Septiembre de abrazos y retornos

Este 1.° de septiembre, miles de estudiantes cubanos regresarán a las aulas para iniciar el curso escolar 2025-2026.

Compartir

Ilustración de Adalberto Linares sobrel nuevo curso escolar.
(Ilustración: Adalberto Linares)
Lety Mary Alvarez Aguila
Lety Mary Alvarez Aguila
222
01 Septiembre 2025

Faltan pocas horas para que miles de alarmas vuelvan a sonar bien temprano en la mañana. Otra vez nos abraza esa última noche de agosto donde no logramos cerrar los ojos pronto, pues un huracán llamado vacaciones hace sus estragos finales en horarios y rutinas. Luego de las vueltas en la cama y los pensamientos ansiosos que las acompañan, dormimos y despertamos solo con una frase en la mente: «Hay que regresar a la escuela».

La casa huele a café, a uniforme planchado, a merienda preparada en la sartén, a papel fresco de las nuevas libretas, a la lona de la mochila que se estrena o reutiliza, al perfume matutino...  en fin, el aroma indescriptible de los nuevos comienzos. Aún no amanece del todo, pero ya es momento de abrir persianas. Muchos desayunan con el celular en las manos, otros sintonizan la revista televisiva Buenos días o los espacios radiales. Este lunes se multiplica un mismo titular: Inicia en Cuba el curso 2025-2026.

Se dice fácil, pero hubo que librar batallas para que septiembre recuperara su rostro de arranque lectivo. La normalidad volvió a su trono y, por fortuna, ya no habrá confusiones ni períodos docentes fuera de su fecha habitual. Ahora arribamos al noveno mes con la fortaleza de sabernos más grandes y, ¿por qué no?, con el cosquilleo en el estómago ante retos de un grado más difícil. Simplemente, el tradicional septiembre, con su mezcla de emociones encontradas, con la gloria para el estudioso y el castigo para quien deseaba un descanso infinito.

Dentro de poquísimas horas también empezarán el tráfico y la concentración en las calles. Los colores de la bandera tendrán su fiesta cuando, en las diferentes enseñanzas, los porten todos los días en las camisas, pantalones o pañoletas. Desde algunos centros, resonarán la música y las pruebas de audio previas al acto de la plaza. Se abrirán las anchas puertas para acoger abrazos y sonrisas. No puede ser de otra manera. Se trata de septiembre y su increíble capacidad de ahogar nostalgias. Este lunes habrá reclamos de ausencias en WhatsApp, cambios de imagen, debates acerca de las series del verano, un carrusel de fotos grupales y anécdotas sobre los destinos visitados en la etapa estival.

Más allá del anhelado retorno de las conexiones humanas, el venidero mes llega para ponernos a prueba y absorber la mínima oración, dato científico o referencia bibliográfica. Alimentar los conocimientos y enriquecer el espíritu van de la mano con el nuevo ciclo. Aun en medio de complejas circunstancias, el sector de Educación se ha encargado de atender y alistar sus instituciones para un regreso confortable.

Las aulas aguardan la invasión ruidosa, y los maestros, esos evangelios vivos, se preparan para la noble y sana pasión de enseñar. Ellos también enfrentan avatares cotidianos, pero muchos aún destilan el amor inexplicable al pizarrón, la misión divina de forjar seres antes, durante y después de 45 minutos de clase. Resulta innegable que sus «buenos días», regaños o muletillas características se extrañan, sobre todo, porque un torrente de saberes los trascienden.

Para los alumnos continuantes significa un viaje de reanudación de costumbres. En cambio, muchos ingresarán a la fase de primera vez. Cuántas sensaciones y expectativas habitan dentro de ese pequeño que ya se miró tanto frente al espejo con su vestimenta de preescolar, o en esa niña astuta que puede escribir vocablos sin comenzar el primer grado. Los de séptimo saben que conocerán colegas provenientes de una escuela distinta y, dentro de poco, un profesor diferente para cada asignatura.

Por otra parte, se materializa, al fin, el sueño universitario para esos que lo batallaron despiertos. Se revelan el campus, el tren, el paisaje de diversidad, ciencia e innovación. Hospitales y laboratorios les dan la bienvenida a quienes optaron por salvar vidas y se encuentran advertidos y entrenados para dormir el tiempo mínimo indispensable. En eso consiste el inicio del curso, en volcar hábitos que actúan como catalizadores de meses y años, con el fin de jugarnos la mala pasada de no percibir nuestro propio crecimiento.

Se presiona el botón de la cuenta regresiva. El sistema se carga con días calurosos, temor a exámenes, casas de estudio, foros, festivales, euforia, lágrimas y, para no variar, una cuota de incertidumbre. Vuelven la búsqueda de una cartulina a la una de la madrugada y las eventuales reuniones de padres, pues la familia se halla indisolublemente ligada al sistema educativo cubano. Desde la primera infancia, no ha existido episodio donde nos falten.

Todavía hoy se efectúan las últimas carreras detrás de forros y uniformes, lo natural. Esa pudiera ser la palabra ideal para definir una vida escolar entera. Y carrera al fin, se adquieren competencias, enseñanzas y varios tropiezos; pero, cuando acaba, siempre se agradece el dulce triunfo de sumar otra conquista.

Comentar