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Sábados de…¿Gloria?

A simple vista, Sábados de Gloria parecía un título excelso o triunfalista, prácticamente imposible de descifrar si no se tenían pistas claras de la línea argumental de la telenovela. Por supuesto, las dudas fueron despejadas cuando sus hacedores comenzaron a informar acerca del proyecto y, «más claro que el agua» resultó ese primer episodio, que tanto nos dijo sobre un dramatizado tradicional, genuino y, para muchos dotado de cierta ligereza. Y no, no solo de glorias se vistieron los sábados.

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Lety Mary Alvarez Aguila
Lety Mary Alvarez Aguila
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10 Julio 2025

Hace pocos días llegó a su fin el drama de Rita, Omara y Karelia, tres amigas unidas desde la infancia por un sólido lazo de afecto y complicidad. Si vamos a las redes, veremos diferentes reacciones por parte de los televidentes: los nostálgicos, los eufóricos, los fabuladores de historias y, por supuesto, quienes plasmaron sus objeciones en cuanto a la recta final. Hay de todo en ese «mar» de la opinión; pero, entre tantas visiones, dos grandes verdades. 

Por un lado, reconocemos que Sábados de Gloria tuvo una buena acogida. En segundo lugar: somos un público tan exigente como agradecido, todavía depositamos fe en los audiovisuales del patio, incluso cuando el contexto y las exigencias productivas puedan actuar como piedras en el zapato. Sentimos ese apego hacia lo que es nuestro y nos representa. Lo delata el número de vistas o comentarios en Youtube, muchos provenientes del otro lado del océano. 

No existe obra perfecta. A estas alturas, eso no se discute. Aun así, la propuesta con guion de Jorge Luis Sánchez tuvo varios aciertos, entre ellos el abordaje humano y sensible de múltiples aspectos de la vida como las relaciones familiares, los valores y la búsqueda del amor y la felicidad a cualquier edad. Si pudiéramos calificarla con una frase más contundente, cabría decir que fue una «oda a la amistad». 
El autor, con una notable experiencia en la literatura, supo crear atmósferas cotidianas y personajes matizados. Su escritura resultó cercana, orgánica y sujeta a las tipicidades del folletín. Vimos una telenovela, sin medias tintas, con los rasgos que la han caracterizado a lo largo de los años. 

Tan solo 60 episodios (duración menor con respecto a sus antecesoras) bastaron para el flujo de los acontecimientos. En varias ocasiones se hizo evidente la fragmentación o supresión de escenas, lo que provocó cierta confusión en los espectadores desde el plano de la continuidad. Un ejemplo de ello constituye la curiosidad sobre el padre de Karelia y su malestar en el parque, giro que, en el capítulo siguiente, quedó resuelto a la conclusión del público tras un detalle visual, sin ningún parlamento que lo explicase.

Cabe resaltar que no todos los núcleos alcanzaron la misma progresión o desarrollo, lo que influyó en la expectativa de los desenlaces. El trío de productores de cine pareció esfumarse en un algún punto de la trama y dejar una estela de interrogantes, mientras que, el otro trío, el poliamoroso, ganó fuerza en la recta final y, como era de esperar, absorbió toda atención y polémica. 

Sábados de Gloria tuvo un cierre dilatado, festivo en demasía (diría que sobraban episodios), valiente al aceptar sus propios clichés, o −tal vez− algunos estereotipos o exageraciones, pero nada de eso opacó los momentos sobrecogedores de Rita, Omi y Karelia, ni de otros tantos personajes que calaron desde el humor, la intriga o la sensación de repudio. 

Nos quedamos con ese abrazo de tres protagonistas logradas, tres mujeres de mediana edad cuyos conflictos trascienden a lo universal. Eso fue Sábados de Gloria, un homenaje al universo femenino. Como telón de fondo: la lealtad, la familia, los valores y un conjunto de temáticas sociales de peso. Con la dirección de Tamara Castellanos y Ernesto Fiallo, podemos concluir en que, dentro de sus naturales imperfecciones, gustó y llegó.

Esperemos el mismo resultado para la próxima. 

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