Que padre e hijo logren ascender a un nivel alto en el béisbol es algo muy difícil, pero que ambos coincidan en un mismo equipo ha ocurrido pocas veces y aprovecho para contarlas, como un regalo a los padres que mañana tendrán su día.
En nuestros campeonatos nacionales de béisbol que cumplirán seis décadas de fundados el 14 de enero del próximo año solo ha tenido lugar en una oportunidad. Sucedió el 23 de noviembre de 2003, en un partido entre Villa Clara e Industriales en el estadio Latinoamericano, cuando el caibarienense Rafael Orlando Acebey alineó junto a su hijo frente al conjunto azul, en el choque que dejó inaugurada la XLIII Serie.
«Este es un día especial en mi vida. Me siento muy orgulloso jugando en el “Latinoamericano†junto a mi hijo, en el mismo equipo y el partido inaugural », declaró entonces Rafael Orlando Acebey.
«Me preparé bien para hacer el grado con Villa Clara. Por conversaciones conocía lo exigente que es Víctor Mesa y eso me obligó a esforzarme cada día. Estoy muy contento por estar al lado de mi padre, uno de mis ídolos, junto al propio Víctor, Jova y muchos otros de los que han defendido a Cuba en eventos internacionales », refirió el joven Orlando.
Un hecho similar había acaecido 13 años atrás en las Grandes Ligas por donde han pasado más de 200 binomios de padre e hijo, cuando Ken Griffey Sr. y Ken Griffey Jr. se convirtieron en los primeros protagonistas de este singular caso en la Gran Carpa.
Resulta que los Marineros de Seattle contrataron al veterano de 40 años Ken Griffey, un jardinero que en su carrera disparó 2143 imparables entre ellos, 152 batazos de vuelta completa y terminó con un average de 296.
En esa temporada, su vástago de igual nombre trataba de abrirse paso en las Ligas Mayores, luego de una campaña por debajo de lo esperado. Se dice que desajustes emocionales lo pusieron a punto de suicidarse en enero de 1988, al sentirse frustrado por ser un superprospecto y estar a la sombra de su papá.
Los dos jugaron juntos en 51 partidos con los Marineros en 1990 y 1991, y el 14 de septiembre de 1990 protagonizaron una hazaña hasta ahora irrepetible, al disparar bambinazos de forma consecutiva contra los Angelinos de California.
Al final de su carrera, el hijo superó al padre con números brillantes: 2781 indiscutibles, 630 jonrones que lo ubican en el séptimo puesto en ese casillero en las Grandes Ligas, remolcó a 1836 corredores y promedió 284. Ganó 10 guantes de oro y participó en 13 juegos de las Estrellas, cifras que lo elevaron al Salón de la Fama en el 2016.
En octubre de 2001 se repitió la historia con Tim Raines Sr. y Tim Raines Jr., quienes alinearon en los Orioles de Baltimore, frente a los Medias Rojas de Boston. El primogénito fue situado como hombre proa, en el bosque central, y a su papá lo colocaron de sexto bate en la pradera izquierda. Aquí la historia cambió en relación con los Griffey, pues papá Raines superó a su hijo y fue exaltado al Salón de la Fama en el 2017, mientras Tim Raines Jr. solo jugó en tres temporadas en las Grandes Ligas.
Ya en otros niveles se recuerda el caso del nativo de La Habana Rafael Palmeiro, uno de los pocos jugadores que en la Gran Carpa han logrado disparar más de 500 jonrones y más de 3000 hits. Raffy Palmeiro conectó 569 películas de cuatro esquinas y 3020 inatrapables. Si no está en el Salón de la Fama es por su vinculación con el consumo de esteroides.
En el 2015, Palmeiro firmó un contrato de tres días con los Skeeter, un equipo ligaminoristas de la Liga Independiente Atlantic, para jugar de viernes a domingo, y así cumplió uno de sus grandes sueños: jugar con su hijo en el mismo equipo.
Una dupla cubana residente en Francia: el receptor holguinero Ernesto Martínez y su vástago Ernesto Wilson Martínez, participaron en la eliminatoria del Clásico Mundial realizado en Panamá, con destino a la cuarta versión de este importante certamen beisbolero, que se realizó en el 2017. Así, hasta donde sabemos, se convirtieron en la primera pareja de padre e hijo en desempeñarse juntos como jugadores en la misma selección a nivel internacional.
Por último, dos pinceladas. No se trata de padre e hijo jugando en un mismo equipo, pero sí de coincidencias. La primera la he contado en otras ocasiones; pero vale recordarla de nuevo, y tiene que ver con los lanzadores Aniceto y Eliécer Montes de Oca, ambos disfrutaron de tres títulos nacionales cada uno y acumularon 22 lechadas en los campeonatos nacionales.
Otra curiosidad que igualmente asombra: Cecil Fielder y su vástago Prince Fielder concluyeron sus respectivas carreras en las Grandes Ligas con igual cantidad de bambinazos (319) y constituyen el único binomio de padre e hijo que han conectado 50 o más jonrones en una temporada. El padre largó 51 para la calle en 1990, y su hijo, en una carrera más exitosa, disparó 50 en el 2007.