Un asunto í­ntimo

Las cubanas recibimos diez almohadillas sanitarias al mes, por la libreta, con previo censo. A esa limitante súmese la mala calidad.

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Laura Rodrí­guez Fuentes
Laura Rodrí­guez Fuentes
1852
10 Abril 2017

Posiblemente, sea Cuba el único paí­s del mundo donde se entregan almohadillas sanitarias normadas. Como el pan, como el arroz, como las papas. Con libreta de abastecimiento en mano, las mujeres desde los 10 hasta los 55 años tienen derecho a recibir un paquete mensual en la farmacia más cercana.

También, quizá sea aquí­ donde haya que censarse para poder comprarlo, donde se racione a diez el número de unidades que se debe gastar en cada menarquí­a. Como si la duración del proceso fisiológico pudiera ser contabilizada, predecible. Como si en todos los organismos se manifestara de la misma manera.

Ilustración de Alfredo Martirena sobre distribución de almohadillas sanitarias.
(Ilustración: Alfredo Martirena)

Algunas usuarias se han quejado recientemente porque no pudieron adquirir las llamadas «í­ntimas » correspondientes a los pasados meses de enero y febrero, por no haber asistido al censo que las farmacias convocan al inicio del año. Aunque se trata de un acto burocrático, también resulta obligatorio. De lo contrario, el dato no se actualiza en las droguerí­as y la cantidad destinada a cada mujer tampoco llega a los puntos de venta.

Lo cierto es que además de dedicarse a sus respectivos trabajos, a las tareas hogareñas, a la crianza de los hijos, las féminas han de preocuparse por perseguir el suplemento material normado. Y rezar para que llegue en tiempo y cantidades suficientes, porque la inestabilidad se ha vuelto común en los últimos años, a causa de la demora en el arribo de las materias primas de importación al fabricante, la Empresa de Materiales Higiénico Sanitarios Mathisa.

En diferentes medios de prensa se han ofrecido explicaciones al pueblo. Pero ocurre que la menstruación no cree en atrasos y, en ciertas coyunturas, hasta se manifiesta más de una vez al mes.

Cuando demora el abasto en las farmacias, no queda más remedio que comprarlas a sobreprecio en casas particulares que, casualmente, siempre están bien surtidas. Nadie pregunta de dónde salieron, por- que constituyen la única posibilidad al bolsillo de las trabajadoras estatales, que tampoco pueden acudir a la venta «alternativa » de las tiendas recaudadoras de divisa.

Por suerte, hay alguna que otra buena noticia este 2017. De acuerdo con las premisas vigentes para la distribución, comercialización y dispensación de almohadillas en la red de farmacias comunitarias, «en el transcurso del año natural (enero-diciembre) no se pierde el derecho a adquirir las que no hayan recibido en los meses anteriores », y se eliminó definitivamente aquello de «primera o segunda vuelta ».

Claro, eso no soluciona todos los problemas. Mathisa confecciona almohadillas «enriquecidas » con alas sujetadoras, de presunta calidad, finas, adhesivas y absorbentes, según reza en el envoltorio. Sin embargo, el eslogan comercial dista bastante de la realidad. Las despachadas últimamente carecen de pegamento, son incómodas, tienen poca duración, se abren con facilidad, presentan el colchón incompleto y, para colmo, ciertos envoltorios no contienen la decena debida o incluyen algunas con desperfectos.

Muchas mujeres han pasado por momentos incómodos y hasta bochornosos a causa de la pésima calidad de estos productos, que pueden caerse en público, se resbalan, se desmenuzan. ¡Y ni hablar de emprender un viaje largo con alguna de ellas! Si las analizas a contraluz, muchas no son más que un velillo mal compuesto.

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