Queridos médicos del mundo graduados en Cuba;
Queridos hijos de Cuba nacidos en otras tierras;
Queridos compatriotas:
No tengo que darles la bienvenida, porque ustedes han llegado a su patria, la que los acogió un día como estudiantes para formarlos integralmente en la más noble y altruista profesión humana y los despidió años después con la satisfacción de ver cumplido ese sueño.
Como hijos de Cuba que son, no tengo que explicarles las excepcionales circunstancias en que se encuentra su segunda patria. Ustedes han sufrido junto a nosotros los apagones, los problemas con el transporte, y los desabastecimientos. Ustedes saben lo que significa el bloqueo y cuánto daño hace a la cotidianidad de un pueblo laborioso y alegre como el cubano, que no conoce la rendición ni la amargura frente al brutal acoso de su poderoso vecino.
Todo eso se ve multiplicado hoy por el reforzamiento de esa criminal política con más de 200 medidas y una feroz persecución financiera y energética, bajo pretextos tan cínicos y falsos como el de considerar a Cuba un Estado patrocinador del terrorismo.
Bajo el peso de esos poderosos obstáculos a nuestro desarrollo como nación, nos hemos enfrentado en muy breve lapso de tiempo a dos fuertes ciclones y dos sismos intensos, que, sin embargo, no han podido destruir al país.
Aquí estamos de pie, con la fortaleza, la dignidad y un profundo amor a la vida que se expresa en el huracán de trabajo, organización y solidaridad que podrán encontrar ustedes en cada una de las zonas siniestradas por esos fuertes golpes de la naturaleza.
Es lo que nos enseñaron Fidel, Raúl y la Generación Histórica, en permanente lucha por la justicia social para Cuba y el mundo.
Cuando supe del evento y el motivo que los reúne de nuevo en su segunda patria, aparté unos minutos del intenso programa de trabajo que nos planteamos para acelerar la recuperación del país y enviarles este saludo de compatriota, ya que no puedo abrazarlos personalmente como me gustaría.
Les hago este mensaje precisamente al regreso de una visita a Mayabeque y antes de volver a salir en unos minutos hacia Artemisa, dos de las provincias más impactadas por el huracán Rafael.
Siempre que tengo noticias de ustedes, de lo que han logrado en sus comunidades y países, especialmente en apoyo a los más desfavorecidos, pienso con profunda emoción en Fidel, en lo feliz que estaría de verlos convertidos en guardianes de la vida y la salud de sus pueblos.
En ustedes se expresa a plenitud la legendaria fe en el ser humano y en el valor de la solidaridad que caracterizaron al líder de la Revolución Cubana, un profundo convencido de que un mundo mejor es posible si se lucha sin descanso por ese ideal.
Fidel propuso la idea de crear la ELAM tras el paso de dos poderosos huracanes por Centroamérica y el Caribe y ante la baja disponibilidad de médicos en la región para salvar a los damnificados en aquel momento. Es decir, no se sentó a mesarse los cabellos con el lamento por las pérdidas. Levantó uno de los proyectos más nobles, humanistas y revolucionarios de la historia humana. Y lo hizo convencido de que más fuerte que la furia de la naturaleza y su impacto en nuestras sociedades, empobrecidas por el colonialismo y el neocolonialismo, eran ustedes, las mujeres y los hombres que José Martí describió con todo respeto y admiración profunda en su ensayo Nuestra América como el hombre nuevo americano.
La ELAM, además, renueva y fortalece la profunda vocación universal de la Revolución Cubana, al sumar a su alumnado latinoamericano y caribeño a estudiantes estadounidenses y africanos.
Según los datos que me han entregado, al cabo de 25 años de fundada, la ELAM ha graduado 31 180 médicos de 122 países, con representación en todas las regiones del mundo: de África 2 534, de América 26 233, de Asia 2 165, de Europa 7 y de Oceanía 241.
En la actualidad, 1 877 estudiantes de 100 países están matriculados en todos los años de la carrera de Medicina, tanto en La Habana como en el resto del país.
Un hito importante de los últimos años fue el ofrecimiento de 1 000 plazas para estudiantes de Colombia, de todos los sectores de ese país, como un aporte de Cuba al proceso de paz luego de firmados los acuerdos, de los que nuestra nación es garante. Se efectúa este año la primera graduación de estos jóvenes colombianos que actualmente se están insertando en el sistema de salud de su país.
El 15 de noviembre de 1999, cuando se inauguró la ELAM, recién comenzaba el histórico periodo presidencial del querido Comandante Hugo Chávez Fría. Pocos años después la Revolución Bolivariana era parte de este sueño realizado de Fidel que ha llevado y formado médicos en todas las latitudes, donde los imperios y sus servidores llevan ejércitos y armas.
Hoy ese sueño incluye a más de 100 estudiantes palestinos, que honran los predios universitarios de la ELAM con su disposición a ser servidores de su pueblo, que hoy resiste la más cruel de las masacres por parte del genocida gobierno israelí.
Compatriotas:
Sé que muchos de ustedes, si no todos, no solo no se han quejado de los problemas que ocasionó el ciclón en la escuela, sino que vinieron decididos y preparados para ayudarnos en la recuperación. Los hemos sentido cerca y lo agradecemos mucho.
Vayan de regreso a sus países con el mismo sentimiento con que ahora les envío el más cálido abrazo en la distancia: el sentimiento de que la idea de Fidel está viva y va dando frutos dondequiera que cada uno de ustedes salva o cura una vida y enseña a otros la profesión más humana.
¡Hasta la vista, compatriotas! Gracias por mantenerse fieles a la divisa que Fidel les legó cuando les dijo al inaugurar la ELAM hace 25 años: «Lo más importante habrá de ser su consagración total al más noble y humano de los oficios: salvar vidas y preservar salud. Más que médicos, serán celosos guardianes de lo más preciado del ser humano; apóstoles y creadores de un mundo más humano».
¡Hasta la Victoria Siempre!