Los apurados van primero

Mientras aumentan los precios del transporte no estatal en Santa Clara, los pasajeros y choferes inventan las colas de «apurados».

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Carlos Alejandro Rodrí­guez Martínez
Carlos A. Rodrí­guez Martí­nez
2143
13 Marzo 2017

¿Quién que se mueva en los entresijos de Santa Clara no sabe que los precios del transporte por cuenta propia varí­an de la noche a la mañana, del ocaso a la noche cerrada, de la noche cerrada al amanecer y al mediodí­a…? Los taxis particulares, las «motonetas » o los coches de caballo, cualquiera que sea la variante, readecúan sus tarifas según avance el astro rey sobre nuestras cabezas.

Y la única norma establecida(resolución 368 del MITRANS, de 2011) pauta que no existen tarifas topadas y que los transportistas no estatales negocian sus precios directamente con los pasajeros.En otras palabras: el documento legal que ampara la ley de oferta y demanda, no establece, en sí­, el tope de ningún precio.

Caricatura de Martirena
Caricatura de Martirena

Y, aunque en teorí­a choferes y pasajeros deberí­an batirse en una acalorada discusión en la que unos lucharán por aumentar los precios y otros intentarán bajarlos o por lo menos mantenerlos en su rango habitual, lo único que pasa es que los choferes pautan el valor artificial de sus servicios. Y los pasajeros, si quieren, aceptan las tarifas.O esperan guagua, si hay. O cogen el camino, a pie, si les parece.

Lo saben bien todos los que viajan. Pero lo saben mejor los estudiantes y profesores que acuden a diario hasta la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas. Ante la incapacidad del transporte estatal para cubrir una ruta por donde se mueven cientos de personas de lunes a viernes, muchos viajeros optaron por trasladarse en las «motonetas »,medios más veloces, más expeditos, y ¡más caros!

Solo que en los últimos meses las motosalzaron (aún) más su precio no su vuelo,amparadas por la ley de oferta y demanda.

Ya no se sabe cuándo la hilera tradicional, donde uno esperaba y pagaba cinco pesos, malparió a lacola de los apurados.Los estudiantes urgidos por llegar a clases o los seres apremiados,costeanel apuro con diez pesos. Y los que no pueden permitirse la urgencia pagan, como siempre, cinco pesos. Y esperan. Esperan.

«No es porque la gente quiera decí­a una estudiante universitaria interpelada por Vanguardia  hace poco. Es lo lógico. Mientras la cola de cinco pesos está llegando a la iglesia (de Buen Viaje), la cola de diez abre el camino a quienes no quieren llegar tarde y pueden pagar ».

«Es un problema de nosotros mismos, si lo permitimos o no continuaba la joven. Si no se pagaran los 10 pesos y todo el mundo siguiera su cola de siempre, las motonetas lloverí­an. Pero una cae en la desesperación y si tiene el dinero, lo da ».

Y los choferes,unánimente, aseguran que van a la Universidad por diez pesos porque la gente que tiene, la gente que puede, les pone en las manossemejante cantidad. Ellos dicen que no quieren, que,si llevana ocho pasajeros por cinco pesos, les da la cuenta. Pero aceptan, cómo no, los diez pesos. (Y no dicen, claro que no, que pagan los mismos impuestos a la ONAT aunque cobren cinco, siete o diez pesos).

La invención de los apurados no solo atravesó los servicios del transporte por cuenta propia, sino que ha arribado y lo peor, ha sido aceptadasin alarma en numerosas actividades del sector no estatal. Los apurados no solo tienen premura por llegar a tiempo al examen,no solo les urgesortear la cola inútil en la barberí­a, si fuera el caso. La variante clasista del «apuro » reafirma las ventajas económicas de un grupo más solvente frente a otro más desposeí­do y, obligatoriamente, menos apremiado.

Por supuesto, unos pocos se permiten el lujo de la urgencia porque el transporte estatal no cubre las necesidades de la población, y porque los choferes y/o dueños de los medios de transporte pueden enarbolar a cada rato la llevada y traí­da ley de oferta y demanda.Y porque, hasta ahora, el Consejo de la Administración Provincial no ha tomado cartas en el asunto,tal como hicieron, hace poco,los gobiernos de La Habana, Sancti Spí­ritusyCamagí¼ey.

Ahora mismo, Pedro López Castillo, un hombre que sopesa los vaivenes del transporte desde la administración del anchar de taxis particulares de Santa Clara, tiene claro que «el precio debe tener un tope. Eso de que tú puedas cobrar lo que quieras no debe ser. La población nuestra vive de un salario, y no es un salario tan alto ».

«Quizá se haga un estudio y los choferes no puedan subir la tarifahasta donde ellos quieran »,agregó el funcionario. «Si el Gobierno, si el Partido, si el Consejo de la Administración (de Villa Clara) toman decisiones con eso,se puede combatir el aumento de los precios ».

Y entonces, los apurados y los relegados, quizá, se crucen y se confundan en el mismo camino.

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