El viaje

Una reflexión sobre la vida, esa que muchos asumen como una competencia.

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Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
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06 Noviembre 2018

Muchos asumen la vida como una competencia. Conciben el éxito como un proceso de ascenso, donde lo importante es subir, escalar, por encima de todos y de todo.

Viven en una constante comparación. Miden sus logros con los del otro. Quieren tener lo que el otro tiene para sentirse iguales o superiores.

Para ellos el destino parece una regla, y cada centí­metro viene marcado por una edad y los requisitos que deben haber alcanzado para esa etapa.

Ilustración de Martirena
(Ilustración: Martirena)

Entonces, cuando el destino ─con sus incontables sorpresas─ se tuerce por el camino, llegan las frustraciones y el odio al que lo alcanzó más rápido y de forma «más fácil ».

A veces, esas personas se preguntan qué hicieron y hacen mal, sin darse cuenta de que suspendieron el principal examen de la vida, ese que permite entender las esencias.

La felicidad no viene en un paquete único. Cada quien tiene que producir su propia fórmula y ponerle sus ingredientes. No hay nada malo en casarse a los 40 o volver a la universidad siendo un cincuentón. A los 60 se vale bailar como un trompo y salir a pasear con las amigas.

Para llegar a la meta no tienes que aplastar a nadie. Ayudar a otros a crecer   engrandece.

Duele ver a aparentes amigos boicotéandose por cosas simples o impensadas o a familia divididas tras comparar las potencialidades o supuestos logros de hermanos, primos…

Cada segundo de la existencia se convierte en un desafí­o donde deben primar los buenos valores, entre ellos, la solidaridad.

Cuando la madre toma aire y puja, lanza a la nueva criatura a una travesí­a incierta, colmada de obstáculos y momentos decisivos, tanto como el de la primera bocanada.

Si al momento del nacimiento se le entregara al nuevo ser un manual de uso y recomendaciones, todo serí­a más fácil. Pero no. Cada tropiezo se convierte en una oportunidad para crecer.

Por eso, cualquier momento resulta idóneo para cambiar el rumbo, para comprender que la vida no es una competencia, sino un viaje; que no gana quien primero llegue a la meta, sino quien más disfrute el paisaje y quien lo recorra más feliz y mejor acompañado.

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