Quizás sea usted…

¿A que usted no trabaja en ningún otro centro donde por estos dí­as atender a un cliente es acto de pura proeza? ¿Por segundos pudiera ponerse en sus zapatos?

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Yinet Jiménez Hernández
Yinet Jiménez Hernández
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13 Abril 2020

Quizás no sea usted el que desafí­e la enfermedad que está acabando con la vida de miles de personas. Quizás sean sus hijos o sus nietos y usted observe pasivamente. En ese caso, no hay duda de que también sea cómplice:

«Encerrada en cuatro paredes jamás. Por eso, me vestí­ como Dios manda y fui a tomar helado, a dar una vuelta por el boulevard que, a propósito, estaba bastante cargadito de colas. Parece que no soy la única que detesta estar enjaulada ».

Quizás no sea usted hijo de los trabajadores de salud contagiados con la COVID-19. ¿Y si lo fuera? ¡Ah!, todo cambiarí­a. Apuesto a que serí­a el primero en juzgar a los ciudadanos que impulsan la maldita curva de contagios:

« ¿De nuevo cloro? Estoy harto. Si no muero del coronavirus me moriré ahogado en estas tiendas. No me lavo más las manos. No puedo con este nasobuco y mucho menos, como una estatua, a dos metros de distancia, sin conversar ».

Quizás no sea usted, señor, el padre de ninguna joven, de ningún agente de la seguridad que ahora mismo implanta el orden cí­vico, elemental, que personas como usted son incapaces de mantener.

Pero hay más. En esa misma fila desordenada e impaciente, abarrotada de personas, puede que haya alguien con gripe. También, algún contacto de un ser fugaz que vino del  extranjero y se haya ido con el mismo sigilo. Ese contacto sabe que por respeto a la salud colectiva debiera quedarse en casa, pero hace colas «por deporte ».

¿Será usted uno de los miles de vulnerables amparados por la ley? Entonces, ¿qué hace exponiendo su vida?

¿A que usted no es familia de ningún trabajador que vende productos de primera necesidad por más de ocho horas diarias?

¿A que usted no trabaja en ningún otro centro donde por estos dí­as atender a un cliente es acto de pura proeza? ¿Por segundos pudiera ponerse en sus zapatos?

Y no me venga, de nuevo, con el viejo cuento de histeria colectiva:

«Estadí­sticamente, me gano antes la loterí­a que morir de coronavirus. Eres del grupo etario que no presenta ni siquiera 0.05 % de mortalidad ¿A qué le temes tanto? ».  

«Vivir nuestra ya de por sí­ complicada vida con el terror irracional de una pandemia más y, para colmo, de una enfermedad muy rápidamente transmisible pero poco mortí­fera, es absurdo… »

A usted le digo lo que tantas veces reitero: me cuido por ti, por mí­, por nosotros, para que no haya ni un cubano menos. Si pudiera vivir estos dí­as encapsulada, ¡claro que lo hiciera! No es miedo sino prevención, que es lo que toca.

Por favor, piense: hay muchos que no pueden quedarse en casa por usted mismo. Porque hay otros que deben salir a buscar el sustento diario, a distribuir y vender ese sustento diario mientras usted hace de la espera un caos.

Perdón por si no son, quienes leen, los responsables de estas colas egoí­stas, necias, indolentes… Quizás, sí­. Por si acaso, culpo a las «colas » para no ofender.  

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