¡Goool!

Lo que le pasa a un fanático que recibe un regalo especial en medio de un partido importante del Mundial de Fútbol. 

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Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
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25 Junio 2018

Cuando le dieron la noticia fue el hombre más feliz del mundo. Habí­a dado gol, desde el medio campo y cruzando todas las barreras. Ella no entendí­a, la doctora dijo que esas cosas pasan, fue un accidente: un accidente que dentro de poco irí­a a la escuela.

En la primera consulta calcularon la fecha de llegada: justo en julio de 2018 y ahí­ fue cuando empezó a sudar. ¡Cómo iba a llegar en medio del mundial! Después, al ser más exacto le fijaron el dí­a 20 de ese mes y respiró con alivio, porque para ese entonces ya se habrí­a definido el campeón.

Con mucha ilusión vivió todos esos meses. Hasta pidió vacaciones después del 15 de junio, porque, hombre, tení­a que acompañar a su mujer en el proceso. Por las mañanas se levantaba bien temprano y amanecí­a en el televisor hasta las 4 de la tarde. Su vida empezaba después de ese momento. Intentaba convencer a su mujer de ponerle el nombre de algún jugador de los favoritos y como ella se negaba rotundamente, al menos soñaba con enseñarlo a jugar con el balón.  

Caricatura de Alfredo Martirena sobre parto en medio de un mundial de fútbol.
(Caricatura: Alfredo Martirena)

Aquel dí­a se levantó como siempre. Su mujer se quedó en la cama y él, raudo y veloz, prendió el televisor. El partido comenzó normal. Al final era o debí­a ser pan comido porque su equipo, sin dudas, estaba entre los favoritos.

Pasaron los primeros 45 minutos y cero a cero. Un empate no serví­a, habí­a que ganar. Ya empezaba a ponerse nervioso. Pasaba el tiempo y cuando la selección contraria marcó el primer gol pensó que se morí­a. Empezó a gritar como un loco y su mujer también.

«Despreocúpate mi amor, todaví­a vamos a ganar », le dijo y ella lo electrocutó con la mirada y se tocó la barriga inmensa. El lí­quido de la fuente rota marcaba su ruta como un hilito delgado en el piso.

Los futbolistas corrí­an detrás del balón. Él corrí­a detrás de ella. Recogieron las cosas. Llamaron al amigo con carro.

« ¡Ayyyyy….! », gritaba la futura mamá. «Saca eso de ahí­ muchachooooooo », se oí­a de fondo en televisor.

Carga a su mujer hasta el auto, en el bolsillo el celular viejito, el que sintoniza la televisión a todo volumen. Llegaron rápido. Entran al hospital. Dictan falta y saque de banda. Le canalizan una vena. El partido pasa a tiempo extra. Está empatado. El doctor se apura. «Cuidado que eso es candelaaaaaaaaaaa », grita el narrador. Su mujer grita. Él también grita. El balón va a zona peligrosa. El  ginecólogo mete su mano, casi hasta el codo dentro de su mujer. Hace una maniobra. El delantero la tiene. Hace un pase. Ella puja y gooooooooooooooooool.

Ganó el partido. ¡Es varón! Él se deja caer en una butaca. Suena el pitazo del fin. Lo llaman. Toma en sus manos a su bebé pequeño envuelto en un paño verde. Ahora sí­ se siente campeón.

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