Sanadores del alma y de la vida

Quiso el calendario que, casi al terminar el año, llegue el homenaje a quienes se dedican a salvar vidas, por encima del agotamiento y los obstáculos que impone la cotidianidad.

Han sido tiempos difíciles, ante los cuales han sabido crecerse como duendes bendecidos, que se entregan por el bienestar del otro.

La prueba de fuego llegó con la pandemia. En esos momentos tan complejos, vimos al encumbrado profesor que recorría las barriadas acompañado de los estudiantes que, en función de las pesquisas, dejaron el aula para asumir el llamado de su tiempo.

Un profundo homenaje merecen los que permanecieron en la zona roja, sin pensar en peligros ni contagios, privados de ver a sus seres queridos, a
quienes apenas podían acariciar en una foto o en el recuerdo, por cumplir los protocolos que exigía un maléfico virus.

¡Cuántas vivencias nos marcaron en esa etapa! Entre ellas, la del ilustre médico al que sus alumnos le pidieron que no entrara en el área de peligro. Sin embargo, decidió asumir el riesgo porque, como bien explicó, «en la lucha contra la COVID no existen distinciones científicas ni  docentes. Todos somos iguales y si trabajamos dentro, mejor».

Muchos fueron los galenos que sentían una estocada en el alma cuando su pequeña hija le preguntaba: «¿Papá, cuándo vuelves a casa?». Y jamás se olvidará a quien luchaba frente a frente contra la muerte y salía de la zona roja dando puñetazos en las paredes, porque no había podido sacar del paro al paciente.

Duele la historia de la enfermera que, por cumplir con el deber, no compartió con su mamá el día del cumpleaños. En ese momento no podía imaginar que sería el último.

Sería imperdonable dejar de mencionar la valentía de quienes estuvieron en centros de aislamiento, en hospitales de campaña, resguardando la vida de mujeres embarazadas y niños; en el SIUM o detrás del microscopio, en el Laboratorio de Biología Molecular.

Grande fue el empeño de los que laboran en el Centro Provincial de Electromedicina, pues hicieron maravillas para vencer obstáculos y precariedades.

Tampoco podemos olvidar a los trabajadores de limpieza, a quienes se sumaron a los vacunatorios y a todos los que, desde cualquier lugar y posición, integraron el ejército de batas blancas en la lucha contra el SARS-CoV-2.

En este tiempo de celebración, les agradecemos y les ofrecemos nuestro aplauso a ustedes, nuestros héroes en una batalla mundial por la vida y contra un enemigo diminuto.

Al celebrarse este 3 de diciembre el Día de la Medicina Latinoamericana y del Trabajador de la Salud —en tributo al sabio cubano Carlos Juan Finlay—, que llegue el reconocimiento a nuestros valientes, y verdaderos sanadores del alma y de la vida.