Un amigo comentó que el evento de transmisión ocurrido en la pequeña comunidad de Castaño, en Ranchuelo, pudo haberse evitado si en alguno de los puntos de control, desde La Habana de donde partieron las personas implicadas hasta Villa Clara, los hubieran detectado. Cómo pasaron tan fácilmente nadie lo sabe, pero el hecho es que sucedió. Y otros tantos ejemplos en varias partes del archipiélago tuvieron que ver con el libre trasiego de personas enfermas por los puntos.
Dentro de todas las medidas puestas en práctica en nuestro país durante la batalla contra la pandemia del nuevo coronavirus, una de las más esenciales radica en las áreas de control en las fronteras municipales y provinciales.
La regulación del paso de vehículos y, por consiguiente, de personal, de un lugar a otro, devino una táctica fundamental para impedir la propagación de la COVID-19. Más aún, cuando las estadísticas arrojan números nada desdeñables de casos positivos asintomáticos que, en sentido figurado, constituyen bombas de tiempo.
A quienes se les ha dado la importante misión tienen sobre sus hombros una enorme responsabilidad, pues de acuerdo con la calidad de su labor pueden evitarse, o desatarse, eventos de contagios. Tan solo el hecho de no revisar un auto o dejar de pesquisar a una persona, bastaría para malograr tanto esfuerzo mancomunado.
Pero, dentro del funcionamiento de los puntos de control convergen varios elementos, tanto objetivos como subjetivos. Según ha trascendido en análisis del Consejo de Defensa Provincial (CDP), han existido algunos contratiempos que laceran la efectividad de esos espacios.
Por ejemplo, se reporta inestabilidad en los horarios de trabajo algunos solo funcionan hasta las 4:00 p. m. y otros, dicen, durante las 24 horas, falta de condiciones para pernoctar en las carpas habilitadas, mala calidad de los alimentos y roturas reportadas en las mochilas de fumigación desde hace semanas, sin que se les haya dado solución.
Se ha conocido, además, que cuando son vehículos con muchos pasajeros los controladores solo toman la temperatura del chofer y, la mayoría de las veces, cuando se trata de transportes provenientes de otras provincias, ni siquiera exigen que les den una dirección en Villa Clara para ubicar a los viajeros. Por otra parte, ha habido carencias logísticas y de personal especializado de Salud, de los cuales se precisan entre cuatro y seis en cada punto, según la necesidad.
En un reportaje sobre el tema publicado en la página web de Vanguardia, la doctora Liudmila Cordovés Kleesman, directora de Atención Primaria en la Dirección de Salud Provincial, manifestó que el trabajo intersectorial resulta la clave para el correcto funcionamiento de estos puntos y cada organismo involucrado responde al CDP en esta importante tarea.
Por ello, el trabajo en los puntos de control, para nada sencillo ni fácil, ha de contar con el respaldo de todos los factores. La buena atención hacia los responsables y un desempeño consciente será lo que permitirá una labor eficiente y con calidad.
El pueblo y Cuba los necesitan para vencer, de una vez y por todas, la batalla contra la COVID-19.