Aunque este verano se torna de manera irregular existen comportamientos epidemiológicos que entorpecen el panorama sanitario y lo hacen más complejo. A la historia de la COVID-19 se suman la aparición de episodios diarreicos y de posibles intoxicaciones alimentarias (IA) que constituyen constantes aferradas a determinadas épocas del año.
Para gran parte de los expertos villaclareños el 95 % de todas las infecciones en humanos encuentran su causa en los virus, y de estos no escapa la enfermedad diarreica aguda (EDA) cuyas estadísticas aumentan, tradicionalmente, a partir de mayo, conjuntamente con las afecciones respiratorias.
La situación resulta más complicada por el incremento de las lluvias, el intenso calor, junto al arrastre de desechos y otros residuos hacia las cuencas, sin obviar las llamadas IA tras ingerirse alimentos contaminados con sustancias perjudiciales al organismo.
El jamón, los embutidos, las propias ensaladas frías, las pastas de bocadito y algunos dulces aparecen entre los causantes de dichos procesos derivados de la incorrecta manipulación de los alimentos, de la forma de conservarlos, del entrecruzamiento originados entre ellos en sitios de almacenaje o por aquellos vendidos sin las mejores condiciones sanitarias.
Mucho ojo con esas ensaladas frías fabricadas en casa, sobre todo si se utilizan mayonesas sin neutralizarse, y nunca descuidar que no pueden exceder las seis horas entre su preparación y el consumo.
Ante un excesivo verano determinados alimentos exigen cuidados extremos de refrigeración. Para pescados, carnes y jamones no resulta suficiente guardarlos en frío, algunos demandan congelación, y no todos los cárnicos pueden compartir el mismo espacio.
Recuerde que el pescado reclama un aparte respecto al resto de las carnes y junto al pollo necesitan el lugar más frío del equipo. La leche y los jugos no deben ocupar los planos bajos ni colocarlos en los aditamentos habilitados en las puertas del refrigerador.
Y mucho cuidado en estos tiempos con los vendedores furtivos que ofrecen sus productos y la población desconoce de dónde proceden. En ocasiones provienen de las presas Arroyo Grande I y II que constituyen el mayor reservorio de los residuales de Santa Clara, y están aquellos que pescan en los ríos y pregonan su captura aludiendo a que son clarias.
Muy perjudicial es también acelerar la maduración de frutas y otros cultivos con sustancias químicas debido a que el empleo de nitrito en exceso conduce a una intoxicación severa.
Las condiciones actuales llaman a incrementar las medidas para el expendio de alimentos, tanto en centros gastronómicos estatales como en los particulares. Todos deben ajustarse a las licencias sanitarias establecidas, sobre todo en velar que los alimentos permanezcan tapados, que se utilicen los guantes, y apliquen la normativa de que quien expende el producto no puede cobrar.
Hará falta, también, las miradas activas y sin «compadreos » de inspectores y organismos competentes, sin olvidar la necesidad de que cada persona lave sus manos con frecuencia y se preocupe por hervir el agua de consumo o en cambio aplicar el Hipoclorito de Sodio disponible en la red farmacéutica, a razón de cinco gotas por litro de agua, y especial atención con las verduras ya que demandan un meticuloso cuidado y mucha agua a fin de limpiarlas.
Vale decir que las IA presentan síntomas muy precisos. Los principales recaen en vómitos, diarreas, deshidratación, debilidad muscular y fatigas que aparecen de tres a cuatro horas posteriores a la ingestión del producto que las provoca. Por tanto la asistencia inmediata al médico constituye una obligación ante estas manifestaciones.
Ya tiene varias sugerencias y recomendaciones. Aplicarlas depende de Ud. como máximo centinela de su salud.