Sube otro escalón, descansa y mira la columna a su derecha. Está dibujado un seis. «Solo siete más », se dice y retoma su andar pesado, porque sus piernas ya sufren las crisis del almanaque.
Se cruza con una vecina, que a diferencia suya, va hacia abajo y, por tanto, todos los santos la ayudan. «Dime, ¿hasta cuándo es esto? » le pregunta la otra mujer. «Hasta que Dios quiera, mija, dicen que los técnicos vienen mañana, que hoy trabajan en los cayos ».
Continúa. La otra mujer ya bajó con la prisa y la ligereza de los treinta y tantos años. «Cuando yo tenía su edad, iba y venía por estas escaleras sin parar, para hacer ejercicios, porque entonces el elevador ni se rompía. Pero ahora no puedo más.
«Dicen que esto es normal, que es parte de la fase de prueba, que poco a poco lo van calibrando hasta que se arregle. ¿Yo quisiera saber si los elevadores que ellos montan en los hoteles también pasan por este proceso? ¿Y si demoran igual?
«La semana pasada le pregunté a la enfermera del consultorio: en este 12 plantas vivimos 105 ancianos del cuarto piso para arriba; es decir, 105 abuelos que subimos y bajamos casi sin poder, pero a la burocracia eso no le importa.
«Por lo menos yo no estoy tan mal como mi marido después del derrame. Con las muletas no puede estar en este sube y baja y yo tengo que hacerlo todo. El otro día se rompió el elevador de sorpresa, y se quedó un señor en silla de ruedas en el primer piso. ¡Menos mal que es flaco y el hijo pudo ayudarlo a subir, si no…!
« ¡Pero es que aquí, para hacer cualquier cosa existen una cantidad insana de trabas! Primero, que si Vivienda no tenía el dinero; después, que se demoraban las firmas más importantes del mundo; más tarde, que no había como traerlo; luego, que la parte constructiva fue un desastre y ahora, que los ingenieros principales de COMETAL1 están siempre en otra parte. ¡Y yo aquí, que no puedo dar un paso más! »
Llega al noveno piso, se sujeta de la baranda y respira. «Déjame tomarme diez minutos ». A su lado se detiene una muchacha sudada y marchita con una niña en brazos. «Eh, vecina ¿un descanso? » pregunta y pone a la pequeña en el suelo para disimuladamente aliviar sus miembros. « ¿Qué han dicho del elevador viejo? ¿No se puede remendar? »
«Ay mija, dice el hombre del parqueo, que todo lo sabe, que eso ya es imposible. Se le rompió la cinta y esas piezas de repuesto ya no se fabrican ni en China. Esta la trajeron de un edificio en Cienfuegos, pero ya no hay donde buscar más. Lo que hace falta es que ya funcione el nuevo ».
Ahora llega a su lado Iván, el portador involuntario de las peores noticias del edificio. «Lo malo del elevador nuevo no es que se demora el montaje, sino que tampoco existen piezas de recambio para él » comenta con resignación y ante los rostros consternados de sus interlocutoras explica. «Estos elevadores los importó UNISA2 a Cuba y es quien conserva los suministros. Así que recen para que no se rompa ».
Disculpa, Iván, eso no es un problema. UNISA y COMETAL son dos empresas cubanas, que radican en el mismo territorio, horita se ponen de acuerdo y resuelven el inconveniente. ¡No puede ser tan difícil! defiende la anciana esperanzada.
¡Ay, vecina, que fe tienes! Para trámites de este tipo es como si una quedara en Argentina y la otra en Uzbekistán, ni el mismo idioma hablan. Lo mejor que usted hace es buscar una permuta. Este no es un edificio para viejos.
Iván baja. La mujer con la niña en brazos continúa el ascenso más deprimida aún, imaginando el precio de su apartamento y quién sería el loco que lo compraría.
Irme, dice él protesta entre dientes la anciana mientras retoma su camino, pero si yo llevo toda mi vida aquí. El problema no somos los viejos, sino el elevador. ¿Pero es imposible notarlo? Los jóvenes de hoy, peinarán canas mañana. ¿La Constitución no dice que el estado garantiza el bienestar de las personas de la tercera edad? Pues no me siento protegida, sino ignorada.
«A mí no me interesa saber quiénes son los verdaderos culpables, si como dice aquella canción que siempre parafrasean los periodistas: la culpa, la maldita culpa no la tiene nadie. A mí no me importa si COMETAL montó el elevador en cinco meses o en tiempo récord; si Vivienda no tenía dinero y los albañiles que contrató no hicieron un buen trabajo o si el papeleo para acometer la obra se retardó cerca de un quinquenio. Yo lo que quiero es que termine de una vez y por todas la fase de prueba, y no subir un escalón extra por el resto de mi vida.
«Por fin llegué. Ahora caliento el almuerzo y duermo el mediodía, que este fresco rico es el único beneficio de vivir en el último piso ».
Oye, vecina la llama una mujer desde la puerta del frentecorre pa ´ la farmacia que ya entró el enalapril y los biosensores pa ´ los glucómetros y todavía la gente no se entera. Dale que mañana no queda na ´.
La anciana la mira, respira profundo y con un pie ya en la sala de su casa le responde:
–Mira, ya yo llegué arriba, así que la farmacia, como dice ahora mi nieto, va bajanda.
1 Empresa de Producciones Metálicas
2 Empresa Provincial de Mantenimiento y Reparación a Ascensores