Las altas temperaturas acompañan la tarde. El tono rojizo navega sobre las líneas nubosas del ocaso tardío.
A varios kilómetros de casa, las gradas visten de verde y rojo. Están tan cerca del sueño dorado que pareciera imposible un desenlace fatídico. Frente al dogout de tercera, los azules necesitan el triunfo. El play off marcha 3-0 y los números no registran una remontada.
Por el terreno desfilan los trajes dispuestos a todo. Respiran profundo, la concentración tiene que ser total. Los innings transcurren como pequeñas batallas. La meta requiere de esfuerzo. Cae la tarde y a la vuelta del spot, en el tercer inning comienza el desenlace. Bases llenas y la buenaventura a su favor. Los Leñadores marcan primero. La serenidad inquieta a sus contrarios.
Un cuentagotas convierte las entradas en dosis exactas. La tortura parece ligera, pero la paciencia de un proyecto familiar se vuelve efectiva. El cielo aumenta su intensidad. Las tonalidades del fuego estrellado dan paso a la lluvia. Es el último tercio, la recta final. El «Latino» ajusta los cánticos. Lo inesperado llega a oídos del espectador y por vez primera observamos la rareza de un templo contra sus dioses. El favoritismo sube los decibeles del «Ruge, leona».
Son las Crónicas de una muerte anunciada. Meneses ejecuta su lanzamiento final. Desfila sobre el césped y, al llegar, un grupo de Leñadores lo asalta frente al banco. Otra estrella asume el timón del navío. En la ofensiva cada aporte es primordial. No hubo cuentas pendientes. Las luces aguardan silenciosas el cierre de esta historia.
En el octavo, los Leones completan las almohadillas. Las esperanzas avivan un estadio sumido en el desconcierto. Catorce juegos hicieron falta para llegar hasta aquí. La lucha constante devino en ventajas sobre Gallos y Avispas. Sin embargo, la resistencia ante Las Tunas decae ante la poda del bosque. Un doble play frustra los planes. Sólo una carrera marca la pizarra. El triunfo se aleja de la capital.
De vuelta al cajón de bateo, los del oriente deciden catalizar el proceso. Para la estocada de cierre, dos vueltas son suficientes. En números finales, 6-1 representa la gloria. El out 27 detiene su paso. El fin del trayecto debe ser perfecto. Para ello, Civil adopta su posición. Durante la temporada ha sido el amuleto de la suerte, y como tal debe acabar. Sólo un lance y la realidad deja de ser un sueño.
La temporada fue extenuante, y la constancia, única. Las imágenes filtradas en pantalla describen un festejo. En círculos y como niños, una familia cumple su cometido. Al padre de todos le han regalado un adiós de ensueño. Días atrás, Danel Castro anunciaba su retiro, y como los grandes, dice adiós portando la de oro. Baldoquín le reafirma al reportero de la tv, su admiración hacia el equipo y la grandeza de saberse campeón con una generación que lo ha dado todo. Por segunda ocasión en su historia alcanzan el cetro.
A lo lejos, los escribanos del Olimpo detallan el suceso. La tarde dio paso a sus estrellas. Las lágrimas de alegría y tristeza dividen la opinión de monarcas. En el templo del béisbol cubano, los reyes levantan la frente e indican al terreno tonos verdes y rojos. El hacha será la insignia. Un grupo de hombres alza un trofeo, mientras sus seres queridos admiran el triunfo de quienes, por derecho, cumplieron el sueño de ser campeones.