Declaración de amor

Esta es una historia de amor cotidiana. Esta es una carta escrita en el tiempo. Se ha cocido a fuego lento, paso a paso, con calma y persistencia.

Compartir

Foto de pareja con su pequeña hija.
(Foto: Carolina Vilches Monzón)
Leslie Díaz Monserrat
Leslie Dí­az Monserrat
534
14 Febrero 2024

Esto es, sencillamente, una declaración de amor. No de esas que nacen bajo el influjo de las emociones, embriagada con el néctar de los primeros meses, esos en que la persona amada parece un ser perfecto y las hormonas despiertan las más vivas e intensas pasiones.

Esta es una carta escrita en el tiempo. Se ha cocido a fuego lento, paso a paso, con calma y persistencia. El destinatario, a los ojos ajenos, parece un muchacho común, pero es mi rosa, como la del Principito, y eso lo hace especial. Nos hemos domesticado.

Foto de pareja besándose.
(Foto: Carolina Vilches Monzón)

El hombre que amo sabe mirarme a los ojos. Conoce cada uno de mis defectos, me toma de la mano en la noche oscura. Enfrentamos desafíos y andamos en este camino que llaman vida.

Asumimos la paternidad y nos encontramos, llenos de incertidumbres, frente a la cuna donde una pequeña niña de ojos verdes dormía plácidamente. Estuvimos juntos en cada noche en vela, en cada fiebre, en los primeros pasos y en tantas otras primeras veces.

Y no, no todo es perfecto en nuestro planeta. También hemos dormido dándonos la espalda, y nos hemos perdonado y reído de emoción cuando nos besamos tras un berrinche.

Acaricio sus cicatrices, abrazo sus resquemores. Cuando siento que no puedo, apoyo mi rostro en su pecho y ese es mi sitio de paz. Logro escuchar el tun tun de su corazón y ambas máquinas humanas se sincronizan como si estuvieran conectadas por el invisible hilo rojo de los amantes.

Foto de embarazada y su pareja.
(Foto: Carolina Vilches Monzón)

Compartimos ideas y valores. Nos «matamos», en las noches, por la raspa del arroz con leche. Vamos a un duelo a muerte por una lata de leche condensada. El helado lo medimos con una regla, hasta lograr porciones exactas y persuadimos a nuestra hija para ganar el honor de degustar el chicle del chupa chupa.

Este 14 de febrero no tendremos grandes ramos de flores y, mucho menos, regalos costosos. Sumamos y restamos ahorros para acomodar nuestra casita. Ya no necesitamos impresionar al otro. Llevamos años desnudos y sólo basta con un gesto, una expresión, para adivinar los pensamientos.

No porto su anillo en el dedo. Las fotos de la boda aguardan, en algún lugar, el próximo ataque de nostalgia. Y esta es mi declaración para ese muchacho común que me llevaba en bicicleta hasta la casa y me daba un beso apasionado frente a los ojos de los curiosos vecinos.

Más de un lustro ha pasado desde entonces. Esta es una historia de amor cotidiana. Nunca alimentará el guion de una novela melosa y dramática.

Amo a un hombre que me ama y eso me basta. Cuando lo encontré, todo era desconocido y el mundo nació del amor que hicimos. Y aquella noche, con la música de Pablo de fondo, mientras recibíamos el sol bailando desnudos, justo en ese momento, fue cuando te encontré y donde tú me hallaste. Precisamente allí ha nacido un árbol, junto a un hondo lago de tibio cristal.

Comentar

José David

Domingo, 25 Febrero 2024 10:45

¡¡¡Como te envidio, cara amiga!!!
Espero que sepas defender ese amor con uñas y dientes.
Para los dos, mis felicitaciones y las gracias por hacerme saber que las quimeras aún existen.