Este 9 de agosto, celebramos otro aniversario de aquel bautizo ruidoso y entintado que unió los oficios de las letras, la fotografía y la imprenta para regalarle un diario a la antigua provincia de Las Villas, con el desafío como nombre: Vanguardia.
Sesenta y dos años guardan demasiada historia para un periódico devenido taller y escuela de generaciones, lugar de culto a la letra impresa, hogar de quienes le dedicaron tantas madrugadas, cátedra para las dos nuevas publicaciones que surgieron cuando Las Villas se convirtió en tres provincias, cuna de suplementos, y laboratorio de conspiración para la búsqueda insaciable de la verdad y la renovación de las maneras de escribirla.
Aun con la sabiduría que aportan los años, Vanguardia llega a los 62 con más preguntas que certezas, obligado a reinventarse en cada edición. Invita a la lectura reflexiva en el semanario de ocho páginas que circula cada sábado, asume el diarismo y la combinación de soportes desde el sitio digital que hizo pionera a la editora cuando los medios de prensa cubanos se estrenaban en Internet, y consolida la presencia en las redes sociales digitales, con una creciente comunidad de seguidores desde Villa Clara, Cuba y el mundo.
En la esquina santaclareña de Céspedes y Plácido, el edificio parece inamovible, pero dentro han ocurrido tantos cambios como permite —y obliga— una vida larga, con la hermandad entre generaciones como premisa. La disposición profesional para ejercer el periodismo por encima de contingencias humanas, económicas, sanitarias, energéticas, hidrometeorológicas y de toda índole, trasladó el flujo de trabajo al ciberespacio y llevó a casa los roles de redacción, corrección, diseño, edición web y hasta dirección, sin hacer mella en la calidad y la ética.
De sacrificio y resiliencia conocen de sobra quienes a diario salen a «cazar» la noticia, conscientes de las mismas carencias y aspiraciones que conforman la agenda pública, responsables de dilucidar y transformar la realidad que comparten con las audiencias, cercados por los muros de quienes niegan el derecho ciudadano de acceso a la información y frustrados por la condescendencia de los que la ofrecen a cuentagotas, como un favor; ávidos de soluciones y buenos augurios, más que de catarsis.
Por fortuna, la rudeza de los tiempos no los ha vuelto cínicos y son dueños, aún, de suficiente empatía para dejarse sorprender y cautivar por el suceso insólito, las personas que marcan la diferencia, las historias descubiertas por casualidad y la dosis justa de emoción para cada argumento. Porque el periodismo es, ante todo, una profesión esencialmente humana.
La búsqueda del periódico que quieren, necesitan y merecen los villaclareños impone cambios de todo tipo. Uno de los más significativos consiste en la implementación de nuevos modelos de gestión económica y editorial, para lograr la autofinanciación del medio, aumentar los ingresos de los trabajadores, mejorar las condiciones de trabajo, financiar proyectos de ciencia e innovación, elevar la calidad y variedad de los contenidos e incrementar los espacios de participación y debate ciudadano, al amparo de la Ley de Comunicación Social que entrará en vigor a partir de octubre.
Con más retos que agostos cumplidos, sigue cuesta arriba este sexagenario de alma joven. Salta del bolso del cartero al balcón con la misma vitalidad con que dedos apresurados se pasean por enlaces, párrafos y galerías de sus dominios digitales, en busca de la actualidad noticiosa; se contagia y comparte en Facebook el humor gráfico de Melaíto, consulta el pronóstico del tiempo o se suma a las encuestas del grupo de WhatsApp, y muestra todos los días, desde su cuenta en X, un pedacito de Villa Clara al mundo.
Envío por correo la ilustración de Martirena.