En el corazón de Santa Clara existe un lugar que te sumerge en la historia de siglos. Hace 100 años fue vivienda y sitio de arrendamiento para una farmacia, una zapatería, una cafetería. Hace 200, el hogar del gobernador y regidor de menores don Sebastián Coll y Villa.


Desde el siglo xvii se erige como una gran mansión, y hoy permanece con sus puertas abiertas a todos los cubanos y visitantes como el Museo de Artes Decorativas de Santa Clara.
Una colección de más de 5000 piezas, entre pinturas, esculturas, tapices y muebles antiguos ambientan cada una de las diez salas, agrupadas de acuerdo con los periodos históricos y tendencias artísticas. El museo recrea la vida y el arte de los últimos cuatro siglos.

Cada mes ponen una pieza en exposición y en cada trimestre se exhibe una colección diferente. Quienes por estos días visiten la casona podrán ver una muestra alegórica a José Martí, que cuenta, entre tantas piezas, con auténticos textiles de la boda de José Francisco Martí (el Ismaelillo) con María Teresa Vance.

El salón de protocolo luce la colección «Tesoro del pueblo», piezas que obsequiaron a Fidel desde cada rincón del mundo y que él, junto a Eusebio Leal, donaron al sistema de museos de Cuba. El libro de visitas de la sala atestigua la presencia de quienes por allí han pasado: desde grupos de pioneros, anapistas hasta los embajadores de España, Egipto, Etipoía y Emiratos Árabes Unidos.


Pero las paredes no se sostienen solas, detrás hay un equipo de museólogos que cuentan la historia y la leyenda de cada objeto. Ni en los tiempos más duros de la COVID-19 estos profesionales detuvieron su trabajo: mantuvieron exhibiciones online aun con esfuerzos propios, pues en la institución no cuentan con servicios de internet y apenas tienen una sola computadora para trabajar.
«Necesitamos investigar, atraer públicos desde las redes. Quisiéramos tener un sitio web y en cada sala, un código QR, que lleve a los visitantes a obtener información de las piezas en distintos idiomas; pero para todo eso necesitamos mejores capacidades tecnológicas», reconoce la arquitecta Yiset Betancourt Casanova, museóloga que inició su labor desde los primeros meses de la pandemia.

Además, el museo no es solo sitio para antigüedades, sino también espacio para trovadores, literatos, músicos de la canción popular cubana, y todas las personas que recurren a ellos en busca de una dosis de arte. Con 11 peñas distribuidas en distintos horarios y días de la semana, el Museo de Artes Decorativas de Santa Clara permanece activo, con el sonido de guitarras y olor a libro abierto.

Quienes entren por la puerta N.° 27 de la calle Parque encontrarán un refugio ante el bullicio citadino, el rincón de lo viejo que se mantiene sorprendentemente nuevo, una burbuja de lo bello, de la historia. La memoria viva de todas las épocas.


