el extranjero y la incorporación de otros que de forma independiente contaban con contratos profesionales.
La sucesión de bochornos duró hasta la materialización de una decisión como esta. Sin haber cambiado nada más, la simple convocatoria a menos de una decena de los llamados legionarios y a varios que, a través de la ACF, se desempeñan en ligas extranjeras, logró no solo un resultado totalmente diferente en la recién concluida fase clasificatoria al Mundial de Catar 2022 de la Concacaf, sino que permitió que los seguidores del deporte en Cuba comenzaran a identificarse con su selección nacional.
No podría ser de otra manera, cuando se vio a un equipo capaz de vender bien cara su derrota contra el favorito del grupo, Curazao, dirigido por el estelar Guus Hiddink. No se perdió nunca por goleada, y al cierre de los cuatro partidos sumaron balance positivo de siete goles a favor y tres en contra, además de dos choques con portería imbatida. Tenía que llegar el interés por seguir a un grupo que logró devolverles a los antillanos algo que faltaba ya por más de un año: marcar nuevamente un gol, ganar un juego.
Mucho tuvo que ver en estos logros la convocatoria del mejor futbolista de origen cubano en la actualidad: Onel Hernández. El versátil jugador, con experiencia en la Premier League, necesitó solo la eliminatoria para ganar el protagonismo dentro del equipo y el cariño de los aficionados.
A la derrota ante Guatemala (0-1) para abrir la eliminatoria, llegó directamente desde el aeropuerto a la cancha en la segunda mitad del encuentro, el pasado 24 de marzo. Cuatro días después utilizó su habilidad para marcar el primer gol cubano en meses.
En la segunda parte de la eliminatoria se notaba ya mucho más cómodo en el terreno. Su mayor capacidad de asociación con los compañeros solo tuvo resultados favorables. Volvería a marcar en la victoria 5-0 ante Islas Vírgenes Británicas y mantuvo su desequilibrio en el cierre del torneo, donde anotaron su segundo triunfo, esta vez ante San Vicente y las Granadinas (1-0).
Si bien Onel fue la estrella del seleccionado, a su alrededor pisaron la cancha varios atletas con experiencia profesional. Según la ACF, incrementó la lista de jugadores con contratos independientes; el DT Pablo Elier Sánchez los convocó y utilizó de la mejor manera que la premura permitió.
En los primeros dos duelos solo pudo incorporar al grupo a Onel, al lateral Jorge Luis Corrales, al delantero Joel Apezteguía y al defensor central Carlos Vázquez. Mientras, en la segunda parte del campeonato pudo contar también con los servicios de los delanteros Willian Pozo (Noruega) y Dayron Reyes (EE. UU.), el mediocampista Davide Incerti (Italia) y el defensor Modesto Méndez (EE. UU.).
Sin duda, con seis puntos en cuatro partidos, este torneo resultó positivo para la escuadra cubana, a pesar de no ser suficiente para avanzar a la siguiente fase clasificatoria. Pero al mismo tiempo obliga nuevamente a cuestionarnos varios temas.
¿Qué hubiese pasado si desde el primer encuentro estuviesen con la selección los legionarios que terminaron jugando o incluso más y no solo cuatro? ¿Tendríamos el mismo resultado ante Guatemala si la ACF y la situación climática hubieran propiciado una semana de entrenamientos conjuntos antes de la competición? ¿En qué condiciones se habría llegado a enfrentar al propio Guatemala o Curazao de existir juegos previos de preparación? ¿Qué sucedería si Cuba pudiera jugar sus partidos de local en La Habana y no en el extranjero por no garantizar un terreno en condiciones?
Aunque valdría la pena analizar estas variables, de poco valen ya. Mejor será mirar adelante. El próximo 3 de julio comienza la fase preliminar de la Copa de Oro; allí los cubanos deberán enfrentar a Guyana Francesa y, posteriormente al ganador del partido entre Trinidad y Tobago y Monserrat, si quieren llegar a la fase de grupos de esta competencia de selecciones de Norte, Centroamérica y el Caribe.
Con un torneo recién finalizado, la dinámica del grupo será mucho mejor, pero la ACF deberá agilizar los procesos legales con otros legionarios si existe el interés de incorporarlos al equipo. Pablo Elier Sánchez necesita afianzar tácticas y alineaciones, y la incorporación con cuenta gotas de nuevos futbolistas que prácticamente desconoce atentan contra esa estrategia.
De estabilizarse estos procederes, estaremos en presencia de una selección que bien puede salir airosa de esta fase preliminar para afrontar un evento de mucho más nivel. Con un grupo mayor y estandarizado de jugadores elegibles, el DT cubano podrá entonces dedicarse solamente a evaluar el estado de forma de cada uno y cómo encajan en sus intereses para realizar las convocatorias, paso que también exigirá de Sánchez una pericia que nunca antes necesitó un seleccionador cubano, pues contaron solo con futbolistas de la liga nacional.
Si hasta ahora las noticias son positivas, el torneo recién concluido es el inicio de un proceder que nos acerque a lo que en el mundo resulta rutina: gestionar contratos, convocar a los mejores, alcanzar una identidad en el juego. Acciones que existen desde poco después de surgido el fútbol y que ya comienzan a tener resultado en nuestra nueva selección nacional, aun cuando todavía cuestiones políticas prohíban a los verdaderos aficionados disfrutar de jugadores como Alonso, Chan o DizPé.
Por el momento, el nuevo proyecto ilusiona y se siente tanto dentro del equipo como en cada hincha. A primera vista, no éramos tan malos en este deporte como creíamos viendo las goleadas de los últimos años. Al parecer, nuestro fútbol se ha jugado más fuera de la cancha, aunque sean los once que entran a ella quienes reciban el peso de la derrota. Mejores decisiones han traído mejores resultados, al menos en la selección de Cuba.