No todos los caminos conducen a la montaña

El estado crí­tico de los viales en comunidades aisladas de Manicaragua dificulta el acceso de los pobladores.

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Omar Ernesto Cárdenas Rodrí­guez (estudiante de Periodismo)
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19 Febrero 2018
Ilustración Martirena sobre caminos de la montaña
(Ilustración: Martirena)

Las carreteras asfaltadas vinieron a sustituir los caminos de piedras, lo que constituyó uno de los avances más importantes de la ingenierí­a civil en el siglo xx.

Sin embargo, en el nuevo milenio todaví­a existen lugares del territorio villaclareño a los que apenas se puede llegar debido al mal estado de las ví­as, como sucede en el lomerí­o de Guamuhaya, en Manicaragua, donde las rutas de acceso claman por una reparación.

Comunidades como Arroyo Bermejo, Pico Blanco y Guanayara entre las más aisladas del Plan Turquino son ejemplos de ello. Los caminos pedregosos atiborrados de huecos, los tenebrosos barrancos que las rodean, así­ como las empinadas pendientes, hacen de estos parajes lugares casi inaccesibles.

No obstante, aunque las autoridades polí­ticas y gubernamentales del municipio corroboran la situación cada mes, las soluciones no llegan.

Lo cierto es que comunidades como Arroyo Bermejo sienten las consecuencias de un asunto convertido en uno de los principales planteamientos en las asambleas de rendición de cuentas del delegado a sus electores. En esos sitios, los pobladores pierden el sueño pensando cómo será el mañana. Preocupa la llegada tardí­a de alimentos y otros insumos necesarios, como medicamentos y artí­culos de aseo.

Cuentan los lugareños que las semanas pasan y pasan, y los carros con los ví­veres no pueden subir. Cuando el tiempo empeora, lo poco que llega es en mulos.

En Bermejo muchos alegan que si no fuera por la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) del lugar, que apoya el traslado de mercancí­as y garantiza el agua con el empleo de sus turbinas, la situación serí­a más dramática.

Pero, a pesar de los inconvenientes, la gente precisará siempre de los servicios básicos: lo difí­cil lo enfrentan quienes deben proporcionarlos. Los médicos, por ejemplo, los que, bajo la lluvia y montados en mulos o a caballo, atienden a niños, embarazadas y ancianos.

El problema de los viales es un asunto viejo que exige el mantenimiento permanente de los caminos, más allá de «curitas », que con el paso de eventos climatológicos se vuelven nuevamente intransitables.      

Entonces, ¿cómo frenar el éxodo de las familias de la montaña, si no cuentan con las condiciones de vida? ¿Hasta cuándo se mantendrán a expensas de reparaciones a medias que les faciliten la existencia temporalmente? ¿Qué hará falta para que se interiorice que las soluciones suelen ser más caras y complejas mientras más tiempo pasa?

Según informaron autoridades del territorio, actualmente se acometen reparaciones menores en ví­as principales. Sin embargo, las secundarias continúan esperando por el «gran momento », y aunque el presupuesto está aprobado, no existe equipamiento de alta potencia para echar a andar de una vez el proyecto.

Habrá que unir más voluntades en los empeños por transformar la montaña. Buscar la colaboración de empresas constructoras de otras provincias, especializadas en obras civiles de esta envergadura, para resolver de una vez un planteamiento crónico que sigue acosando a sus pobladores.

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