Dí­az-Canel: Trabajen por hacer realidad todo lo que entiendan que aportará al bien de la nación, a su espiritualidad, al porvenir

Versiones taquigráficas del discurso pronunciado por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del IX Congreso de la Uneac, en el Palacio de Convenciones.

Compartir

Presidente cubano en el IX Congreso de la Uneac.
Presidente cubano en el IX Congreso de la Uneac. (Foto: José Manuel Correa)
Miguel Dí­az-Canel Bermúdez
2602
01 Julio 2019

Queridos escritores, artistas, creadores;

Compañeras y compañeros de la Presidencia;

Ministros y viceministros presentes:

Ante todo, reciban el cálido saludo del General de Ejército, del cual soy portador.

Ha concluido su IX Congreso.  No digo estos dí­as de análisis y debate en el Palacio de Convenciones, sino los largos meses de intercambios y aportes desde las bases.   ¡Cuánta inteligencia y talento, cuánto se aprende de ustedes!

Es un proceso que hemos seguido de cerca en frecuentes encuentros con la Comisión Organizadora, tratando de aproximar, en lo posible, soluciones a las insatisfacciones más generalizadas, y confirmando, una vez más, el valor de ir a lo profundo del extraordinario caudal creativo del pueblo cubano. Allí­ siempre nos espera la verdad.

Permí­tanme sentirme uno más de ustedes: en la insatisfacción y también en el compromiso, soy un apasionado del arte y de la cultura en sus más diversas expresiones, sea de Cuba o universal.

Los temas que aquí­ se han tratado suelen ser pan de cada dí­a en nuestra familia y entre amigos. Por las profesiones de mis tres hijos y de mi esposa, la cultura está de manera casi permanente en nuestras vidas.   Por imperiosa necesidad del espí­ritu, no sabrí­amos vivir sin acceso a las artes.

La emoción más profunda, junto con la gloria patria, nos la provoca constantemente el contacto con la creación artí­stica. Personalmente no puedo separar el sentido de plenitud, incluso de felicidad, de un disfrute estético determinado.   Y si es cultura cubana, el goce se multiplica.

Lo que quiero decirles es que durante estos meses, estos dí­as, estas horas, más de una vez nos hemos sentido entre ustedes, compartiendo lo que expresan y comprometidos con lo que hacen.

Y por lo que dicen y lo que hacen, sé que muchos de ustedes, alguna vez, pueden haberse sentido en nuestro lugar, desafiados a dar continuidad a un proceso histórico único, de un impacto y alcance universal y de un liderazgo solo comparable a la grandeza de la Revolución misma, hecho cultural superior que transformó desde la raí­z a una nación pequeña y atrasada en una indiscutible potencia mundial, no por sus recursos materiales, sino por sus recursos humanos y sentimentales.

Nosotros cuando miramos al mundo y repasamos la historia podemos decir: ¡Qué milagro de paí­s, en qué gran pueblo nos hemos convertido! Es lo que nos ocurre cuando asistimos a una función de ballet o danza, a conciertos de música, lo mismo en un gran teatro que en uno de nuestros barrios; a obras teatrales, a estrenos de cine, a ferias del libro, de artesaní­as, a galerí­as, a descargas de rumba o a escuelas de arte.

Un paí­s bloqueado durante seis décadas, perseguido con saña y alevosí­a hasta en la gestión de medicamentos infantiles, acribillado mediáticamente por los medios más influyentes del planeta, no se ha conformado con resistir y sobrevivir. Como ya dije una vez: «Somos una Revolución que puede presumir de haber sido contada y cantada, desde sus orí­genes, con el talento y la originalidad de sus artistas y creadores, intérpretes genuinos de la sabia popular y también de las insatisfacciones y esperanzas del alma cubana.

Presidente cubano en el IX Congreso de la Uneac.
(Foto: José Manuel Correa)

«Y así­ seguirá siendo. Intelectuales, artistas, periodistas, creadores, nos acompañarán siempre en el empeño de que este archipiélago que la Revolución puso en el mapa polí­tico del mundo siga siendo reconocido también por su singular modo de pelear cantando, bailando, riendo y venciendo ».

Quizás aún no hemos aprendido, y en algunos casos hemos desaprendido, a contar esa maravilla, pero nadie puede ya quitarnos el orgullo de ser una nación para respetar, gracias a una Revolución que siempre ha puesto al ser humano en el centro.

