El 8 de noviembre de 2016 una noticia política alucinante recorrió el mundo. Contra todos los pronósticos el candidato republicano Donald Trump, ganó las elecciones generales. El asombro inhibió la risa planetaria.
El 20 de enero de 2017, la maltratada Tierra sintió ganas de reír, pero no pudo. La «cosa » era muy seria. El carismático empresario y personalidad televisiva estadounidense fue investido como el 45 º presidente del gran imperio.
El martes 25 de septiembre de 2018, el mundo pudo soltar al fin la carcajada, luego de que medios de prensa humanos y divinos amplificaran las risotadas de varias de las delegaciones asistentes a la 73 º Asamblea General de la ONU. ¡ «Cosa » más seria todavía!
«No esperaba esa reacción, pero está bien », opuso el mandatario. Y su respuesta causó aún más risas acompañadas de algunos medrosos aplausos, como para restarle importancia al asunto.
La raza humana tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa, gesto sonoro que sobreviene, por ejemplo, ante un cómico. Pero Trump, no lo es. Tampoco puede considerársele un humorista, cuyos chistes si son buenos nos hacen pensar y luego reír. Y no quiero tildarlo de payaso, por el recuerdo que guardo de quienes con sus piruetas y chistes solazaron mis años infantiles.
La hilaridad que provocó Trump en el plenario al decir que su Administración ha logrado más que cualquier otra en la historia de Estados Unidos, ha sido de la más mediáticas. Sin embargo, infinitas y disímiles risas, risitas y risotadas, circunvalan la presidencia de a quien el ego dirige la vida.
Frases las tiene de todo tipo: para reírse mucho, para reír sin parar, frases de risa para Facebook, cantinflescas, sádicas, morbosas, impúdicas, fuleras, grotescas, mentecatas, ofensivas, negras, grises, pura bazofia, intoxicante bodrio.
…Y nada de locura. Y si lo fuera, de las más temibles y preocupantes. Se trata del más ególatra autoritario, racista, prepotente, misógino y prejuiciado presidente norteamericano culiatornillado en la silla más poderosa del universo conocido. Sin más credo ni verdades que los suyos, Trump es un kilomegatónico artefacto de efectos impredecibles.
«No puedo recordar ningún otro discurso de la Asamblea General de la ONU en el que se rieran de un presidente de EE.UU. por una frase que no pretendía ser una broma », escribió un reportero de la cadena NBC. Y de broma nada tiene su discurso lleno de contradicciones y amenazas, en el que llamó defender la soberanía de los países y pidió la no injerencia en sus asuntos internos, a la vez que criticó a Venezuela y anunció un nuevo paquete de sanciones contra el legítimo gobierno del presidente Nicolás Maduro.
¡Mira quién habla!
El que acusó a Irán de no respetar los derechos soberanos de las naciones y sembrar muerte, casos y destrucción en Siria.
El que alabó al régimen de Israel y lo calificó como una democracia próspera.
El que defendió la limitación de entrega de recursos para la asistencia humanitaria y enfatizó que su país no pagará más del 25 % por ciento del presupuesto para sostener la paz en la ONU.
El que pidió un comercio justo, y no mencionó el bloqueo económico y financiero que mantiene contra Cuba.
El que sobre la base de acusaciones infundadas y supuestos ataques sónicos a sus diplomáticos mantiene cerrados los servicios consulares de su Embajada en La Habana, afectando a cientos de miles de familia de ambos lados del Estrecho de la Florida.
El que recordó los dos millones de refugiados, y afirmó que «virtualmente allí donde el socialismo busca el poder llega la pobreza ».
Al margen, el discurso de Trump no trajo nada nuevo. Al no ser la risa de una audiencia escéptica que no pudo aguantarse al escuchar la ampulosa defensa de sus hazañas.
¡Qué «cosa » más graciosa!, llevar a la ONU la misma frase por la que sus acólicos y adictos baten palmas y dan chillidos y salticos en los mítines políticos.
Claro, Trump manipulador trató de restarle importancia al asunto, y horas después dijo a los periodistas que le pareció «genial » lo que pasó, y que su frase «estaba pensada para provocar risas ».
Genial debió parecerle al mandatario estadounidense la mirada global del discurso preciso y contundente que un día después pronunciara el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez… Si es que los oídos impermeables del presidente yanqui dejaron pasar las ráfagas de certezas que el cubano echara por boca de continuador «en la misma tribuna en la que hace 58 años atrás Fidel expresó verdades tan poderosas que todavía nos estremecen frente a los representantes de las más de 190 naciones que rechazando chantajes y presiones cada año llenan la pantalla de votaciones de símbolos verdes en aprobación de la demanda del fin del bloqueo ».
Como tantas veces lo ha repetido Cuba en cuanto escenario se ha movido, Díaz-Canel denunció desmintiendo, e inculpó argumentando:
La desigualdad y la pobreza a nivel mundial «no son fruto del socialismo, como el presidente de los Estados Unidos afirmó ayer en esta sala. Son consecuencia del capitalismo, especialmente del imperialismo y el neoliberalismo ».
Y acusó al gobierno de Estados Unidos de atacar «con especial saña a Venezuela », de mantener una «retórica agresiva » así como una política de «subversión » contra las Mayor de Las Antillas, incriminándolo, además, de «fabricar artificialmente, con falsos pretextos, escenarios de tensión y hostilidad que a nadie benefician ».
No fue un discurso breve el del primer mandatario que intervino en la reunión de alto nivel de la ONU por el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares. Debía terminarlo con una exhortación legítima y creíble.
«Dejemos las justificaciones y egoísmos y busquemos soluciones. Esta vez, todos, absolutamente todos, pagaremos las consecuencias […] Cese el despojo, cese la guerra, avancemos hacia el desarme y destruyamos los arsenales nucleares ».
No me queda mucho por comentar sobre ambas alocuciones.
Resumo: sinceridad, profundidad y amplitud contra falsedad, superficialidad y constricción.
Ni una sola palabra del cubano da motivo para risas, ni por supuesto para efectos mediáticos megafónicos.
Para lo tantas veces dicho, cabe el asombro, la incertidumbre del Planeta ante un catastrófico final; si acaso, planetariamente, una terrible contorsión…
Y ello le importa un comino al kilomegatónico artefacto de efectos impredecibles llamado Donald Trump.