Podríamos dedicar páginas eternas al reflejo de una hazaña tricolor. Deportes que se mantuvieron, otros que resurgieron, para llevar a Cuba al quinto lugar del medallero, y otros que intentarán su deuda en Barranquilla 2027.
Santiago 2023 cerró sus puertas al deporte. En sus casi 20 días, la diversidad de paisajes vistió a juego con las emociones derrochadas en campo, alberca y pista. La juventud cambió los esquemas impuestos al pronóstico. Lejos quedaron las aspiraciones atrapadas en lo que pudo y no fue. Hoy, trasluce la fiesta de un evento épico, decidido a marcar un antes o un después en la larga historia de las citas multideportivas.
Para Cuba, la necesidad imperiosa de mantenerse entre los primeros diez cayó en la extraña ruleta de un obstáculo bajo, sin pretensiones futuristas ni añoranzas pasadas. Santiago 2023 marca un nuevo rumbo con la meta puesta en aquellos que sufren y se levantan, de los que aman sin preguntar cuánto vale querer de vuelta.
Treinta doradas, veintidós de plata y diecisiete de bronce fueron suficientes para sobrecumplir con nosotros mismos. El atletismo resurgió. Seis coronas adornaron un regreso inesperado, pero veloz. Observar cada una de las carreras en pistas parecía un sueño idílico. Sin embargo, Yanisleydi García y sus compañeras del 4×100 y 4×400 pusieron fin al paro previsto desde los carriles. El salto devino en un reinado absoluto desde el triple y el largo. La pértiga vivió el eterno dejavú de las finales cerradas.
Las primeras veces apuntaron al oro de los nuevos campeones. El judo configuró sus fuerzas. En el vaivén de los combates el por equipo decidió renacer en espíritu, sin importar el abandono por el sueño de un futuro mejor. El tatami engalanó las tardes mezclando experiencia y juventud. Idelannis llenó de triunfos un amor dedicado al caballero que aguardaba en el ring. La fusión se hacía perfecta y en casa solo esperan el dilatado encuentro.
Empezar de cero convino el triunfo en las piscinas. Desde récords personales hasta las nuevas oportunidades de vida saltaron en el paso impoluto de un equipo joven, arraigado en el sí se puede y las glorias colectivas. Las afanadas alturas del trampolín lucieron perfectas. Los sextos y séptimos puestos abrazaron el hielo de corazones armados por fragmentos.
Desde Laguna Grande de San Pedro de la Paz, las canoas miraban al sol como mapuches liderando el bohío. El paso cubierto por la multitud fue la chispa para encender cada jornada de competencia. Del tiro, la precisión, de sus integrantes, la absoluta certeza de que años de entrega pueden sellar una carrera perfecta.
La locomotora añoró al maquinista estrella. En las gradas el Gigante de Herradura apabulló los gritos contrarios. La actuación se hizo perfecta y ocho de las posibles medallas pusieron cuatro letras en el primer escaño en la tabla de posiciones. El ciclismo marcó la ruta. La pelota vasca incluyó otro líder en el multiverso deportivo. Los tonos plateados carecen de diferencia ante el oro. El valor no distingue entre primeros y últimos en el ranking.
Del deporte colectivo, los imprevistos y las antiguas necedades de un tiempo mejor. Quizá sea hora de una depuración en el pensamiento o la práctica. Lo cierto es que siguen siendo la similitud de los marcadores en contra y los puestos relegados a la mitad de la competencia. El voleibol, el béisbol, el polo acuático, el softbol, el baloncesto y demás disciplinas por equipos necesitan de una mirada inquieta al futuro, recelosa de un pasado extraordinario.
Cada cápsula de espacio y tiempo refiere nuevas historias. Podríamos dedicar páginas eternas al reflejo de una hazaña tricolor. De las medallas me llevo la valentía de creer cuando nadie más apostó por el triunfo, los golpes de autoridad y las sorpresas que alegran el alma. De las derrotas nos queda asumir las verdades ocultas y el eterno misterio que debilita la sapiencia colectiva. De Santiago 2023 me quedo con la imperiosa verdad de romper nuestros propios límites, de reinventarse, de gritarle al mundo que más que una isla seguimos siendo ese arsenal de talento que lucha y defiende las últimas consecuencias.
Con Santiago llega un nuevo comienzo porque si cada paso conduce a él, el sendero de regreso trae consigo los mejores paisajes. Chile sólo fue el inicio. El adiós se hace justo, pero cuando el alba despierte en Barranquilla volveremos a la ruta de los que aman sin condición, nacen en el barrio y besan la gloria.