Es algo que nuestra generación les debe a los fundadores en primer lugar, desde Céspedes a Martí­. A los creadores que continuaron sus luchas y fundamentalmente a Fidel, el indiscutible intelectual y guí­a de la generación histórica que, junto con la entrega de la tierra y las fábricas a los que la trabajaban, alfabetizó al pueblo, universalizó la enseñanza, creó poderosas instituciones culturales y en los momentos más difí­ciles nos enseñó que «la cultura es lo primero que hay que salvar ».

¿Por qué insistí­a Fidel en esa idea, que repitió tantas veces? Ustedes lo saben seguramente, pero no está de más recordarlo. Porque «no hay proa que taje una nube de ideas », dirí­a Martí­.

Y Fidel supo advertir el riesgo de perder nuestra mayor fortaleza: la unidad, la identidad, la cultura, con la avalancha colonizadora que avanzaba en los tiempos de la globalización, con el acceso masivo a las nuevas tecnologí­as, promovido por los mercaderes modernos, no para enriquecer sino para empobrecer la capacidad crí­tica y el pensamiento liberador.

Consciente de que esas tecnologí­as de acelerado desarrollo serí­an una poderosa arma de educación y multiplicación del conocimiento a la que la Revolución no podí­a renunciar ni acceder tardí­amente, Fidel creó la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) y paralelamente alertó a la sociedad cubana sobre la importancia de salvar la cultura.

IX Congreso de la Uneac.
(Foto: José Manuel Correa)

Así­ como antes, en aquellas reuniones de la Biblioteca Nacional que dieron lugar a sus Palabras a los intelectuales y muy poco tiempo después a la creación de la Uneac, Fidel acudí­a a la vanguardia intelectual y artí­stica para enfrentar desafí­os que solo podí­a advertir un iluminado, como Barnet lo definió alguna vez.

Si hace 60 años fue vencido el intento de fracturar la unión visceral entre aquella vanguardia y su Revolución, es decir, ella misma y su pueblo, más tarde y muchas veces a lo largo de los años el adversario se empeñarí­a inútilmente en ello. En el cruce de siglos, la batalla alcanzarí­a cotas mayores golpeando a las fuerzas progresistas en la región y en el mundo.

Movimientos como la Red en Defensa de la Humanidad y proyectos culturales que florecieron por todo el paí­s demostraron la extraordinaria fuerza de la vanguardia para alimentar y sostener la espiritualidad de la nación.

De la Uneac fundada por Nicolás Guillén y otras cubanas y cubanos universales emergió un compromiso para siempre con el destino de la cultura nacional, que se ha afirmado en estos dí­as. Y es tremendo ver la continuidad de esa obra en una organización dirigida hasta hoy por uno de los más jóvenes delegados a aquella cita de hace 58 años:  el poeta, ensayista, etnólogo, intelectual, en suma, Miguel Barnet.

Aquí­ se ha hablado varias veces de las Palabras a los intelectuales. No concibo a un artista, a un intelectual, a un creador cubano que no conozca aquel discurso que marcó la polí­tica cultural en Revolución. No me imagino a ningún dirigente polí­tico, a ningún funcionario o dirigente de la Cultura, que prescinda de sus definiciones de principio para llevar adelante sus responsabilidades.

IX Congreso de la Uneac.
(Foto: José Manuel Correa)

Pero siempre me ha preocupado que de aquellas palabras se extraigan un par de frases y se enarbolen como consigna. Nuestro deber es leerlo conscientes de que, siendo un documento para todos los tiempos, por los principios que establece para la polí­tica cultural, también exige una interpretación contextualizada.

Claramente Fidel planteó un punto de partida: la relación entre Revolución, la vanguardia intelectual y artí­stica y el pueblo. Entonces, todos no tení­an tan claro como Fidel lo que los artistas e intelectuales irí­an comprendiendo en el desarrollo de su obra: que la Revolución eran ellos, eran sus obras y era el pueblo.

Por eso resulta reduccionista limitarse a citar su frase fundamental: «Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada », soslayando que Revolución es más que Estado, más que Partido, más que Gobierno, porque Revolución somos todos los que la hacemos posible en vida y en obra.

Y también serí­a contradictorio con la originalidad y fuerza de ese texto, pretender que norme de forma única e inamovible la polí­tica cultural de la Revolución. Eso serí­a cortarle las alas a su vuelo fundador y a su espí­ritu de convocatoria.

