
El Giulesti Stadium de Bucarest fue testigo, el pasado 26 de junio, de un cambio de guardia en el fútbol juvenil europeo. En una final tensa y de escasas concesiones, Países Bajos venció 1-0 a España y se coronó por primera vez campeón del Campeonato de Europa Sub-19. El único gol del partido llegó tras una jugada desafortunada: un disparo del capitán neerlandés Givairo Read fue desviado por el portero español Raúl Jiménez hacia su propia portería. Un error que selló el destino de una final que, hasta entonces, había sido pareja y táctica.
España, que llegaba como defensora del título y máxima ganadora histórica del torneo con nueve coronas, no logró revalidar su hegemonía. Su camino hasta la final había sido impecable: tres victorias en la fase de grupos, incluida una goleada 5-0 sobre Montenegro, y una semifinal épica ante Alemania que terminó 6-5 tras una prórroga de infarto. En ese duelo, el delantero Pablo García se convirtió en figura al marcar cuatro goles, incluido el tanto decisivo en el minuto 119. Sin embargo, en la final, la ‘Rojita’ se topó con una defensa neerlandesa sólida, un mediocampo disciplinado y una noche en la que el poste y el larguero se aliaron con el rival.
La ‘Oranje’, por su parte, mostró un juego colectivo maduro, con Read como líder emocional y Ayoub Oufkir como motor ofensivo. Su campaña fue impecable: tres victorias en la fase de grupos, una semifinal bien resuelta ante Rumanía (2-1) y una final en la que supieron resistir y golpear en el momento justo. Con este título, Países Bajos se convierte en el segundo país —tras Alemania— en conquistar todos los campeonatos masculinos de la UEFA: Sub-17, Sub-19, Sub-21 y la Eurocopa absoluta.
Más allá del marcador, el torneo dejó señales claras de que el fútbol juvenil europeo goza de excelente salud. Las gradas rumanas vibraron con partidos de alto voltaje, y el talento emergente dejó claro que el futuro del balompié continental está en buenas manos. España, pese al tropiezo final, demostró que su cantera sigue siendo una de las más fértiles del continente. Países Bajos, en cambio, confirmó que su proceso de formación ha alcanzado una madurez competitiva que ya empieza a reflejarse en todas sus categorías.
El Sub-19 de Rumanía 2025 no fue solo una competencia: fue una vitrina de promesas, un laboratorio de estilos y un recordatorio de que, en el fútbol, cada generación escribe su propia historia. Esta vez, la tinta fue naranja.