Como que la palabra «levantamiento » está tan de moda cuando se habla de algún problema, podríamos intentar hacer un levantamiento de los huecos que hay en las calles por falta de tapas en las alcantarillas, que sumados a los existentes en las aceras, nos daría no la cantidad de ellos, sino la expresión idónea para calificar a Santa Clara: un colador, un guayo o algún otro artefacto abundante en orificios.
Seguramente, el cuerpo de guardia de los hospitales contabiliza los casos asistidos por fracturas de huesos o golpes severos, pero si hicieran un levantamiento de los pacientes atendidos por caídas en tales hoyos, la cifra nos ayudaría para argumentar la urgencia de sellar tales aberturas.
La nocturnidad es la más terrible cómplice que pueden tener esos agujeros, aparte de la causa por la que hayan caído en ellos las personas, ya sea por distracción, o por atender a otros peligros circundantes o asuntos de la cotidianidad que les preocupan.
Del mismo modo que aprendemos a convivir con enfermedades de alta letalidad o epidemias, parece que también los transeúntes de las calles santaclareñas han creado mecanismos de defensa para evitar, o al menos reducir, las lesiones al caer.
Ante la incapacidad demostrada durante tanto tiempo para «desaparecer » los huecos, tal vez resulte conveniente convocar a un concurso de diseño para crear la señal específica que nos indique su proximidad o lugar dónde se encuentran.
Ya la fama de Santa Clara como ciudad limpia y organizada comienza a borrarse; sin embargo, va quedando expedito el motivo para ganarse otros apelativos relacionados con los peligrosos agujeros, en los cuales nunca resulta grato caerse, aunque tal vez sí lo sea un levantamiento que permita contabilizarlos y solucionarlos.