Hoy tenemos el deber de traer sus conceptos a nuestros dí­as y defender su indiscutible vigencia, evaluando el momento que vivimos, los nuevos escenarios, las plataformas neocolonizadoras y banalizadoras que tratan de imponernos y las necesidades, pero también las posibilidades que con los años y los avances tecnológicos se han abierto.

Hay que hacer lecturas nuevas y enriquecedoras de aquellas palabras. Hacer crecer y fortalecer la polí­tica cultural, que no se ha escrito más allá de Palabras… y darle el contenido que los tiempos actuales nos están exigiendo.

Ustedes han hecho bastante. Como hemos apreciado, han trabajado y avanzado mejor allí­ donde más coordinados han actuado con otras fuerzas intelectuales, como las que crean desde las universidades y otros centros de investigación de las ciencias sociales y humaní­sticas.

Evidentemente, hay más y mejores resultados donde la creación se apoya en nuevos soportes tecnológicos que facilitan el trabajo.

Hace unos dí­as, compartiendo con la Comisión Organizadora, les comentaba sobre uno de los temas que más discusiones genera siempre en los eventos de la Uneac: la relación con el turismo. Y otro tema más actual que es la polí­tica cultural en los espacios de la economí­a estatal y los privados.

Hoy quiero reiterar que tenemos, desde la administración, el deber de ser coherentes. No hay una polí­tica cultural para el sector estatal y otra para el privado. En ambos sectores tiene que promoverse, defenderse, dárseles espacio a quienes hacen arte verdadero.

Y en el caso especí­fico del turismo, yo he insistido en que la cultura es un eslabón fundamental en los encadenamientos productivos que nos interesa promover. Pero defiendo, sobre todo, que el turismo no solo lleve a los artistas a sus instalaciones, sino que propiciemos una muy intensa actividad cultural en todas nuestras ciudades y zonas turí­sticas que, a la vez que enriquezca la vida cultural del pueblo, atraiga y conquiste al visitante. Hay que ser auténticos y dejar de vender «shows  enlatados », productos de seudocultura que responden más a la rentabilidad que al orgullo de mostrar quiénes somos realmente.

Cuba es una potencia cultural y hoy el turismo, siendo como es una actividad económica que aporta cotidianamente al Presupuesto, la verdad es que todaví­a tributa mucho menos de lo que podrí­a si los turistas salieran a consumir bienes y servicios, no solo culturales, pero sobre todo culturales (Aplausos).

A propósito, el sistema de escuelas de arte tiene una fuente de ingresos por exportación de servicios, insuficientemente explotada, en la generación de cursos en áreas de la enseñanza artí­stica, en las que somos realmente fuertes y donde debemos establecer modalidades y precios coherentes con el nivel de la academia cubana.

En esa misma lí­nea de pensamiento, a la Uneac le corresponde ser una especie de electrodo movilizador de fuerzas y acciones para la proyección internacional de nuestras industrias culturales. No olvidar que cuando todas las puertas se cerraron para Cuba por su osada pretensión de soberaní­a y libertad, hasta en el imperio se abrieron al menos ventanitas por donde entraron la música, las artes plásticas, el ballet, la danza, el teatro y otras manifestaciones culturales.

Los puentes que ha levantado la cultura cubana, apoyada por fieles amigos, en tantos años de ninguna  o escasas relaciones entre Cuba y Estados Unidos, nos han permitido sostener vivo un intercambio entre nuestros pueblos de tanta fuerza que la actual administración estadounidense se ha propuesto clausurarlo definitivamente.

Pero también hacia Europa, Asia, ífrica, los intelectuales y artistas han fungido como embajadas culturales, han abierto puertas y favorecido entendimientos que podrí­an ser más difí­ciles y hasta imposibles sin ellos.

Hay mucho, mucho que trabajar en ese sentido.  Y  ustedes tienen el talento, la fuerza y el conocimiento para hacerlo crecer, aportando al paí­s recursos imprescindibles para su desarrollo.

Comparto igualmente las preocupaciones de quienes sienten que algunas instituciones de la Cultura se han quedado por detrás de los creadores. Resulta inaceptable que no se comprenda que todas las instituciones culturales existen por y para los creadores y su obra (Exclamaciones y aplausos), no a la inversa, y que el burocratismo y la falta de profesionalidad ahogan la creación.

