
Cuando le dieron la noticia fue el hombre más feliz del mundo. Había dado gol, desde el medio campo y cruzando todas las barreras. Ella no entendía, la doctora dijo que esas cosas pasan, fue un accidente: un accidente que dentro de poco iría a la escuela.
En la primera consulta calcularon la fecha de llegada: justo en julio de 2018 y ahí fue cuando empezó a sudar. ¡Cómo iba a llegar en medio del mundial! Después, al ser más exacto le fijaron el día 20 de ese mes y respiró con alivio, porque para ese entonces ya se habría definido el campeón.
Con mucha ilusión vivió todos esos meses. Hasta pidió vacaciones después del 15 de junio, porque, hombre, tenía que acompañar a su mujer en el proceso. Por las mañanas se levantaba bien temprano y amanecía en el televisor hasta las 4 de la tarde. Su vida empezaba después de ese momento. Intentaba convencer a su mujer de ponerle el nombre de algún jugador de los favoritos y como ella se negaba rotundamente, al menos soñaba con enseñarlo a jugar con el balón.

Aquel día se levantó como siempre. Su mujer se quedó en la cama y él, raudo y veloz, prendió el televisor. El partido comenzó normal. Al final era o debía ser pan comido porque su equipo, sin dudas, estaba entre los favoritos.
Pasaron los primeros 45 minutos y cero a cero. Un empate no servía, había que ganar. Ya empezaba a ponerse nervioso. Pasaba el tiempo y cuando la selección contraria marcó el primer gol pensó que se moría. Empezó a gritar como un loco y su mujer también.
«Despreocúpate mi amor, todavía vamos a ganar », le dijo y ella lo electrocutó con la mirada y se tocó la barriga inmensa. El líquido de la fuente rota marcaba su ruta como un hilito delgado en el piso.
Los futbolistas corrían detrás del balón. Él corría detrás de ella. Recogieron las cosas. Llamaron al amigo con carro.
« ¡Ayyyyy….! », gritaba la futura mamá. «Saca eso de ahí muchachooooooo », se oía de fondo en televisor.
Carga a su mujer hasta el auto, en el bolsillo el celular viejito, el que sintoniza la televisión a todo volumen. Llegaron rápido. Entran al hospital. Dictan falta y saque de banda. Le canalizan una vena. El partido pasa a tiempo extra. Está empatado. El doctor se apura. «Cuidado que eso es candelaaaaaaaaaaa », grita el narrador. Su mujer grita. Él también grita. El balón va a zona peligrosa. El ginecólogo mete su mano, casi hasta el codo dentro de su mujer. Hace una maniobra. El delantero la tiene. Hace un pase. Ella puja y gooooooooooooooooool.
Ganó el partido. ¡Es varón! Él se deja caer en una butaca. Suena el pitazo del fin. Lo llaman. Toma en sus manos a su bebé pequeño envuelto en un paño verde. Ahora sí se siente campeón.