La Iglesia de la Divina Pastora se asentó el 31 de agosto de 1759, a solicitud de cinco pardos, mayores de edad y residentes en la entonces jurisdicción del centro, ansiosos de crear un nuevo templo en la zona del barrio Tanoya. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Ramón Barreras Valdés
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15 Julio 2024
15 Julio 2024
hace 4 meses
Algunos le dicen «la Calabaza de la Pastora», y es que allá en lo alto, donde remata el campanario de la iglesia la Divina Pastora, en Santa Clara, la base de la cruz, por ser redonda y algo achatada, se asemeja a la popular hortaliza de cáscara dura.
Pero… no; en realidad representa el globo terráqueo; solo que, según el anecdotario popular, un pintor de brocha gorda decidió cierto día darle color a la figura, y hasta dibujó los meridianos, y como resultados, se parece más a una calabaza que a la Tierra.
La historia, con lujos de detalles, la contó Luis García Domínguez, profesor apasionado de la historia de Santa Clara cuando, en la octava década del pasado siglo, visitaba la redacción de Vanguardia para entregar su sección semanal del «Fabulario Villaclareño», en cuyos textos sobre el anecdotario y los sucesos de la siempre descargaba pinceladas de humor e ironía.
De aquellos sucesos recordaba el distinguido Doctor una segunda versión: tal vez sería, en realidad, una calabaza porque los pastores españoles ahuecaban y secaban ese fruto para trasladar agua o vino. El símbolo quedó allí en adoración a la Divina Pastora.
Hasta en 2009 la «calabaza del campanario», se tiñó —como casi toda la ciudad, y hasta el periódico y el emblema de Telecubanacán—, de color anaranjado… ¡Vaya historia para recordar!
No obstante, recogen las Actas Capitulares del Cabildo de Santa Clara —ubicadas en el Archivo Histórico Provincial—, que el 31 de agosto de 1759 se asentó la solicitud de cinco pardos, mayores de edad y residentes en la entonces jurisdicción del centro, ansiosos de crear un nuevo templo en la zona del barrio Tanoya, uno de los más humildes, por no decir pobre, del extenso territorio que ocupaba la región.
Al fallecer en 1803 su principal animador, Hurtado de Mendoza, la obra quedó paralizada y hasta sirvió, en principio, de cementerio general de la villa, hasta que el obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, sencillamente Obispo Espada, en su segunda visita pastoral, aquella de 1819, dispuso que el camposanto se trasladara hacia otro lugar, en lo que antes fue el entrecruce de caminos de La Habana y Quemado Hilario.
En adelante se llevó a término la construcción del templo de la Divina Pastora, y cuatro años después, todavía sin concluir, la edificación religiosa quedó registrada como Iglesia Auxiliar de la Parroquial Mayor de Santa Clara, y se ofreció la primera misa el 26 de diciembre de 1823, fecha en la cual en toda la Isla se fundaron cinco parroquias y 66 iglesias auxiliares con sus respectivos párrocos.
Allí por años ofició el presbítero Ángel Tudurí y Perera, en calidad de cura párroco interino. La Iglesia de la Divina Pastora, desde una década después, comenzó a atender en cultos religiosos a la población aledaña a su demarcación, así como a residentes en la Hacienda Escambray, con los asentamientos de Seibabo, Jorobada y Mataguá.
En 1948, recordó el historiador García Domínguez, hicieron su entrada al templo los sacerdotes capuchinos. Fray Casto de Villavicencio, junto a otros párrocos, impulsaron la reconstrucción de la iglesia, a la cual se le agregaron naves laterales.
Allí en la vistosa Iglesia de la Divina Pastora, con sus paseos aledaños, como en trilogía armónica, se incluye también el monumento al poeta, periodista y Mayor General del Ejército Libertador, Miguel Gerónimo Gutiérrez, en una pieza tallada en mármol blanco de Carrara, original Ugo Luisi, escultor italiano.
La idea del colosal monumento partió del concejal Enrique del Cañal, quien en 1915, sostuvo su propuesta ante el Gobierno de la localidad, y dos años después se aprobó el emplazamiento. El 20 de mayo de 1919 quedó develada la histórica escultura, de unos 27 500 kilogramos y una altura —de pies hasta la cabeza—, de 2,35 metros.
El monumento, una de las pocas joyas escultóricas de la ciudad inauguradas en las tres primeras décadas del pasado siglo, de frente mide 6.25 metros, de costado 5,65, y de altura total llega a los 9,85 m. Esta obra por encargo requirió de 18 meses de laboreo constante del artista, hasta su emplazamiento definitivo.
De acuerdo con informaciones de la prensa de la época el precio total fue de 7 202, 09 pesos en moneda nacional, y el 46,3 % del monto se obtuvo mediante la colecta pública.
De la Iglesia la Divina Pastora, y parte de la historia que alberga su paseo aledaño, hablamos a propósito del 335 aniversario de la 335 de fundación de la legendaria Villa del centro cubano, que sigue siendo orgullo para los pilongos o no que residen en la localidad.