IX Congreso de la Uneac.
(Foto: Juvenal Balán)

En la pelea contra esos molinos de viento, tan antiguos como dañinos, vemos un papel fundamental de la Uneac.  Es preciso hacer más proactiva a la organización en sus bases: indagar qué misiones cumple cada una en función de aquellos a quienes representan y qué ámbitos de discusiones lideran.   ¿Desde cuáles posiciones?   ¿Con qué liderazgos?

Igualmente veo a la Uneac batallando por rescatar y elevar el peso y el papel de la crí­tica cultural.  La sequí­a de análisis serios y bien fundamentados sobre los valores reales de obras y espacios culturales desestimulan a los creadores y privan a los públicos, particularmente a los más jóvenes, de criterios orientadores que establezcan las jerarquí­as artí­sticas a tiempo.

Es un hecho incontestable que los creadores cubanos residentes en el paí­s tienen obras capaces de emular con lo mejor creado por sus contemporáneos que trabajan y viven en naciones del Primer Mundo, bajo condiciones materiales e incentivos muy superiores a veces, lo que les ha valido acceder a mercados exigentes.

¿Por qué desde Cuba no logramos insertar, difundir, exportar la obra de los que trabajan dentro del paí­s y en cambio promocionamos y replicamos lo que ya el mercado acuñó y nos devuelve envuelto en sus reglas?  (Exclamaciones y aplausos prolongados.)   ¿Qué necesitan nuestras instituciones para hacer florecer nuestras más auténticas creaciones culturales?

Se escucha mucho la queja sobre la cual es importante que actúen las organizaciones de artistas de que el sistema empresarial o las llamadas industrias culturales, con relación a la creación artí­stica, en cuanto a su producción, promoción y comercialización, se han quedado atrás.

La cultura puede y debe aportar al Producto Interno Bruto del paí­s y para eso están sus empresas.  Sobran las insatisfacciones de artistas y creadores que deben gestionarse absolutamente todo para difundir o promocionar su trabajo, mientras quienes tendrí­an la responsabilidad de hacerlo ejercen una suerte de parasitismo desde la inactividad (Exclamaciones y aplausos prolongados).

Los artistas tienen el deber de pagar sus impuestos, pero no deberí­an tener que abonar a las empresas si estas no han tenido nada que ver con los contratos de trabajo, con su promoción ni con su amparo jurí­dico (Exclamaciones y aplausos prolongados).

IX Congreso de la Uneac.
(Foto: José Manuel Correa)

Es un secreto a voces que ese parasitismo favorece la corrupción (Exclamaciones y aplausos) y enmascara el incumplimiento de la función de representación y gestión de oportunidades para el creador y su obra.  Es inútil y engañoso que el escaso dinero de que dispone el paí­s sea reciclado entre entidades sin ningún efecto en la economí­a real (Exclamaciones y aplausos).

Otros temas que, en mi modesta opinión, deberí­an concitar acciones y reacciones de nuestros creadores agrupados en la Uneac tienen que ver con lo que algunos llamamos «mercenarios culturales », esos dispuestos a linchar a cuanto artista o creador exalte a la Revolución o les cante a las causas más duras y a la vez más nobles en que están empeñadas las fuerzas progresistas de nuestra región y del mundo (Aplausos).

Recordemos el mensaje del General de Ejército Raúl Castro Ruz, en ocasión del aniversario 55 de la Uneac: «Hoy estamos doblemente amenazados en el campo de la cultura: por los proyectos subversivos que pretenden dividirnos y la oleada colonizadora global.  La Uneac del presente continuará encarando con valentí­a, compromiso revolucionario e inteligencia, estos complejos desafí­os. »

Esta plataforma colonizadora promueve los paradigmas más neoliberales: Estado mí­nimo, mercado hasta donde más sea posible, todo se vende y se compra, el supuesto éxito único de la empresa privada; atentos a los que ponen por delante mercado y no cultura; egoí­smo y vanidad personal y no compromiso social de la cultura (Exclamaciones y aplausos).

Ya se ha denunciado que la actual administración estadounidense destina nuevos y mayores fondos a la subversión y que pide a quienes desean acceder a los cotos privilegiados del imperio que rindan cuenta de cuanto hacen o dicen en las redes sociales.  Por lo que callan y por lo que dicen algunos contra sus propios compatriotas, es fácil colegir quiénes aspiran a ganarse el penoso boleto.  Apóstatas les llamarí­a Martí­.   Me pregunto si alguien cree que servir al que nos bloquea, ataca y obstaculiza nuestro desarrollo le abrirá por largo tiempo la pequeña puerta por la que les dan acceso a quienes reniegan de su raí­z.

