Aunque el edificio está cerrado en estos momentos, renacerá porque un grupo de técnicos y profesionales trabaja duro para que vuelva a ser aquel que se abrió a Santa Clara el 8 de septiembre de 1885, y que nos ha acompañado toda la vida.
No recuerdo qué edad tenía, pero debo haber sido muy pequeña cuando mi papá me llevó por primera vez al teatro. Sentada en sus piernas, en medio de la platea, con la cabeza volteada hacia arriba, me explicó una a una todas las imágenes que aparecían en el techo.
Las escaleras que llevan del primero al segundo nivel estuvieron a cargo de los trabajadores del grupo Delain. Esta estructura está terminada y preservada. (Fotos: Carolina Vilches)
Fue de su mano cuando comencé a explorarlo, supe lo que era la sinfónica, el ballet, el teatro. Después, durante la adolescencia, lo conocí de más cerca cuando estudié Artes Plásticas en la Academia Leopoldo Romañach (antiguo colegio Santa Rosalía), que se comunicaba por el fondo con el escenario.
En los ratos libres escapábamos en pandilla y nos colábamos por la pequeña puerta que unía los dos edificios, fantaseábamos en el escenario, explorábamos el foso y trepábamos por las escaleras hasta el gallinero.
Y era allí, en el cuarto piso, donde muy de cerquita permanecía embelesada mirando las enormes pinturas y revivía las historias de mi padre.
Ya en el preuniversitario, el teatro volvió a mí nuevamente, cuando me involucré en los festivales de la FEEM y empecé a recorrerlo con más conocimiento, más clara de lo que significaría para mí, toda la vida.
Como toda mi generación del «Osvaldo Herrera» acudí a ver el estreno de Los Novios, Molinos de viento y otras obras del Grupo Teatro Escambray, mientras suspiraba por el muy jovencito Fernando Hechavarría.
Fue espacio de deleite, entretenimiento, lugar preferido cuando iba enamorada con mi pareja, hace ya muchos años, a ver la danza contemporánea, y le explicaba las pinturas del techo con la cabeza volteada hacia arriba.
Arte Restauro se ocupa del rescate de las majestuosas lámparas de la instalación. (Fotos: Carolina Vilches Monzón)
Luego me abrió las puertas a esa misma danza, cuando comencé a fotografiarla desde sus ligeras escalerillas.
Ahora volví a entrar, como cuando niña, por la puerta trasera. Exploré el foso, caminé por el escenario y trepé por las escaleras hasta el gallinero, y ahí, sobre una tarima de madera, confeccionada para facilitar el trabajo a los restauradores, me detuve a mirar de muy cerquita, con la cabeza doblada hacia arriba, las pinturas de Camilo Salaya en el techo.
«Si mi padre vivera», pensé. Y lo soñé a mi lado, mientras fotografiaba una a una las escenas.
Tan cerca de Desdémona, que podía sentir el olor de la sangre, y el horror en el rostro de Otelo. Cerca, muy cerca del Genio, la Fama y la Historia (las tres mujeres que ocupan la gran ilustración central). Casi tocando los ángeles.
El nuevo libro de firmas del teatro. En la página abierta, las palabras, dibujo y firma de Bobby Carcassés. Tanto el libro como la restauración de la silla fueron donados a la institución por el grupo Albus. (Fotos: Carolina Vilches Monzón)
El teatro de mi ciudad está cerrado ahora, pero renacerá, porque un grupo de técnicos y profesionales trabaja duro para que vuelva a ser aquel que se abrió a Santa Clara el 8 de septiembre de 1885, y que nos ha acompañado toda la vida.
El pintor filipino-español Camilo José Salaya del Toro se establece en Cuba en 1876. Participó en el concurso convocado por el Ayuntamiento de la ciudad para la ornamentación del teatro y resultó ganador.
En 1884 se traslada para Santa Clara y comienza los trabajos. La ilustración central es una alegoría del Genio, la Historia y la Fama, situadas sobre la isla de Cuba; la obra se divide en un sector principal y ocho partes menores. A su alrededor se sitúan ocho medallones con retratos de importantes dramaturgos.
Para estas obras se prestaron como modelos varios pobladores de la ciudad. Se suman, en la parte superior del telón de boca, escenas ilustrativas de la tragedia y la comedia, inspiradas en las obras Otelo y La careta verde, respectivamente. Las seis piezas restantes constituyen alegorías a la música, la escultura, la pintura, Mercurio, la poesía y la arquitectura. La boca de escena muestra estampas bohemias.
En total fueron retiradas para su restauración 18 obras en 26 piezas. Este trabajo de desmonte y su posterior restauración correspondió a un equipo de especialistas de la Oficina del Historiador de La Habana, integrado por las licenciadas María del Carmen García, Tamara Frómeta, Elizabeth Romillo y el Ing. Alexander Reyes, con el apoyo de un equipo multidisciplinario de la ciudad de Santa Clara.
Paso a paso del desmonte de las pinturas:
Ya desmontadas, las obras fueron acuñadas y certificadas por el Registro Provincial de Bienes Culturales de Villa Clara.
Comentar
Elaine
Lunes, 17 Julio 2023 23:57
Me encantó su comentario y en especial su explicación sobre las pinturas del techo. Gracias a todos los q trabajan en la obra y a usted por su artículo.
Alexander
Domingo, 16 Julio 2023 23:10
Excelente publicación, gracias a todos los que de una forma u otra han contribuido a que se lleve a cabo esta restauración. Felicitar a Caro por este hermoso contenido. Gracias Santa Clara
Jonny
Domingo, 16 Julio 2023 12:41
Yo también opino que debieran divulgar este trabajo en los medios porque la población piensa que no se está trabajando en el teatro
Marta López
Domingo, 16 Julio 2023 11:21
Bravo!!
Aplausos prolongados para los actores de esa bonita y riesgosa restauración.
Este reportaje debía mostrarse resumido en el Noticiero Cultural.
Gracias Ingenieros , Obreros y Artistas restauradores.
Tamara
Domingo, 16 Julio 2023 09:33
Muy buena publicación agradecida con todo el equipo de Santa Clara gracias Carol
Lunes, 17 Julio 2023 23:57
Me encantó su comentario y en especial su explicación sobre las pinturas del techo. Gracias a todos los q trabajan en la obra y a usted por su artículo.