Reparamos, restauramos y… ¿quién mantiene?

Habrá que erradicar esos maratones constructivos que al cabo de pocos meses sacan a la vista las fisuras de las obras.

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Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
6607
20 Marzo 2019

Reconozco que el informe presentado a la cuarta sesión ordinaria del XII perí­odo de mandato de la Asamblea Provincial del Poder Popular resulta contundente, y quien escribe repasa el acápite dedicado a las principales instituciones restauradas y reparadas en esta etapa en casi la totalidad de los municipios.

No es mi finalidad detallarlas, aunque en honor a la verdad tampoco todas muestran rigor estético, a pesar de que un cambio de imagen resulta favorable por minúsculo que sea.

Ilustración de Martirena
(Ilustración: Martirena)

En estos dí­as el Presidente cubano, Miguel Dí­az-Canel Bermúdez hablaba, en el Balance de Salud, de evitar chapucerí­as y reordenar el mantenimiento ante el deterioro de las instalaciones del ramo.

Mas el tema es extensivo a todo lo que hacemos. Tenemos cierta cultura en reparar y restaurar, se viven esos dí­as de euforia, y proliferan las expresiones de: «ay que bonito », aunque en realidad no lo sea tanto en determinados casos.

Todo lo que reanime la imagen de un pueblo o una ciudad habrá que darle la bienvenida, y más aplaudible si a ello se suma la buena fe de quienes aportan y contribuyen, en contraste con los que hablan y critican desde el palco de los pasivos.

Ahora bien. Cuidado con esos maratones constructivos que al cabo de los tres meses sacan a la vista las fisuras de las obras provocadas por mano de obra inexperta o por la falta de materiales que estaban asignados y… al parecer emprendieron otro camino.

¿No se han fijado que a veces se erige una edificación en determinada zona y casi toda la comarca comienza a reparar sus viviendas y a pintar con los colores de la institución en arreglo?

Busque en sus memorias cotidianas y encuentre tantí­simos ejemplos de construcciones y reconstrucciones, de inauguraciones y reaperturas, y al cabo del tiempo, a veces en cuestiones de dí­as, ya portan el cartelito de cerrado por una o varias causas.

No siempre aparece el aviso, pero a ningún directivo he visto llorar, insultarse de verdad ni pagar por los materiales invertidos o el derroche de recursos al ser demolidos.

Ello constituye solo una estampa, mas ¿cuántas veces he asistido a coberturas informativas, y minutos previos a cortar la cinta se da el último brochazo? Y mientras los oradores pronuncian sus discursos aquellas gotas de pintura destilan y llegan al piso para descubrir lo que ocasiona la premura realizada con vendavales de disloques.

Y el oportuno mantenimiento ¿qué? Esperaremos a que pasen los años para ver cómo caen en pedazos, cómo la humedad cercena las paredes y lo que hoy es un pequeño orificio mañana será un agujero tan temible como el de la Capa de Ozono.

E incluyo en esto las indisciplinas sociales. Hace poco tiempo se reparó el segmento de acerca de la calle Lorda y Martí­, por el costado del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social donde por la noche se convierte en un macrovertedero de todo tipo en el centro de la ciudad.

No es ciencia ficción. Pase por la acera referida para que vea que ya aparecen boquetes imposibles de abrir por una rata gigante sobreviviente en esos túneles y que solo serí­a posible para los filmes de Steven Spielberg o de James Cameron.

Con el perdón de los especialistas me detengo en otro detalle. La excesiva tala de árboles ha herido el entorno y provocado una incomparable sauna natural en espacios recreativos que solo saben de la grata sombra al caer la noche.

Estoy acostumbrado a las explicaciones de las especies más indicadas y que serán sustituidas por estas, pero pasa el tiempo y… todo queda en la interminable lista de espera.

También los malos comportamientos no ocultan sus huellas, y existen coleccionistas de plantas deseosos de un ejemplar para satisfacer la individualidad. Unos la arrancan con más cautela, otros a la vista pública sin pensar que queda el espacio vací­o y muchas veces notorio.

Sé que no todo puede lograrse cuando queremos. Que no hay lámparas maravillosas, que conozco los estragos de una crisis global, del barco imposibilitado de llegar a tiempo, de falta de moneda convertible, y de restricciones por bloqueo, entre otras causales.

Lo incomprensible radica en que, pese a ello, sigue el derroche de recursos a causa de obras que, debido a dichas avalanchas, traen, después, filtraciones, chapucerí­as o detalles que escaparon, y conllevan al cese temporal o indefinido. ¿Puede hablarse, entonces, de remodelaciones capitales para ofrecer un mejor servicio al pueblo? ¿o constituye la puerta abierta para justificar lo injustificable?

Cada reparación, remodelación debe incluirse en los planes de la economí­a, pero que no quede el capí­tulo de los mantenimientos en un vací­o tan grande que pocas veces permita poner los pies sobre la tierra.

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