No vamos a limitar la creación, pero la Revolución que ha resistido 60 años por haber sabido defenderse, no va a dejar sus espacios institucionales en manos de quienes sirven a su enemigo, sea porque denigran cualquier esfuerzo por sobreponernos al cerco económico o porque se benefician de los fondos para destruir a la Revolución (Aplausos).

Los lí­mites comienzan donde se irrespetan los sí­mbolos y los valores sagrados de la Patria (Aplausos).

La Constitución que acabamos de aprobar y que se complementará con sus leyes correspondientes tiene, entre las primeras, la de los sí­mbolos nacionales.

Los ingenuos hacen tanto daño como los perversos. No son tiempos de negar ideologí­as, ni de descontextualizar.  Y nada de esto significa negar la libertad de creación ni hacer concesiones estéticas.   Significa tener sentido del momento histórico, saber que más allá de Cuba el mundo vive horas de mucho riesgo e incertidumbre, donde los poderosos pasan por encima de las leyes internacionales, lanzan guerras al amparo de las llamadas  fake news  o falsas noticias y destruyen civilizaciones milenarias en nombre de la intervención humanitaria.   Construir y defender un proyecto socialista significa defender el humanismo revolucionario.

Como en los tiempos de Palabras a los intelectuales, la Revolución insiste en su derecho a defender su existencia que es, también, la existencia de un pueblo y de sus creadores e intelectuales.

Tendrí­a mucho más que decirles, pero sé que habrá nuevas oportunidades para hacerlo.  Nos hemos propuesto realizar encuentros mensuales con la directiva electa y grupos de creadores, junto a los ministerios, para revisar todo cuanto podamos colaborar en arrancarles cada vez un pedazo mayor a los problemas y dificultades (Aplausos).

Para eso cuenten con el apoyo del Gobierno, presentes aquí­ seis ministros y viceministros de los organismos de la Administración Central del Estado.   El Dictamen de las comisiones nos ofrece un menú de temas muy amplio que debemos ahora abordar entre todos y en darle solución.

No dejen morir el Congreso.   Trabajen por hacer realidad todo lo que entiendan que aportará al bien de la nación, a su espiritualidad, al porvenir que quieren negarnos los que no han podido destruirnos.

Entre ustedes nos sentimos cómodos, entusiastas, optimistas, conscientes de que como nos enseña Raúl:   «Sí­ se puede » cuando se quiere.  Y ustedes y nosotros, es decir, la Revolución, queremos lo mismo:

Un paí­s libre, independiente y soberano;

Fiel a nuestra historia;

Que garantice justicia social y justa distribución de la riqueza;

Con respeto a la dignidad plena del ser humano, mujer y hombre;

Con una sólida identidad cultural;

Donde se preserve el acceso gratuito y universal a la educación;

Que avance hacia un desarrollo económico equilibrado y sostenible;

Próspero, inclusivo, participativo;

Invulnerable militar, ideológica, social y económicamente;

Con servicios de salud gratuitos y de la mayor calidad para todos;

Solidario, generoso, humanista;

Que repudie todas las formas de discriminación;

Donde no prosperen nunca el crimen organizado, la trata de personas o el terrorismo;

Defensor de los derechos humanos de todos, no de segmentos exclusivos o privilegiados;

Libre de toda forma de violencia, esclavitud, explotación humana;

Con un ejercicio ejemplar de la democracia del pueblo y no del poder antidemocrático del capital;

Capaz de vivir en paz y desarrollarse en armoní­a con la naturaleza y cuidando las fuentes de las que depende la vida en el planeta.

Compañeras y compañeros:

Nuestro reconocimiento a la intensa labor realizada por Barnet en estos años al frente de la Uneac.

Felicitamos a la nueva dirección de la Uneac, a su presidente electo, Morlote, con la certeza de que comprenden que su misión más importante es desatar una irreconciliable batalla contra la incultura y la indecencia (Aplausos), y en ese bregar los creadores deberán ser, como siempre, como pidió Fidel en Palabras a los intelectuales:    más que espectadores, actores.

Un mundo mejor es posible.

Esa certeza la heredamos de nuestros padres y tenemos el deber de sostenerla para nuestros hijos.

¡Somos Cuba!     ¡Somos continuidad!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(Ovación)

(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)

Comentar