En el 329 aniversario de Santa Clara, vale la pena recalcar la necesidad de un historiador que aglutine los esfuerzos por salvaguardar la historia local.
Tal vez hoy dudemos que en 1762, cuando la toma de La Habana, los alcaldes del Cabildo de Santa Clara declararan la guerra a Inglaterra. Así como se cuenta: la otrora villa tenía pantalones. Y si no ardió Troya en este pedazo de tierra cubana, créanles a los historiadores la frase de que «no fue culpa nuestra ».
Otras tantas increíbles o encantadoras historias yacen en la oscuridad. Que el poeta matancero Plácido dio nombre al río Bélico resulta del conocimiento de unos pocos. Y el motivo del surgimiento de las famosas verbenas quedó sepultado en parte de la memoria colectiva hace ya bastante tiempo.
¿Acaso conocen las nuevas generaciones quién fue el padre Chao, la maestra Nicolasa o María Dámasa Jova? Porque es una realidad clarísima: la historia local no es el fuerte de muchos pilongos. Pero, ¿qué fuéramos si todos desconociéramos nuestra memoria? Un pueblo con amnesia, que olvida sus valores identitarios, fracasa al perder su autoctonía, el sello inconfundible que lo hace diferente, único, ante el resto del mundo.
Luego, ¿cómo enfrenta Santa Clara esa realidad? Conferencias eventuales, charlas esporádicas con estudiantes, magníficos eventos de historia local que se concentran en los estrechos marcos de especialistas, etc. Si bien esos hechos revisten gran importancia, no significa que cumplan cabalmente el reto.
Resulta difícil unificar el trabajo de todos los agentes que intervienen en la preservación y difusión de la historia local cuando se ausenta una figura cumbre: el historiador de la ciudad. Que nos excuse Santa Clara si le hemos fallado. Pero hace alrededor de una década, esa silla, la del historiador, está vacía. Aunque el tema ha sido harto abordado en nuestros medios de prensa e incontables escenarios por años, vale la pena volver sobre él en este aniversario 329.
Porque sin una Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC), así con mayúsculas, y un historiador a la cabeza que respalde el trabajo de todo un colectivo; sin, además, un conservador que colegie decisiones y complemente el trabajo de este; sin una sala de conferencias que funja de plataforma a los intercambios ininterrumpidos que sobre la historia local se potencien: es más difícil fomentar el conocimiento de la historia local a los niveles a los cuales se aspira.
La filial villaclareña de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC) y su presidenta, Arelys María Pérez Ruiz, insisten en la necesidad de esa figura para Santa Clara a pesar de que la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las ciudades no contemple nuestra urbe en su red de ciudades patrimonio. Esa figura del pueblo ayudaría, entre otras acciones, a instrumentar proyectos para mantener sus bienes materiales y espirituales.
Pero él o ella, quienquiera que sea, no puede actuar individualmente. Ha de ser la mano derecha del Gobierno, del Centro Provincial de Patrimonio, de la Sectorial de Cultura, en fin, de todos los organismos que pretendan influir sobre la identidad histórica de la urbe y, a su vez, ellos han de responder a las demandas de quien sería el representante.
Por ejemplo, Andar La Habana ha sido un éxito rotundo para Eusebio Leal Spengler y su colectivo de trabajo. Santa Clara también podría sumarse a esa experiencia capitalina y crear sus propias «rutas y andares ». Historia tenemos. Redescubrir el núcleo fundacional de la villa, ir tras las pistas de Marta Abreu, seguir la ruta del Che u otras tantas iniciativas complementarían las propuestas culturales de la ciudad.
Resalto que no me refiero esencialmente a crear estrategias con miras turísticas: ¡hablo de mirar hacia adentro, hacia quienes desde hace más de 300 años protagonizan la historia y hoy, por disímiles razones, no la conocen como debieran! Son tantas las acciones que pudieran crearse y que deben partir de nombrar un historiador o crear proyectos locales para que la gente se identifique con la historia y participe en su defensa. Las iniciativas podrían ser muchas.
«Un pueblo sin memoria histórica es un pueblo que no es nada, es un pueblo fantasma », ha expresado Marta Anido, respetadísima santaclareña, en múltiples ocasiones. Y ya lo había dicho Manuel Dionisio González, primer historiador de la villa, hace 160 años: «Cuando los pueblos no saben lo que fueron en su origen, ni conocen las épocas de existencia pasada, mal podrán graduar el curso de su civilización y sus progresos ». De ahí la importancia de poner los ojos en este tema.
La realidad es una y no hay motivos para empañarla. «Santa Clara tiene más patriotas y mártires que calles con qué honrarlos », citando a Luis García. Y acudo a palabras de grandes para que ellos mismos sean quienes sellen nuestras aspiraciones en el aniversario 329 de la ciudad. Mientras en lo que llegue el historiador que represente y también promueva la historia de nuestra patria chica como ella merece, Santa Clara, que tu memoria nos acompañe.