Creo en los que aman y fundan, en quienes de corazón impulsan un país desde el barrio, desde casa, y se yerguen militantes orgullosos en redes sociales, sin temor a comentarios mal intencionados o un bombardeo de ofensas en los mensajes privados de Facebook.
Confío en quienes son más que una consigna y demuestran, con ejemplos y humildad rebosantes, sus ansias de cambio, de superación; y su voluntad, optimismo y fuerza para lograrlo.
Sandra, mi cederista favorita, tiene «don de gente» y un poder de convocatoria extraordinario. Gorra en ristre y comodísimo pulóver, ha estado ahí en cruciales momentos: cuando Pancho, el anciano solo y vulnerable, tuvo dengue; cuando Lía fue a cumplir sanción en libertad y muchos la menospreciaron y excluyeron, los días en que la leche de la bodega se cortó masivamente y de inmediato llamó a los involucrados y gestionó soluciones, la ocasión que movilizó a la cuadra y se recogieron una veintena de donaciones voluntarias de sangre.
Ella es pueblo y apuesta por «favorecer y mantener un diálogo horizontal, fomentar la participación local y empoderar a la gente, dándole tareas y responsabilidades que nos beneficien como comunidad».
Ella toca puerta por puerta si la respuesta a la congregación de vecinos no es la deseada; convence, motiva, explica, taja la apatía y convierte a todos en soldados de la Revolución, tal como pidiera Fidel aquel 28 de septiembre de 1960 en la fundación de los Comités de Defensa de la Revolución.
Hoy, a más de seis décadas, el X Congreso ha permitido el análisis a las problemáticas de la organización con un enfoque renovador, ha promovido maneras solidarias de convivencia y motivación juvenil, y nos ha llamado a construir en esta tierra nuestra felicidad.
Sandra no ha parado de postear intervenciones levantiscas y desusadas, tal como demandan los tiempos modernos. Sandra estuvo en la caminata «Por la paz desde el barrio», en el debate y la fragua.
A ella, y a todos aquellos que asumen desde los CDR la tarea titánica de sostener un país desde la base, para buscar el bienestar espiritual en tiempos convulsos, el reconocimiento y la gratitud. Los CDR seguirán en pie, mientras existan cubanos comprometidos que campeen en el coro de los inconformes, de los críticos y edificadores.