Mi estómago pedía a gritos algún refrigerio, cuando divisé un pequeño establecimiento de comida rápida con sus ofertas en una tablilla. Un hombre ya recibía los servicios de una joven dependienta, cuya belleza quedaba opacada bajo una seriedad de espanto.
Luego de servirle al cliente fijó sus ojos en mí, y a rajatabla espetó un seco y frío: «Dime ». No supe qué decirle. Las ganas de comer se me desaparecieron por unos segundos ante aquel desabrido «saludo » que me amargó, de cierta forma, el comienzo del día.
« ¡Buenos días! », le respondí mirando directo a sus ojos, para ver si rectificaba su falta de educación y mejoraba el trato. No resultó. Su «Dime » lo tenía tan arraigado que no atinaba otro modo de acercarse a los clientes.
Ella no es la primera persona que he conocido con la mala costumbre de recibir a los usuarios con el susodicho imperativo. Es como un mal hábito extendido entre algunos trabajadores de los servicios que, al parecer, se les dificulta sobremanera saludar formalmente.
Hay usuarios que alegan no molestarles ese «recibimiento », pues lo más importante debe ser los alimentos bien elaborado. Buen estómago hay que tener para disfrutar con gusto un manjar después de un tratamiento tan amargo.
El fenómeno de los malos tratos en el sector gastronómico, y de los servicios en general, no es nuevo. Sin embargo, no debe verse como algo normal pues sería aceptar la pésima atención cual si fuera una tradición popular. Al contrario, debería de erradicarse como al mosquito Aedes Aegypti.
En ese «Dime » de la muchacha no solo se aprecia su mala educación y total desconocimiento de cómo tratar a un cliente; también, alerta sobre la marcada pérdida de valores humanos que ha venido sufriendo la sociedad cubana de un tiempo a la actualidad.
Las causas que llevan al comportamiento de la joven dependiente pueden ser diversas, pero sin dudas en ello incide sobremanera el papel de su familia, con el apoyo de la escuela y la comunidad. ¿Quién o quiénes fallaron?
Por otra parte, ¿acaso el administrador, gerente o dueño del local donde la susodicha trabaja no la exigido con más ahínco cómo debe tratar a la clientela? Nadie sabe. Tal vez, al mismo responsable del local le interese reclamarle más por la venta y el dinero, que por la buena atención.
La cuestión no radica en buscar responsables por el errático comportamiento de la joven, si no de tratar de educar a nuestros niños y jóvenes con amor, respeto y el buen ejemplo.
«Dime », insistió la muchacha con más cara de pocos amigos. La miré nuevamente a los ojos, y con el esbozo de una sonrisa le contesté: « ¡Sí, tengo mucho que decirle, pero por ahora solo deme un pan con tortilla, si es tan amable, por favor ».