Un debate entre los delegados del Poder Popular en Villa Clara reveló deficencias en el proceso de producción, acopio, industrialización y distribución de la leche.
Suman muchos los malabares de la leche para llegar a su destino final. El camino, que comienza con el ordeño y termina cuando el vital producto alimenticio llega al hogar, podría compararse con «cruzar el Niágara en bicicleta », pues uno nunca sabe a qué hora llegará a la bodega, y mucho menos si se cortará o no.
Y sí, eso pasa con la leche destinada a los niños de 0-7 años y la de quienes tienen dieta médica. Un problema similar ocurre con el yogur de soya normado para los de 7-14 años, pues, aunque de acuerdo a la planificación les corresponde tres días a la semana, en los últimos tiempos eso no se ha cumplido al pie de la letra.
Este delicado asunto acaba de ser analizado por los delegados de la Asamblea Provincial del Poder Popular, a través de un exhaustivo y crítico informe elaborado por la Comisión Permanente de trabajo de atención a la actividad productiva, que evaluó, entre otros asuntos, la situación de la producción, acopio, industrialización y distribución de la leche en Villa Clara.
No hubo paños tibios en los resultados del estudio, que incluyó visitas a las tres fábricas productoras del lácteo en Santa Clara, Placetas y Sagua la Grande, entrevistas con trabajadores y revisión de las opiniones del pueblo. Tampoco hubo cortapisas en el debate efectuado, que puso al desnudo las deficiencias acumuladas por causa de problemas objetivos, además de las relacionadas con el hombre.
La entrega de leche a la industria se incumplió en 8 millones de litros, siendo el MINAG, con 7,7 millones, y AZCUBA, con 0,3 millones, los organismos que incidieron. Estos déficits hicieron que solo se llegara al 85,8 % del plan de producción previsto y fuera imprescindible emplear 90 toneladas de leche en polvo por encima de lo previsto para asegurar el alimento.
También, cuan espada de Damocles, continuó pesando la obsolescencia tecnológica en las tres fábricas villaclareñas. Solo la de Santa Clara ocasionó interrupciones productivas frecuentes y cortes masivos de leche, a causa del déficit de agua y roturas en el sistema de frío.
Refiere el informe que faltan bombas sanitarias en las diferentes áreas de producción, lo que compromete de manera directa la calidad y variedad de las producciones; tanques de almacenamiento de leche sin agitación, que dificultan el correcto enfriamiento y atentan contra la veracidad de los resultados de los análisis fisicoquímicos efectuados, así como roturas en el compresor de aire y la caldera en la pasteurizadora de Sagua la Grande, causante de varias paradas productivas en el año.
A las anteriores calamidades tecnológicas discutidas de manera reiterada con los directivos de la industria alimenticia se adiciona que en la línea de producción del yogur de soya, los problemas resultan tan o más graves, con flujómetros y pizarras eléctricas rotos, pérdida de vapor, motores adaptados que no trabajan de manera eficiente y un estado técnico crítico de los intercambios de calor. Imagine entonces en qué punto de vulnerabilidad queda el tema calidad.
A toda esa larga cadena se suman las deficiencias subjetivas; o sea, los problemas derivados de las indisciplinas tecnológicas y las violaciones de las normas, lo cual afecta, ante todo, a los consumidores.
Todas estas razones, junto a los dramas de la transportación, provocan que la leche o el yogur de soya lleguen a deshora, o no lleguen, para desgracia de las madres y abuelas que esperan ansiosas para satisfacer las necesidades alimentarias de sus hijos o nietos, y que ante esas realidades no les queda más opción que «inventar » para resolver el dilema.
En esta amplia gama de problemas inciden también las manifestaciones de ilegalidades, reiteradas a lo largo del tiempo en esas industrias, y que ahora, tal y como reconocieron los delegados, se intentan resolver con una nueva dirección administrativa.
De todo hay en la viña del Señor con respecto al asunto. Mucho llovió desde aquellos días en que las angarillas, con sus respectivos litros de leche, llegaban a las bodegas antes de las 7 de la mañana. Momentos de la Cuba de los años 80 del pasado siglo, en los que solo bastaba abrir los ojos al día para asegurarles a nuestros hijos el vital alimento, y si se cortaba cosa infrecuente, además había garantía plena para la pronta restitución.
No debemos renunciar a regresar a épocas semejantes y soñar con un futuro promisorio en el que la leche llegue para todos, y con una mejor calidad.