La pandemia de la COVID-19 ha trastocado el mundo. Incluso, al sacrosanto «pan nuestro de cada día », pues, por un tiempo dejó de ser así, para pasar, sin fórmula fija, a días alternos… o hasta «el pan nuestro para tres días », aunque a partir de hoy lunes 25 de mayo retorna a la normalidad.
La decisión atinada dentro del contexto fue adoptada por el Consejo de Defensa Provincial para evitar el trasiego diario de personas hacia panaderías y bodegas en busca del imprescindible alimento.
Sin embargo, generó opiniones encontradas que han hecho se retome su elaboración y distribución diaria.
Los que estaban a favor argumentaban que cumplía con el objetivo: impedir las colas diarias de cientos de personas, en su mayoría de la tercera edad, pues nadie desmentirá que son los abuelos quienes se ocupan mayoritariamente de tales menesteres.
Además, al ser menor el trasiego hacia bodegas y puntos de venta, los riesgos de contaminación del alimento disminuían de manera considerable. Y también resultó beneficiosa para quienes acatan a pie juntillas el llamado a no salir de casa, porque así reducen los movimientos fuera del hogar.
Sin embargo, agravaba un mal tan viejo como el pan de la bodega mismo: su calidad. «Imagínese, si para un día está malo, para dos o tres es peor, pues enseguida se pone ácido y mohoso ».
Otros opinaban, no sin acierto, que la ansiedad alimentaria del confinamiento condicionaba que los panes duraran menos que un merengue en la puerta de un colegio.
Mucho más si en la casa hay niños hambrientos las 24 horas del día. No era difícil entonces escuchar a la desesperada madre decirle al insaciable hijo: «Bueno, allá tú, si te los comes todos ahora, mañana no tienes ninguno, porque no toca ».
Ahora mismo, tampoco habrá unanimidad en este tema tan controversial y viejo como Matusalén. Sin embargo, el lector debe saber que realmente la fórmula del pan «de la bodega » está compuesta por 51 % de agua y su durabilidad no rebasa las 24 horas, lapso para el cual está concebido su consumo. Su calidad depende del tipo de harina, y en honor a la verdad, la actual no justifica el deterioro tan rápido.
Sin obviar, claro está, el factor subjetivo, o sea, aquel que depende del hombre. Y si bien resulta cierto que la mayoría de los panaderos son gente trabajadora y esforzada, no lo es menos la existencia de una minoría que se aprovecha y desvía la harina de trigo o elabora un pan por debajo de los 80 gramos establecidos para lucro personal.
Varios hechos delictivos están relacionados con esta reprochable actitud. En lo que va de año, 26 panaderos han sido separados definitivamente de la entidad, y entre marzo y hasta los primeros días de mayo, ya son ocho.
También hay municipios donde las quejas resultan más recurrentes, y hacia allí hay que enfilar el ojo avizor, pues la materia prima es la misma. Sin ser exclusivos, resaltan los casos de Manicaragua y Remedios, con reiteradas denuncias populares sobre la mala calidad del pan. Igual sucede con determinadas panaderías de la capital provincial.
Sin duda, la venta diaria del pan a partir de este lunes aliviará las tensiones alimentarias en el hogar, pero la población no puede desconocer que para su elaboración se emplean cada día 44 toneladas de harina de trigo, materia prima importada, bien difícil de hacer llegar al país en tiempos de pandemia.
Razón por la cual, aparejado al retorno del «pan nuestro de cada día », ha dejado de venderse en toda la provincia el llamado pan suave, e igual decisión fue tomada en el caso de la galleta. Complejidades derivadas de la crisis económica mundial, la COVID-19 y el contexto de un país bloqueado.
No obstante, hay que seguir esforzándose para que su calidad mejore y a nuestras casas llegue cada día un pan comible, de buen gusto.