Metfiel Stadium fue el escenario de la sorpresa más inesperada del año. Como cúspide de una temporada extenuante y agotadora, el Mundial de Clubes propuso ingenio, rivalidad y estilo. Cada once tuvo similitudes; mas, la entrega y el carácter fueron los puntos definitorios en los encuentros. New York convirtió los pronósticos en estadísticas desfasadas. Esta vez, el favoritismo pesó, ahogó y propició un espectáculo ajeno al disfrute y la profesionalidad sobre el terreno.
El Chelsea goleó al campeón de Europa League. Presentó un esquema de ataque sobre los tres cuartos de cancha, con sobrepoblación en el centro del campo y presión desde el punto penal del contrario. Los Blues ganaron la partida desde el banquillo. Enzo Maresca no cedió a la incidencia mediática de la rueda de prensa o los pronósticos en contra. Los londinenses plantearon su juego e implantaron orden y disciplina.
Solo 22 minutos mantuvieron en vilo al espectador. Justo al borde del área, la especialidad de casa llegó de la mano del 10. Cole Palmer ajustó la mira para que la esférica besara el poste y terminara en las redes. Cinco minutos después, la dosis sería idéntica tanto en el ejecutor como en la acción misma. En media hora de partido, los parisinos prendían las alarmas de la remontada. Pero, cuando el día sabe a infortunio, de nada vale estrenar atuendo.
Como si de duelo personal se tratase, Cole Palmer retomaba el ataque. Para la ocasión, serviría una asistencia magistral, que terminó en grito de gol al 43', gracias al fichaje del momento: João Pedro. Sin respuesta ni creación, el favorito inició el retroceso al vestuario. Del planteamiento a la ejecución, el engranaje tenía defectos. Hacia el medio campo las líneas tendrían que bajar a terreno defensivo. La salida ofensiva dependía de ello. Sin embargo, la magia de Vithina y Fabián Ruiz no pudo hacerse visible.
Entre cánticos al amor y la igualdad, el descanso transcurrió afable para el televidente. Las altas temperaturas, notables en todo el país, también hicieron mella en el Metlife Stadium. Comenzaban los 45' de la verdad. El despertar en París se traslucía inminente. Las conexiones hacia la zona de creación y ataque figuraban mejores condiciones. Dos ocasiones de peligro y las atajadas de Sánchez transgredían el escenario de la primera mitad.
Pasada la euforia del inicio del segundo tiempo, los bicampeones continentales retomaron el control, cortaron toda posibilidad de asociación entre atacantes y creadores, recuperaron en el centro y defendieron en bloque. Los minutos caían y con ellos, la calificación del favorito de especialistas y medios. Lo inimaginable se hizo real. En cancha, Dembélé, Doué y Kvarastkhelia fueron anulados. El esquema de Luis Enrique tuvo rival y antídoto.
Maresca puso sobre la mesa un juego con ritmo español y temple italiano. Ni entradas simples ni errores defensivos. Quien tuvo la oportunidad disparó al arco, exigió a Donnarumma y burló una defensa fuera de sí. Tras la frustración, João Neves vio la roja en una jugada de ataque. Ante la ventaja de posición de Cucurella, el mediocampista del París cometió falta peligrosa al halarle el cabello y dejarlo tendido cerca del área.
La emoción del momento trajo confrontaciones indebidas e innecesarias después del pitazo final. Imágenes de enfrentamiento y disgusto entre jugadores y cuerpos técnicos no pueden ser el recuerdo de la discusión de un título que paralizó y enamoró a los apasionados del fútbol.
Luego de una temporada extenuante, el Chelsea es campeón del Mundial de Clubes en su nuevo formato. Con trofeo en mano, los «Pride of London» igualan el resultado de sus enfrentamientos particulares con los de la Ciudad de la Luz en victorias, empates y derrotas (3).
El Mundial de Clubes de la FIFA 2025 puso fin al calendario competitivo de la temporada 2024-2025. Para Luis Enrique, el sexteto de triunfos no fue posible, pero no existe duda alguna de que el club de la capital francesa es, hoy día, de lo mejor que puede ofrecernos el fútbol. Aunque, cuando de estrategia se trata, 90 minutos son suficientes para cambiar el curso de lo predicho.
Hace frío en París. El Chelsea baila, arrolla y golea. En el tablero, el ataque desarmó la defensa rival, la presión sostuvo intenciones y goles en el marcador, y el MVP fue manos del hombre de las grandes finales. ¡Los Blues de Londres son campeones! El mundo, desde New York, observó cómo lo improbable se transformó en hecho y realidad.