Entre lo que se quiere y lo que se necesita la brecha suele ser larga y profunda. Tampoco ayuda la condición contradictoria de la naturaleza humana y, muchísimo menos, la tendencia mil veces reiterada de priorizar lo emergente sobre lo urgente.
En ciertos casos desafiamos al problema, pero en voz baja para que se note que no es cuestión de indiferencia, sino que nos faltan los medios y, en la mayoría de las ocasiones, los atajos que señalan hacia otros inconvenientes de impacto moderado surgen, oportunos, como la salida perfecta para aclarar que el orden y la iniciativa no son un par más entre las consignas que se dibujan sobre cualquier pared.
Las pegatinas de la campaña «Villa Clara con todos » nos recuerdan, a cada momento y en diferentes sitios, que los directivos de la provincia y el país apoyan la necesidad de perfeccionar y cambiar lo que deba ser cambiado.
Sin embargo, mientras la gente va identificándosecon los proyectos propuestos para favorecer el destino inminente de nuestra patria chica, salta a la vista agradecimiento de por medio el hecho de que las mejoras en la calidad de vida de una porción mayoritaria de la población, dependa, básicamente, de planes constructivos.
O sea, está bien inaugurar cafeterías, levantar hoteles, remodelar áreas comerciales y asfaltar unas cuantas vías, pues la lógica indica que tales disposiciones tienen como base una problemática latiente. No obstante, preocupan al pueblo deficiencias crónicas cuya erradicación definitiva parece incorregible: un acueducto sin fallas, calles con más ómnibus y menos estiércol, escuelas con techos seguros, protección y respeto al consumidor.
Y pongo un ejemplo: un asiduo lector deVanguardia se me acercó esta semana dolido, sudoroso porque la bolsa de yogurt del nieto fue a parar, por segunda vez en el mes, al salcocho del vecino.
«No tienen refrigerador en la bodega y las tiran al suelo durante horas. No hablamos de cigarros o de los refrescos enlatados de 10 pesos, sino del desayuno de miles de niños. Estamos llenos de urgencias a resolver, pero algunas pesan más que otras ».
Sobre las premuras de los cubanos podríamos discursar durante media vida. Sin embargo, hay mucho de relativo en lo que respecta a las carencias de la población y, más aún, en cuanto a la búsqueda de soluciones, pues las cortedades en los planes institucionales pueden invisibilizar otras necesidades que superan lo material.
Si de recreación se trata, antes de contratar al «Chacal » y empapelar a Santa Clara con las propagandas de su presentación, indaguen entre quienes viven en esos caseríos ocultos por el polvo y la desatención y, de seguro, les hablarán de las nostalgias por sus círculos sociales, el único espacio de socialización junto con las bodegas y los consultoriosde numerosas comunidades rurales. Las fiestas del domingo, las reuniones con amigos, el dominó, el tres y el guateque, se anularon bajo el perfil económico de los nuevos arrendatarios. ¿Resultado?: el tradicional entretenimiento de cientos de campesinos se permutó por la adquisición de tabacos, paquetes de Pelly y bebidas alcohólicas.
Si el propósito se dirige a embellecer nuestras urbes, antes de dar un solo brochazo, movilizar brigadas y diseñar parques y jardines, tendríamos que ser capaces de disponer, eficiente y visiblemente, de los 1100m3 de desechos sólidos generados a diario en la cabecera provincial.
En menos de un año, según proyectó el Ministerio de Turismo, dos nuevos hoteles, sumados al Central, abrirán sus puertas en el corazón de Santa Clara. ¡Alegría!, digo yo, pero imaginar el cuadro de los microvertederos empoderados en cualquier esquina, las heces de caballo que se esparcen como pólvora o la vulgaridad de los grafitis que burlan la historia tras los muros del teatro La Caridad y la Casa de Cultura Juan Marinello, sino que avergí¼enza e indigna a todo ciudadano decente.
En la orilla, con el agua al tobillo, detectar y corregir dificultades no demanda demasiado; sin embargo, más allá, donde las olas se encrespan y perdemos el fondo de vista, se ocultan, en muchas ocasiones, las raíces de los grandes problemas.
Los programas sociales se han de estructurar sobre el conocimiento de causa, la participación ciudadana y el desarrollo de la conciencia crítica, tanto a nivel institucional como individual y colectivo. Las necesidades no son globos que vuelan a baja altura y se atrapan al azar, pues lo obvio no siempre resulta lo más urgente.
Amamos esta porción de tierra que nos dotó de mucho más que un gentilicio, pero para inspirar, seducir, enaltecer, prometer, rescatar e innovar, como propone el eslogan de la campaña, cada proyecto habrá de materializarse para el bien de todos.